La publicación de las memorias del fotógrafo coincide con «génesis», una exposición que reivindica la naturaleza y el medio ambiente.
«La fotografía es una escritura de una gran fuerza, que puede leerse en todo el mundo sin necesidad de traducción... las fotografías son fracciones de segundo que relatan historias completas». Son definiciones de Sebastiao Salgado recogidas por la periodista Isabelle Francq en «De mi tierra a la Tierra», una biografía del fotógrafo que acaba de publicar la editorial La Fábrica, en la que Salgado cuenta su vida y sus experiencias personales en el mundo de la fotografía.
Sebastiao Salgado (Almores, 1944), nació en una granja del valle del Rio Doce propiedad de sus padres, en el estado brasileño de Minas Gerais. Estudió Económicas en la Universidad de Sao Paulo y en París, a donde llegó en 1969 huyendo de la represión de la dictadura brasileña. Después de algunos trabajos como economista, comenzó como fotógrafo aficionado en 1970 y abandonó su puesto de funcionario en la FAO en 1973 para dedicarse a la fotografía como free lance, haciendo reportajes sobre África, un continente por el que siempre ha sentido una gran atracción. Sus primeros reportajes sobre África se publicaron en las revistas Christiane y La Vie Catholique, por entonces dirigidas a las comunidades cristianas de Francia. Volvió en numerosas ocasiones para fotografiar desde la belleza de sus paisajes hasta el horror de sus guerras.
Después de un breve paso por la Agencia de fotografía Sygma, trabajó entre 1975 y 1979 en la Agencia Gamma («la mayor escuela de fotografía»), donde conoció a Floris de Bonneville, de quien recibió impagables enseñanzas. Más tarde, en 1979, se integró en Magnum, donde debutó con un reportaje en color sobre la Guayana francesa para la revistas Geo. A pesar de que su especialidad es el blanco y negro, volvería alguna vez más al color en algunos de sus reportajes para revistas ilustradas, como el dedicado al 70 aniversario de la revolución soviética, que publicó en Life (en la actualidad también fotografía en color y experimenta con la fotografía digital).
En Magnum permaneció 15 años, hasta 1994, cuando decidió crear con su esposa Lélia Deluiz Wanick su propia agencia, Amazonas Images, que nació con un solo fotógrafo: él mismo. En las instalaciones de su Agencia (un antiguo depósito de carbón en el Quai de Valmy de París), instaló sus archivos, laboratorios y oficinas. En 1996 publicó «Terra», con textos de José Saramago y fotografías tomadas en 1979, cuando regresó a Brasil para hacer un reportaje sobre el Movimiento de los sin Tierra.
En 1984 viajó con Médicos Sin Fronteras al Sahel africano para realizar un reportaje sobre la hambruna de los países de aquella zona, por el que fue galardonado con el World Press Photo. Con este material publicó los libros «Sahel, l'homme en détresse» (1986) y «Sahel el fin del camino» (1988). Junto con el continente africano, otro de los escenarios que recorrió incesantemente fue el de los países de América del Sur, a los que dedicó su primer libro «Otras Américas» y una exposición en París en 1986.
La obra de un maestro
La fotografía de Sebastiao Salgado mezcla el testimonio y el compromiso con las personas más desfavorecidas con un estilo estético para el que utiliza el blanco y negro en planos generales muy abiertos, consiguiendo frescos fotográficos de extraordinaria belleza y dramatismo, como los obtenidos de los trabajadores de las minas de oro en la brasileña Serra Pelada o los de una mina de carbón a cielo abierto en Dhanbad (India). Entre el fotoperiodismo y la denuncia social, la obra de Salgado transmite dramatismo a través de las proporciones monumentales de sus paisajes, casi siempre hostiles, donde se sitúan los protagonistas de sus fotografías, trabajadores en labores épicas. En una obra tan bella como desoladora, Salgado recoge la tradición del compromiso social y el humanismo en la fotografía y la trasciende hacia la reflexión sobre el sufrimiento.
Salgado se define como fotógrafo social, un género al que llegó como prolongación de su compromiso político y de sus orígenes. Aunque para él «fotografiar es mucho más que publicar imágenes», también ha llevado a cabo una gran labor en el fotoperiodismo: en 1975 registró aspectos de la etapa posterior a la revolución portuguesa de los claveles y años más tarde los genocidios de Ruanda y Camboya, el drama de Sudán, la guerra de los Balcanes o los efectos de la explosión de los pozos de petróleo en Kuwait tras la primera guerra del Golfo en 1990. Fue testigo del atentado sufrido por Ronald Reagan en 1981 y es el autor de las fotografías sobre este hecho publicadas en todo el mundo. Entre 1986 y 1991 realizó unos 40 reportajes en 25 países sobre el desmantelamiento de las industrias europeas y el trabajo de los hombres y mujeres de los más variados sectores laborales, un trabajo que ha denominado «arqueología visual de la era industrial».
El resultado de este gigantesco corpus de «geopolítica de la producción», como también lo llamó, está recogido en su obra «La mano del hombre», de 1993. Los flujos de población desde las áreas rurales a las zonas urbanas con motivo de la deslocalización de las grandes industrias occidentales hacia los países pobres buscando mano de obra barata, y las migraciones desde los países del tercer mundo a Europa y América persiguiendo una vida mejor, son la base de sus libros «Exodus» y «Retratos de los niños del éxodo», ambos publicados en 2000, que recogen también los movimientos de refugiados de guerras y persecuciones. Estas obras son como gigantescos frescos sobre la humanidad en tránsito: refugiados, exiliados, emigrados. Además de los citados, publicó «En camino» (2000), «4.000 Habitations», «Workers» (1997), en donde retrata al hombre como un instrumento del trabajo... Su especialidad es la de producir relatos fotográficos fragmentados sobre un mismo tema a lo largo de varios años.
Defensor del medio ambiente a través de la fotografía, en 1998 fundó con su esposa Lélia el Instituto Terra con el fin de reforestar la selva atlántica brasileña, un proyecto en el que trabajan actualmente, con bastante éxito. Este recorrido hacia el paisaje de la infancia de Sebastiao Salgado está en el origen de «Génesis», que el fotógrafo y su esposa idearon en 2002.
Génesis. un homenaje al planeta
Estos días pueden verse en una de las salas de exposiciones de CaixaForum de Madrid, las fotografías que componen «Génesis», una serie dedicada a aquellos espacios de la naturaleza que permanecen intactos y a los que no ha llegado aún la huella del hombre. Sebastiao Salgado invirtió ocho años en este ambicioso proyecto sobre el que compuso una historia visual que captó en todos los continentes. Comenzó a hacer fotografías para este trabajo en 2005 en la Antártida, para recorrer después el Sáhara, las Galápagos, Madagascar, Nueva Guinea, el Himalaya, Alaska, la Amazonía...
Después de fotografiar hombres, mujeres, niños en los más diversos lugares y actividades, ahora era el turno de los volcanes, las dunas, los glaciares, los icebergs, los ríos, los desiertos, los leones, las tortugas, las ballenas, los renos... pero sin olvidarse de los seres humanos, esta vez de aquellos que aún viven en equilibrio con la naturaleza, miembros de poblaciones indígenas de Mato Grosso, de Nueva Guinea, de Sudán del Sur, de Sumatra, mujeres mursis y surmas, las últimas que llevan platos en los labios, nénets de Siberia: «Al pasar algunas semanas con poblaciones que habitan como vivíamos todos los humanos en los albores de la humanidad, pude comprobar que los grandes principios en los que se basa nuestro mundo existían mucho antes de que nuestra sociedad se organizara».
Las fotografías de «Génesis» («mi carta de amor a la naturaleza», ha dicho Salgado) han sido publicadas en dos libros en 2013 y expuestas en grandes museos y salas de todo el mundo. El objetivo es provocar en la humanidad una reflexión sobre la naturaleza y sobre la necesidad de respetarla y protegerla mientras aún quede tiempo. El título de «Génesis» no alberga ninguna referencia religiosa; tan sólo quiere designar la armonía que permitió toda la diversidad de las especies.
Dice Sebastiao Salgado en sus memorias que durante su estancia en las Galápagos para esta serie descubrió algunas de las cosas más importantes de su vida: que el hombre no es el único animal racional, pues todas las especies tienen su propia racionalidad, y que nuestro planeta está vivo y que por eso exige de nosotros un inmenso respeto.