Las cabinas, modelo K6, fueron diseñadas en 1936 por el arquitecto Giles Gilbert Scott, para ponerlas en las calles de Reino Unido con motivo del jubileo del rey Jorge V. Muy pronto pasaron a formar parte del imaginario británico junto a los autobuses rojos de dos pisos o los taxis negros.
Cuando dejaron de fabricarlas en 1968 se habían colocado 70.000 en todo el país. Pero el tiempo pasa y las ciencias adelantan. El teléfono móvil acabó con la utilidad de las cabinas, solamente quedan unas 11.000 en funcionamiento de ese modelo K6. Muy pocas personas entran en las cabinas para utilizarlas. Las llamadas desde ellas han disminuido en un 80 por ciento en los últimos cinco años y el 60 por ciento de las que quedan son deficitarias.
Nadie se encarga de limpiarlas ni del mantenimiento. Britsh Telecom tomó en 2008 una gran decisión, creó el programa «Adoptar una cabina». Las ofrecía por 1 libra, eso permitía a las poblaciones locales preservar esa parte «de su historia y de su identidad». Ocho mil cabinas fueron «adoptadas» y dedicadas a fines diferentes, para vender especias, expositores, bibliotecas o incluso para situar un desfibrilador cardiaco.
El cantante Tom Jones compró una en 1999 por 50.000 libras. Este verano se inaugurará una exposición en Londres de cabinas decoradas por diferentes artistas. Otras han viajado fuera, en 1995 se instalaron dos en Francia para la conmemoración del 50 aniversario del Desembarco,