Lo hacen ya en Alemania y, si empiezan allí, dentro de poco lo copiaremos todos en Europa. Manda quien manda. Aunque los «mercados» mandan mucho más que la muy despistada señora Merkel, que para no perder el voto y seguir en el poder no quiere pagar el segundo rescate de Grecia. Pero la austera hija de pastor protestante (y los votantes germanos) no se han dado cuenta todavía de que si caemos todos los del Club-Med en cascada, los jóvenes, como aprecio, por ejemplo, en mis excursiones por la provincia de Toledo, tan aficionados ellos a los BMW, no van a poder comprar más vehículos de la afamada marca bávara, con consecuencias graves para la primera potencia exportadora de la Unión.
Leo en un semanario germano que, a partir de este curso, los niños del estado federado de Sajonia-Anhalt (antigua República Democrática Alemana) tendrán que llevar al colegio el papel higiénico de casa. Que no lo pone la institución escolar, vamos; que es un derroche. Cierto es que, salvo que el antiguo reino de Sajonia (no confundir con la vecina Sajonia-Anhalt) los länder de la antigua RDA (pronúnciese, por favor, lender no lander, que la diéresis está para algo) siguen, 21 años después de la unificación, atravesando una situación muy precaria. La misma capital-estado de la reunificada Alemania, tan trendy, tan de moda para los jóvenes, porque los alquileres son baratos, porque no hay demanda, no hay trabajo y no hay inmigración, sobrevive gracias a que los otros länder le bombean 2.500 millones de euros al año. Solidarios que son ellos. Hay estados federados por no nacionalismos. Sólo uno que, además, en la era Kohl pretendía ser europeo, más que alemán.
Pero lo del klopapier, que se dice en la lengua de Lutero, parece un mal preludio. A los varios kilogramos de peso que tienen que acarrear los niños cada día hay que añadir ahora el rollo, me imagino que con portarrollos incluido.
Tal como van las cosas, dentro de poco, los niños van a tener que llevarse el profesor a casa como está forzando la señora Aguirre en la Comunidad-Estado de Madrid. Y, como diría Bertold Brecht, llegará el día en que los niños tengan que llevar el colegio en piezas prefabricadas y montarlo in-situ. Pero entonces, como aseguraba el dramaturgo germano, ya será tarde.
Y si esa es la situación en Alemania, ¿Qué estará pasando en Grecia? ¿Tendrán los niños helenos papel higiénico? Posiblemente, no. ¿Habrán vuelto como en la España de posguerra al periódico? Tampoco, porque la venta de prensa está bajando en todo el mundo civilizado y me imagino que en la vieja Helas, con los despidos masivos que impone ahora la troika, mucho más. ¿Qué harán, pues, me pregunto, los efebos del Peloponeso en caso de necesidad? Pero, claro, ¿que hacen los millones de niños de los campos de refugiados de todo el mundo? La verdad es que éramos unos privilegiados. Teníamos escuelas públicas, esforzados profesores y ¡papel higiénico gratis en las escuelas!
Ahora empezamos a darnos cuenta de lo mal que hemos hecho las cosas al endeudarnos todos, los Ayuntamientos, las Autonomías, el Estado y, ¡ojo!, los particulares también, y al elegir a unos políticos que levantan los brazos (de momento, los dos) y se limitan a cantar el tachín-tachín en la noche electoral como la que nos espera a nosotros en noviembre, para que apenas una semanas después volvamos a las protestas, el 15-D, por ejemplo. Al tiempo. No sabemos que piensa hacer el registrador de la propiedad de Santa Pola con lo del klopapier. ¡Reclamemos nuestros derechos, ya!
No es que estemos indignados, que lo estamos, es que nuestros hijos pueden volver a casa irritados. Exigimos la vuelta del papel higiénico gratis a las escuelas sajo-anhaltaneras, aunque sea de marcas blancas, de Mercadona o de Eroski, porque el paso siguiente somos nosotros ¡Se solidario!! Únete!¡No a los recortes, ni en profesorado, ni en papel higiénico, claro!