El acuerdo de Schengen supuso todo un hito para la historia de la Unión Europea desde el punto de vista de la libertad y la hermandad de sus pueblos. Nació con el objetivo de crear una zona de libre circulación, con la supresión de las fronteras comunes e interiores de los países firmantes, y potenciar sus fronteras externas con la finalidad de luchar contra la sinmigración ilegal de estados no miembros de la UE. Además en él los diferentes estados se comprometieron a equilibrar sus normativas sobre prohibiciones y restricciones y a adoptar las medidas necesarias encaminadas a reforzar la seguridad de sus habitantes.
Una Europa sin fronteras
El acuerdo de Schengen fue firmado el 14 de junio de 1985 por cinco estados de la entonces Comunidad Económica Europea (CEE): Alemania, Francia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo, mientras que el convenio de aplicación del acuerdo no se firmaría hasta 1990, cuando se definirían las condiciones y las garantías de aplicación de esta libre circulación de personas. Entró en vigor el año 1995.
En los años anteriores a la firma del Tratado de Ámsterdam en 1997, los restantes Estados miembros de la Unión Europea, excepto Reino Unido e Irlanda, firmaron protocolos de adhesión al Convenio de Schengen.
Dos años después, cuando entró en vigor el Tratado de Ámsterdam, el acervo de Schengen se incluyó jurídica e institucionalmente como protocolo anexo a dicho Tratado. Todos los países que se han incorporado a la UE han aplicado el Acuerdo. El 1 de Mayo del 2004, Chipre, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta, Polonia, Eslovenia, Eslovaquia y la República Checa y posteriormente Rumanía y Bulgaría el 1 de enero de 2007, se sumaron a este gran proyecto de una Europa sin fronteras donde unos 400 millones de europeos, de 22 países de la Unión Europea y también de Suiza, Noruega e Islandia, pueden desplazarse con libertad por un espacio 7.721 kilómetros de fronteras terrestres y 42.673 kilómetros de marítimas.
Cómo funciona
De acuerdo a las condiciones establecidas por el Acuerdo y completadas por el Convenio, los nacionales y residentes legales de cualquiera de los países miembros firmantes pueden viajar libremente entre esos países. Mientras que por otro lado, los viajeros de países extra-comunitarios, que tengan su pasaporte al día y sin visa de turista, pueden ingresar y continuar su estancia hasta 90 días cada seis meses en el espacio Schengen. Además tendrán que tener otras condiciones: pasaje de ida y vuelta, una disponibilidad mínima de 50 euros diarios, más el valor del alojamiento.
Una vez finalizado ese período, debe salir del espacio Schengen y sólo se puede regresar si ha permanecido un mínimo tres meses fuera. Unas condiciones importantes para entrar en Europa desde cualquiera de sus principales puntos de acceso, sobre todo desde aeropuertos internacionales.
Especial importancia cobra el Sistema de Información de Schengen o SIS, con sede en Estrasburgo. Una especie de «gran hermano» europeo que permite tener controlados tanto los objetos como a las personas por las autoridades competentes de cada estado miembro. Una gran base de datos que guarda descripciones de pasajeros y pertenencias o mercancías transportadas gracias a los diferentes controles de fronteras, aduanas y controles de policía.
Las particularidades de Reino Unido e Irlanda
De acuerdo con el protocolo adjunto al Tratado de Ámsterdam, Irlanda y Reino Unido decidieron participar, con ciertas peculiaridades, en Schengen y optaron por no ceder en su totalidad la libertad de sus fronteras. Ambos países decidieron vigilar con recelo las entradas a sus territorios.
En marzo de 1999, Reino Unido pidió cooperar en algunos aspectos, al igual que Irlanda, como por ejemplo, la cooperación policial y judicial en materia penal, en la lucha contra los estupefacientes y en el Servicio Secreto de Inteligencia (SIS). Un año más tarde y por decisión del Consejo se accedía a la petición británica.
Actualmente para viajar a estos dos países se tienen en cuenta factores como la nacionalidad del viajero, el motivo del viaje y el tiempo de permanencia previsto, además la Embajada puede solicitar documentación adicional.
Reino Unido, por ser miembro del Acuerdo de Schengen, exige a los turistas la tenencia del visado Schengen y un seguro de viaje obligatorio para poder acceder al país, excepto a aquellos viajeros que se encuentren en tránsito, que no lo requieren, siempre y cuando no permanezcan más de 24 horas y que cuenten con pasaje de avión de vuelta.
El visado le facilita al viajero el ingreso y el libre tránsito, pero no proporciona un derecho automático a ello ya que el oficial de control de migraciones en el puesto fronterizo de entrada posee la potestad de denegar o autorizar el ingreso al territorio, o bien exigir documentación adicional acreditativa de su situación financiera, ya sea por medio de extractos bancarios, cheques de viajero, tarjetas de crédito internacionales..., del pasaje de avión, u otros documentos acreditativos.
La seguridad de la Unión, en entredicho
El espacio Schengen es para los europeístas un importante logro en el proceso de construcción de un mismo espacio europeo, pero para los euroescépticos se trata de un acuerdo que puede abrir la puerta a la proliferación de actos delictivos.
Así lo declaraba en 2008 para la BBC el jefe de policía de Merseyside (Inglaterra), Bernard Hogan, que defendía que la eliminación de los controles aéreos había repercutido en beneficios para muchos «criminales de segunda división» y había aumentado las causas delictivas. Esta eliminación de fronteras es, para algunos, sinónimo de inseguridad en la Unión.
La unificación de criterios jurídicos para poner en marcha el acuerdo no ha podido suprimir la multitud de matices que se dan en las legislaciones de cada país. Cada estado tiene sus propias normas internas y no hay uniformidad real en el ejercicio de esos controles externos. Los detractores de Schengen defienden que quienes pretenden ingresar en la Unión Europea pueden aprovechar estas diferencias para entrar por la frontera que ofrece menos dificultades.
Este es el caso de la inmigración irregular, condicionada por factores geográficos que facilitan o dificultan la entrada en el espacio Schengen, es decir mares, ríos o bosques, así como la falta de una política encaminada a detectar cuales de las múltiples fronteras existentes son de más o menos complejidad para cruzarlas.
En 2003 y con un presupuesto de casi 1.000 millones de euros, se puso en marcha el «instrumento financiero para Schengen», con la finalidad de ayudar a los países del Este a modernizar y actualizar sus controles de fronteras y sistemas de información. El principal receptor fue Polonia, país en el que entra un gran número de sin papeles procedentes del Este y de Asia. Pese a ellos, los medios de comunicación polacos, como el diario Nasz Dziennik, han puesto en duda la efectividad de este instrumento y denuncian que la mafia ucraniana sigue operando en la que es una de las principales puertas de entrada a la UE.
Para hacer frente a esto, la agencia europea para el control de las fronteras exteriores, FRONTEX, inició el pasado año una política unificadora de criterios, sobre todo en los espacios marítimos, con el objetivo de frenar las llegadas masivas de inmigrantes por mar como las que se produjeron en el año 2006. Sergio Delgado para euroXpress