Entrevista con David Picazo, corresponsal en París de TVE
euroXpress.- El tiempo se agota y las posiciones del gobierno y los sindicatos se mantienen encontradas, mientras el conflicto se extiende. ¿Qué está pasando en Francia?
David Picazo.-Los sindicatos están presionando todavía más ante esta polémica reforma de las pensiones, que debe pasar el trámite parlamentario esta semana en el Senado y luego en la Asamblea Nacional. La cuestión es que ha habido récord de participación en las movilizaciones: 3 millones según los sindicatos; más de un millón, según la policía. Pero más allá de la protesta en la calle, aunque los sindicatos siguen teniendo un importante suelo, ha habido más elementos que han sumado a la contestación social: la huelga de los transportes y la falta de carburante que afecta no sólo a los conductores, sino también a las calefacciones cuando ya empieza el frío, y la participación de los sindicatos de estudiantes, que es un riesgo porque entre esos jóvenes se mezclan los alborotadores que ya han provocado disturbios anteriormente. El miedo es que se despierte la banlieu, que en 2005 ya causó problemas. Por eso se han encendido las alarmas.
eXp.-Algunos ven estos días en París el comienzo de otro mayo de 68. ¿Hay similitudes?
D.P.-Hay un partido anticapitalista que promete eso, pero yo creo que estamos lejos. Los sindicatos también temen que si el conflicto se endurece puedan perder algo que ya tienen ganado, que es el respaldo de la opinión pública. Los sondeos hablan de un 60% o 70% de apoyo de los franceses. Pero si hay problemas de abastecimiento o actos violentos el riesgo de resquebrajarse ese apoyo está ahí. De hecho, todos los sindicatos van juntos ahora, pero algunos ya empiezan a dudar sobre el endurecimiento del conflicto. La verdad es que no se sabe hasta dónde van a llegar.
eXp.-¿La inflexibilidad de Sarkozy responde a una fuerza real o empieza a sentirse acorralado?
D.P.-Él pensaba que la protesta se iba a desinflar y no se ha desinflado. Luego se ha añadido el problema de los carburantes y los estudiantes, que hacen mucho ruido. Sarkozy confía en que cuando se llegue al final del trámite parlamentario todo se apague. A su favor juega que enseguida se entra en una época de vacaciones escolares. Aún así, no sería la primera vez que se aprueba una ley y después no entra en vigor. Ya pasó con el contrato de primer empleo, retirado tras las protestas.
eXp.-¿Se va a ver obligado entonces el gobierno francés a retirar el proyecto?
D.P.-Mi opinión personal es que los sindicatos no han apostado tan fuerte, viendo que el gobierno se muestra inflexible, para que esto se apague cuando se apruebe la ley. Algo tiene que pasar, quizá alguna cesión en el articulado de la ley. Por otra parte, Sarkozy dijo que la reforma de las pensiones era su reforma estrella y va a seguir adelante. Los mercados han asimilado ya algunos puntos de la reforma, como es el aumento de los años de cotización.
eXp.-Una movilización tan general hace pensar si, además de la reforma de las pensiones, hay mar de fondo en la oposición de la calle a Sarkozy.
D.P.-Sarkozy llega al gobierno en 2007 con una expectación mediática importante, no sólo en Francia, también a nivel internacional. Bush, en declive, Francia preside la UE, Sarkozy media en Georgia, la crisis afecta menos a Francia que a otros vecinos... Pero a partir de 2009 empiezan a salpicarle algunos escándalos como el de su hijo, que se postulaba a presidir el distrito financiero de la Defensa y algún ministro acusado de tráfico de influencias y financiación ilegal. El giro mayor se da este verano pasado hacia los temas de seguridad, con el asunto de los gitanos y un nuevo proyecto de ley de inmigración más duro. Hay un giro hacia el ala más dura de su electorado para buscar votos. Aunque no dirá hasta el año que viene si se presenta en 2012, quiere recuperar los votos que le llevaron al Elíseo, y muchos fueron de extrema derecha.
eXp.-¿El centro derecha francés apoya al presidente en su actual muestra de firmeza?
D.P.-Los sondeos dicen que Sarkozy no remonta y que los votos se van hacia el ultraderechista Frente Nacional. La popularidad del presidente no sube y, en cambio, sí la de su primer ministro, Fillon, que es un técnico. Ocurre que Sarkozy se involucra en la política del día a día del Consejo de ministros y eso lleva consigo un desgaste. De hecho, él se presentó como el presidente que iba a cambiar Francia. Todo eso provoca, si no dudas, sí que haya personas que se planteen si Sarkozy será el candidato idóneo en las elecciones de 2012. Pero como tampoco se sabe quién será el candidato socialista, pues empiezan las quinielas. Puede ser, su primer ministro o el presidente del grupo parlamentario, que ya se postula para 2017. Aquí todo son cábalas.
eXp.-¿Cree que lo que ocurre en Francia puede tener consecuencias en otros países de la UE, bien por temor de los gobiernos a la contestación o por animar a los sindicatos a rechazar en la calle reformas similares?
D.P.-La reforma de las pensiones se está promoviendo en todos los países. El aumento de la esperanza de vida hace que casi todos los sistemas de pensiones sean deficitarios, pero una contestación en la calle del 70% demuestra que no es bueno llevar las reformas adelante, en determinados momentos, porque al final se paga. Por mucho que haya una mayoría parlamentaria detrás, como dicen aquí en Francia. Pero en la UE casi nada se mueve sin el visto bueno de Merkel y Sarkozy. Y ya se ha comprobado que Sarkozy es un hombre a tener en cuenta no sólo en la política interior, también en el ámbito internacional. Sarkozy va a presidir el G20 en noviembre y luego el G8 y lanzaría un mensaje de debilidad, o así se entiende en el Elíseo, si no consiguiera sacar adelante una reforma en su país, cuando luego va a dirigir al grupo de países más poderosos del mundo. Todo eso va a coincidir con la remodelación de su gobierno. En teoría Sarkozy va a aprovechar esa catapulta, por así llamarlo, para estar en la escena internacional y dejar un gabinete más de confianza para la política interior.