Este domingo, el UMP de Sarkozy revalidó su triunfo en la primera vuelta al conseguir el 45,2% de los votos, según los datos oficiales con el 99% de las circunscripciones escrutadas. El actual partido en el poder, el Partido Socialista y la izquierda en general, son los grandes derrotados en estos comicios, con el 31,9% de sufragios, perdiendo hasta la mitad de sus Gobiernos departamentales. Los ultraderechistas del Frente Nacional consolidan su ascenso con el 22,3% de apoyos, aunque con una fuerza relativamente menor que en la primera vuelta.
El triunfo con un mayor margen del centroderecha se ha visto ampliado, en gran parte, como consecuencia de la petición de la izquierda, dividida en diferentes candidaturas, a sus simpatizantes de que apoyaran a los conservadores en las circunscripciones donde estos han mantenido duelos con el FN, con el único objetivo de frenar el avance de la ultraderecha de Marine Le Pen. Algo contrario a lo que ha solicitado Sarkozy, que pidió a los suyos la abstención en duelos entre la izquierda y la ultraderecha. Manuel Valls ha calificado de «falta moral y política», la postura del ex presidente.
Para Sarkozy los resultados de estas elecciones son un comienzo de su regreso al Elíseo e indican que «la alternancia está en marcha y nada la detendrá», a la vez que ha calificado al Partido Socialista de Francia como «el socialismo más arcaico de Europa». Desde el gobierno, hacen otra lectura de los resultados y Valls achaca la caída de votos a la dispersión de izquierda. Aunque también ha reconocido que «el paro, los impuestos y la carestía de la vida en Francia», han jugado en su contra.
La tercera líder política en lograr mejores resultados y que ha conseguido romper con el tradicional bipartidismo en Francia, Marine Le Pen ha calificado los resultados de «históricos, excepcionales». Aunque no ha conseguido que su partido dirija ningún departamento.
Hay otros protagonista en las elecciones departamentales francesas. El dato de la alta abstención que ha llegado hasta el 50% y la distribución de fuerzas por todo el mapa francés. Si en 2012 los socialistas dominaban prácticamente desde los Pirineos hasta París pasando por todas las regiones, ayuntamientos y en el Parlamento, es ahora la suma de la derecha y la ultraderecha la que cambia el color del mapa político de Francia, a gran distancia de la izquierda.
Una tercera derrota de los socialistas desde que la UMP arrebatara la mayoría del poder municipal a los socialistas en marzo de 2014. Tres meses después, el FN fue el partido más votado en las europeas, seguido por la UMP y ahora, los socialistas sufren una nueva derrota en las elecciones departamentales perdiendo la mitad de los 61 departamentos que gobiernan que pasan al centroderecha (controlará de 68 a 70), entre ellos algunos feudos tan simbólicos de la izquierda como Corrèze, que presidió François Hollande entre 2008 y 2012, o Essonne, la cuna electoral de Valls.