Mariana Castaño, París
Los que esperaban que Nicolas Sarkozy desvelara este domingo en la televisión su futuro político se volvieron a quedar en ascuas, aunque a menos de tres meses de las elecciones presidenciales (22 de abril la primera vuelta y 6 de mayo la segunda) casi todos dan por hecho que será él el candidato de su partido, la conservadora Unión por un Movimiento Popular (UMP). A pesar de la insistencia de Claire Chazal –una de los cuatro periodistas que condujeron la entrevista–, Sarkozy se aferró a su papel de presidente, llegando a decir incluso que hasta el 16 de marzo (tope para presentar candidatura), «fíjese si hay tiempo de declararse candidato». Y es que como suele pasar en esta competición el que más tiene que perder es el candidato saliente, por eso Sarkozy se aplica la receta y retrasa el momento de salir al ring no vaya a ser que en la pugna se le arrugue demasiado pronto la chaqueta presidencial. «Yo estoy aquí como jefe de Estado, para explicarle a los franceses donde estamos y qué hay que hacer», insistía un Sarkozy que antes que nada, dijo, quería hacer «pedagogía» sobre la crisis.
Sarkozy presentó a los franceses un panorama ligeramente optimista: «No estamos tan mal como en España», aseguró. «La crisis financiera se está suavizando», «los esfuerzos que hemos hecho están teniendo su fruto», «ya no estamos al borde del precipicio» en Europa, concluyó. Sarkozy se mostró convencido de que lo mejor para la Unión Europea, es «que Francia y Alemania sigan siendo el motor de Europa» y para ello hay que «crear un círculo de estabilidad en torno a nuestros dos países».
Pero el que no se haya declarado abiertamente candidato, no quiere decir que Sarkozy no esté en campaña. En medio de «la peor crisis que ha conocido el país en su historia», el presidente anunció tres medidas para relanzar la competitividad, de la que adolece la quinta economía mundial y segunda europea. Si el jueves fue el candidato socialista, François Hollande, que va primero en las encuestas, el que presentó las líneas maestras de su programa electoral, el domingo, Sarkozy, anunció, primero, que para resolver el problema de la vivienda aumentara un 30 por ciento la edificabilidad de terrenos y construcciones ya hechas. Además, dijo, «los empleos de la construcción no se pueden deslocalizar». La segunda medida es la creación de un «Banco industrial», para facilitar el crédito a las empresas y frenar la «sangría» de empleos a países donde los costes de producción son más baratos. La tercera medida anti-crisis de Sarkozy es, «como en Alemania», favorecer el empleo de jóvenes mediante contratos de formación que valdrán bajadas de impuestos para los empresarios. Y es que «lo que ha funcionado en otros países, ¿por qué no va a funcionar en Francia?», repite Sarkozy.
Sin embargo, el anuncio que más se esperaba, o se temía, era la confirmación de un aumento de 1,6 puntos del IVA, que pasará al 21,2 por ciento y que no afectará a los productos con el IVA reducido como la alimentación. Esta subida busca compensar los 13.000 millones de euros que el Estado francés dejará de ingresar por la otra gran medida «pro-competitividad» y «anti-deslocalización» del gobierno actual: la exoneración parcial de las contribuciones a la seguridad social de las empresas. Para justificar esta reducción de costes para los empresarios, Sarkozy volvió nuevamente a poner el ejemplo de Alemania. «En Alemania por un trabajador con un salario de 4.000 euros, el empresario tiene que cotizar 840 euros, en Francia el empresario tiene que pagar el doble» a la Seguridad Social. «No es una cuestión ideológica, si no lo hacemos las fábricas van a desaparecer» de Francia, sostiene Sarkozy que añade, «yo no haré como Jospin» (ex primer ministro socialista), que ante la deslocalización decía «no podemos hacer nada».
La otra medida que anunció Sarkozy fue la posibilidad de que en cada empresa, trabajadores y empresarios se pongan de acuerdo en adaptar las condiciones de trabajo y salario al contexto económico, «porque de nada les sirve que hablemos del poder adquisitivo a los franceses si se quedan en paro». Se abre así la puerta a que si una mayoría de los trabajadores lo aceptan, en una empresa se amplíen las horas de trabajo y se reduzca el sueldo. Serán acuerdos internos que «estarán por encima de la ley», aseguró Sarkozy. En la práctica, le preguntaron los periodistas «¿esto es el fin de las 35 horas semanales de trabajo?» (medida del Partido Socialista cuando gobernaba en Francia). Sarkozy respondió diciendo que las 35 horas no han sido más que «una catástrofe» para el país, «y que nadie en el mundo las ha copiado».
Nada más terminar la entrevista al presidente Sarkozy, en las cadenas de televisión se sucedió el desfile de reacciones. El Partido Socialista criticó la subida del IVA, haciendo un símil con la recién perdida triple A de la deuda francesa. Esta subida del IVA «es la particular triple A a la Sarkozy», una medida «antisocial, anti-económica y anti-democrática», dijo el portavoz socialista. Por su parte el secretario general del partido gobernante, la UMP, aseguró que las medidas presentadas «son la base de un plan para el futuro de Francia en los próximos años». Declaración esta que aclara la ambigüedad a la que jugó Sarkozy cuando en la entrevista dijo: «tengo una cita con los franceses de la que no me voy a desentender».