Ni en sus peores pesadillas, Bruselas podía imaginar que el resultado de las elecciones griegas no haría otra cosa que aumentar la incertidumbre de un país que parece vivir abocado a la salida del euro. Según un estudio hecho público esta semana por los analistas del banco estadounidense Citigroup, los resultados del pasado domingo -donde cabe destacar el ascenso de los partidos opositores a las medidas de austeridad- eleva hasta un rango de entre el 50% y el 75% las posibilidades de que Grecia finalmente acabe abandonando el euro.
En medio de este panorama, los dos grandes partidos griegos, el conservador Nueva Democracia y el socialista Pasok, defensores de los ajustes impuestos por la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo, no tienen apoyos suficientes para formar gobierno. Antonis Samaras, líder del partido más votado, ya ha renunciado a intentarlo. El ascenso de los partidos antieuropeos echa por tierra sus planes de ser el nuevo primer ministro griego.
Niño rico de familia reivindicativa
A sus 61 años, el presidente de Nueva Democracia (ND) es una figura política controvertida en Grecia, más importante por sus silencios que por sus discursos. Para muchos, su carácter serio y poco dado a las comparecencias públicas y las entrevistas –sobre todo a medios extranjeros- esconde tras de si un político frío y calculador al detalle, que se reúne siempre con un pequeño grupo de confianza.
Representante de la derecha clásica griega, este economista educado en EEUU y de familia acomodada –su padre era un reputado profesor de cardiología y su tío, diputado en el Parlamento- mostró desde su época de estudiante una gran afinidad hacia el mundo de la política. Los que le conocen afirman que el hecho de que su bisabuela Penélope Delta, una célebre autora de libros patrióticos para niños, se suicidara en 1941 al no poder soportar ver a tanques alemanes desplazándose por las calles de Atenas durante la Segunda Guerra Mundial, marcaría su carácter personal y político. Antes había estudiado primaria en Athens College, un prestigioso centro fundado por Stephanos Deltas, intelectual del S.XIX y bisabuelo materno.
Su carrera política ha ido in crescendo con el paso de los años. En 1977 se convirtió con tan solo 26 años en el diputado más joven de la historia del Parlamento heleno. Y fue en los 90 cuando capitanea diversos ministerios griegos como el de Finanzas y el de Exteriores para recalar en Cultura en 2009. Sonada fue su tajante postura en 1992 sobre la «cuestión de Macedonia» cuando se negó a que la exrepública yugoslava adoptase ese nombre tradicional griego.
Incluso inició su propio partido llamado «Primavera Política», con fuertes similitudes a ND. En sus primeras elecciones, allá por al año 1993, obtuvo casi un 5% de los votos y 10 escaños en el Parlamento Griego. Un oasis en medio de su ambición política. En las siguientes elecciones, bajaría al 2.94%, no pudo entrar en el Parlamento y decidió volver a ND, donde se mostraron encantados con su vuelta.
Cuentas falsas y evasión de impuestos
Pese a votar en contra, en un principio, del primer paquete de rescate a Grecia, las líneas de actuación de su gobierno han estado centradas en los recortes tributarios, en las medidas para impulsar el crecimiento, la reducción del déficit y la deuda, impuesta por el segundo rescate de la Unión Europea. Sus detractores no ven con buenos ojos que sea él mismo el que maneje este tinglado de exigencias ya que achacan a la primera época de gobierno de su partido como el inicio de todos los males actuales de Grecia, donde incluso falsearon las cuentas públicas que se enviaron a Bruselas durante la etapa del primer ministro Kostas Karamanlis.
Desde que en 2009 el país entrara en recesión tras 15 años de crecimiento y su déficit presupuestario se disparara al 15,4% del Producto Interior Bruto (PIB), las criticas hacía Samaras se fueron acentuando. Le acusan de no controlar una de las grandes causantes del caos helénico: la tremenda evasión de impuestos donde uno de cada tres griegos llegaba a no declarar absolutamente nada y no dar un solo euro por estos.
Durante esta pasada campaña, su discurso ha seguido por la inexorable línea del conservadurismo que tanto le ha caracterizado hasta radicalizarse buscando nuevos votos. Ha defendido la necesidad de «borrar tabúes» sobre Dios y la «tierra madre», ha criticado la inmigración ilegal e incluso se ha mostrado a favor de revocar la Ley de Ciudadanía de 2010 que da la nacionalidad a la segunda generación de extranjeros. Sus palabras no pudieron ser más contundentes, «nuestras ciudades han sido tomadas por inmigrantes ilegales y debemos retomarlas».
Ha servido de poco. Tras fracasar en su intento de pactar un ejecutivo sostenible, ha dicho a la prensa griega: «Fuimos los primeros en avisar de las consecuencias del programa (de austeridad), fuimos los primeros en decir que podría suponer un riesgo de ingobernabilidad».