La moción presentada por la Unión Social Liberal –coalición entre los socialdemócratas del PSD y los liberales del PNL- prosperó por sólo cuatro votos de diferencia gracias al apoyo de múltiples parlamentarios tránsfugas del partido conservador en el gobierno, PDL.
El próximo 7 de mayo se votará en el Parlamento la investidura del con toda probabilidad próximo primer ministro del país, el socialdemócrata Victor Ponta.
Ponta, joven ex fiscal de 39 años y doctor en derecho penal internacional, dirige el PSD desde febrero de 2010. En repetidas ocasiones ha afirmado que comparte las propuestas económicas de Hollande y del premio Nobel de Economía Stiglitz: «El mantenimiento de las políticas de austeridad no representa la mejor elección para evitar la recesión, y la emisión de bonos debería ser una parte de la estrategia fiscal». Está, por tanto, de acuerdo con quienes exigen una renegociación del pacto fiscal y de establecer como prioridad el crecimiento, por delante de la austeridad.
Respecto a la cohabitación con el presidente conservador del país, Traian Basescu, ha declarado: «No pretendo que haya una relación personal con él, pero la relación constitucional e institucional no sólo es posible sino también deseable». Dicha cohabitación durará hasta la celebración de las elecciones legislativas de noviembre, donde las encuestas predicen una arrolladora victoria de la coalición USL con más del 52 por ciento de los votos y un descalabro de los conservadores del PDL, a quienes esos mismos sondeos no otorgan más del 18 por ciento de los votos.
Las consecuencias inmediatas del cambio de gobierno no se han hecho esperar: la moneda nacional se depreció a su máximo histórico respecto al euro y la misión enviada por el FMI y el Banco Mundial para evaluar el préstamo de 13.000 millones de euros acordado al país en 2009 decidió congelar las negociaciones hasta la clarificación de la postura del nuevo gabinete.
Lo que parece estar claro es que la aplicación de unas medidas de austeridad draconianas desde 2010 –subida del IVA del 19 al 24 por ciento, reducción de los salarios al funcionariado del 25 por ciento o congelación de las pensiones- no han servido para frenar la crisis del país y el descontento de sus ciudadanos.
Si el 6 de mayo se ratifica la victoria de Hollande en Francia, podríamos estar ante un nuevo planteamiento keynesiano de salida de la crisis, o cuanto menos ante el fin del dogmatismo de la austeridad planteado por Angela Merkel. Rumanía ha dado un paso más hacia la primera opción.