BOGOTÁ, (IPS) - Tras su liberación, el periodista francés Roméo Langlois dejó sentado su descontento porque la guerrilla lo calificó como «prisionero de guerra». Esto evidencia que el debate sobre las palabras de la guerra en Colombia no solo se da entre quienes esperaban ansiosos su regreso, sino también en la selva.
Langlois, corresponsal del canal France 24 y del diario francés Le Figaro, dijo que «aceptaba las disculpas» que le presentaron las insurgentes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) por el calificativo inicial «y por tenerme tanto tiempo».
«Hoy me presentaron disculpas las FARC, y las FARC no tienen la costumbre de pedir disculpas, así que las acepté», dijo a la emisora colombiana Caracol Radio, poco después de ser liberado este miércoles. Los guerrilleros «no sabían cómo llamarme», agregó, «pero sí, me sentí prisionero».
El periodista también narró, sin dar detalles, que hubo cálculos políticos que demoraron su liberación, en lugar de dar prioridad a los principios humanitarios.
«Luchan pobres contra pobres»
Una vez liberado, Romeo Langlois habló de las condiciones que tuvo que soportar en los 32 días que estuvo en poder de las FARC. «Nunca me han amarrado. Siempre me han tratado como a un invitado (...), siempre han sido muy respetuosos», afirmó.
En cuanto a las circunstancias en las que se dio su retención, el periodista contradijo la versión oficial según la cual el laboratorio, que era objeto de su reportaje, pertenecía a las FARC y tenía capacidad para producir varias toneladas de clorhidrato de cocaína.
«Era un pequeño laboratorio, de un campesino» que «obviamente vivía de eso», aseguró
También denunció que alrededor de su aprehensión se ha hecho «mucha política de muchos lados». «Me parece triste que haya que retener gente para que la gente venga a esta zona» indicó, refiriéndose al abandono en el que viven los pobladores de San Isidro, la aldea donde fue liberado en el sureño departamento del Caquetá.
«Hay que seguir cubriendo este conflicto, y en la primera línea de combate», Instó. Luego invitó a sus colegas a contar no solo los éxitos militares sino también el cansancio y el terror de los soldados cuando llegan a combatir a una región desconocida.
Langlois dijo que «ojalá el ejército siga llevando gente (periodistas)» a sus operativos, y exhortó a sus colegas a «acercarse» también a la guerrilla para reflejar la vida de los combatientes.
Por último, el reportero francés sostuvo que esta es una guerra en la que luchan «pobres contra pobres», «no hay buenos y malos, sino gente pobre que por razones determinadas toman las armas y todos creen que están haciendo lo justo».
El 20 de este mes, la guerrilla reivindicó su «pleno derecho a detener e investigar» a un civil que, en medio de un combate y en una operación militar, «viste uniforme del enemigo y lo acompaña».
Las FARC atacaron el 28 de abril el helicóptero militar en el que viajaba Langlois con el objeto de cubrir una operación antinarcóticos. Como condición para abordar la nave, tuvo que vestir un chaleco antibalas y un casco militar. Al quedar en medio del fuego cruzado y resultar herido, se despojó de ambas prendas, se identificó como civil y periodista y se entregó a la guerrilla, que lo atendió de una herida en el brazo.
Langlois fue entregado este miércoles a una misión humanitaria compuesta por un delegado del gobierno francés y la exsenadora colombiana Piedad Córdoba, y coordinada por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).
En realidad, la categoría «prisionero de guerra» jamás puede aplicarse a un civil
Uno de los meollos de estos asuntos del lenguaje es que en los conflictos armados no internacionales definitivamente no tienen cabida algunos términos que se aplican en las guerras entre países.
Un ejemplo es, precisamente, el concepto «prisionero de guerra» que, según el derecho internacional humanitario (DIH), solo aplica en rigor a combatientes que son capturados en enfrentamientos bélicos entre países. La razón de por qué es así, es que «las normas del DIH para conflictos armados no internacionales se han redactado con mucha cautela», nos dice el experto en el tema Alejandro Valencia Villa.
Muchos Estados han mirado con desconfianza el surgimiento de las normas del DIH para conflictos internos armados, como el colombiano. Como en todo tratado internacional, se trataba de atraer la firma a la mayor cantidad de países, para darle validez. Por ello, se buscó no «generar asperezas a los países, de tal modo que estos puedan argumentar que no aplican esas normas», señala el jurista.
«A veces el derecho expropia las palabras», dice la coordinadora del Departamento Jurídico del CICR en Colombia, la peruana Marisela Silva. «Entonces les da un contenido estricto y, si se utiliza esa palabra, significa algo», explica.
Así que hay términos que a la luz del DIH «significan una cosa y que deben utilizarse en un contexto determinado y no en otro, porque si no se incurre en imprecisiones», mantiene.
Silva habla de «los 'fantasmas' del DIH, es decir, malos entendidos, terminología inapropiada que muchas veces genera confusión sobre las consecuencias jurídicas de una situación específica». «Los conflictos armados no internacionales son mucho más sensibles» que las guerras entre países, añade, «y, por lo mismo, se emplea un vocabulario inadecuado». Y continúa «las personas detenidas en el marco de un conflicto armado no internacional son 'personas privadas de libertad a raíz del conflicto'».
Subraya que «el término 'secuestro' no es un término del DIH», sino que corresponde a la legislación interna de distintos países, «pero que no tiene connotación alguna en el DIH». Por otra parte, «la toma de rehenes es una conducta prohibida por el DIH» y «significa una privación arbitraria de la libertad, en particular de personas civiles», apunta.
Además es asunto delicado, porque es un crimen de guerra para la Corte Penal Internacional
Una aprehensión producida por casualidad o de manera no buscada, como en el caso de Langlois, se convierte en toma de rehenes cuando se cumplen simultáneamente tres hechos: si la privación de libertad es arbitraria, si no existe voluntad de poner a la persona en libertad y en el momento en que se le ponen condiciones a la liberación.
La portavoz del CICR en Colombia, María Cristina Rivera indica que «precisamente, para no entrar en ese debate, de analizar caso por caso si es o no una toma de rehenes, en el CICR empezamos a utilizar un término más neutral, que es 'personas en poder de'». Finalmente, hay palabras del léxico político que tampoco existen en el DIH, como el apelativo «terrorista».
*Con la colaboración de Camilo Segura Álvarez