En el centenario de Robert Capa
Dice el periodista Jean Lacouture en el prólogo al libro Robert Capa (Lunwerg. Photopoche) que André Friedmann, el fotógrafo nacido en Hungría y nacionalizado americano, conocido por su seudónimo de Robert Capa, tenía la audacia del actor Errol Flynn, la locuacidad del periodista y escritor Joseph Kessel, la jovialidad de Ernest Hemingway y la fantasía del actor Ives Montand. Además, habría que añadir, un marxista (de Groucho Marx) sentido del humor y un desapego a la vida cuando menos desconcertante, a juzgar por su pasión por las mujeres, el juego y el alcohol.
Hay una biografía excelente de Richard Whelan que recorre la vida de Capa desde su salida de Budapest cuando Hitler se anexionó Hungría (mi ascendencia judía estaba bien cubierta con dos abuelos judíos por cada costado), hasta su muerte en 1954 al pisar una mina cuando hacía un reportaje sobre la guerra de Indochina para la revista Life. Había nacido el 22 de octubre de 1913, hace ahora 100 años.
Los orígenes
Capa había aprendido fotografía con Eva Besnyö, vecina del ruinoso negocio de sus padres en Budapest, y después estuvo influido por el vanguardista Lajos Kassák. Trabajó para la agencia Dephot de Simon Guttman, para la que hizo su famoso retrato a Leon Trotski en1932 (famoso porque la entrada de fotógrafos había sido prohibida y Capa obtuvo la foto de forma clandestina). La foto fue publicada en el Berliner Illustrierte Zeitung y dio a conocer a Capa en el ámbito de un fotoperiodismo entonces emergente. Cuando los nazis tomaron el poder en Alemania, Capa, como muchos otros fotógrafos, se marchó a París. Vivió en condiciones precarias hasta que tuvo la oportunidad de viajar a España para hacer fotografías de la guerra civil.
Aquí hizo la famosa fotografía del miliciano alcanzado por un disparo en el cordobés Cerro Muriano el 5 de septiembre de 1936, conocida como «El soldado caído» o «Muerte de un miliciano», aunque algunas teorías ponen en duda la autenticidad de la muerte del soldado y creen que la fotografía es fruto de una previa puesta en escena (véase el documental «La sombra del iceberg» de Hugo Doménech y Raúl M. Riebenbauer).
El trabajo en España, reproducido por las más importantes revistas europeas y americanas, supuso el empuje definitivo hacia la cima de una carrera que en la actualidad se considera ejemplar en la historia del fotoperiodismo. Con las fotografías de nuestra guerra civil Capa publicó su libro «Death in the making». En su dedicatoria se lee «A Gerda Taro, que pasó un año en el frente de España y se quedó». Gerda, su compañera desde los años de París, murió durante la guerra civil española víctima de un desafortunado accidente mientras cubría la batalla de Brunete.
En la segunda guerra mundial
En «Ligeramente desenfocado» (La Fábrica), un relato autobiográfico, Capa dejó constancia de su actividad en varios frentes durante la Segunda Guerra Mundial, desde 1942 hasta la liberación de Berlín en 1945. Su participación en la guerra se inició con la propuesta de la revista Collier's cuando estaba a punto de ser expulsado de los Estados Unidos.
Desde entonces cubrió en varias etapas y para otras revistas (Life, Weekly Illustrated, etc.) algunos de los frentes más destacados de la contienda: el norte de África (fue el único fotógrafo que consiguió una imagen de la captura de Rommel), Sicilia (se lanzó en paracaídas con los soldados que tomaron la isla), Nápoles y, sobre todo, el desembarco en las playas de Normandía el 6 de junio de 1944, acompañando en la primera oleada a los soldados de la compañía E.
El capítulo IX de sus memorias, dedicado a este episodio, resume el estilo, la personalidad y la manera de trabajar de este fotógrafo. Incluso su sentido del humor, que tiende a manifestarse en los momentos más dramáticos (veo a mi madre en el porche de mi casa, saludándome y agitando mi póliza de seguros...; tropas anfibias quería decir una sola cosa: pasarlo mal en el agua o pasarlo mal en tierra firme...).
Por desgracia, de las 106 imágenes que tomó durante el desembarco sólo se salvaron 8, ya que un error en el proceso de revelado del laboratorio estropeó el resto. Estuvo también en Nápoles y Montecassino y entró en el París liberado a bordo de un tanque estadounidense pilotado por republicanos españoles. Continuó con el ejército de los Estados Unidos hasta Bélgica y, en marzo de 1945, se lanzó en paracaídas con las tropas norteamericanas sobre Alemania durante su avance por el Rin.
Después de la guerra, en abril de 1947 fundó la Agencia Magnum con Cartier-Bresson, George Rodger, David Szymin, que cambiaría su apellido por el de Seymur y que firmaba con el seudónimo Chim, William Vandibert y dos administradores, María Eisner y Rita Vandivert. En 1948 viajó a Rusia, Ucrania y Georgia con John Steinbeck para hacer las fotografías para un libro de este escritor. Una de las mejores biografías de Capa es «Sangre y champán. La vida y época de Robert Capa», de Alex Kershaw.
Sobre la vida del fotógrafo, la escritora española Susana Fortes escribió su novela «Esperando a Robert Capa» (Planeta), que sigue fielmente la trayectoria biográfica de Capa y Gerda Taro desde el momento en que se conocen (en un París lleno de refugiados que huyen de los totalitarismos) hasta la trágica muerte de ambos.
Los últimos años
Dicen quienes lo conocieron que su vida cambió tras la muerte de Gerda Taro. Capa nunca superó el trauma de esta pérdida, que le empujó al juego, el alcohol y las mujeres, en las que quienes le conocieron dicen que siempre buscó a Gerda. Se incluye un romance con la actriz Ingrid Bergman (que inspiró a Hitchcock el guión de su película «La ventana indiscreta») y otro, más duradero, con Elaine, la esposa del actor John Justin.
Elaine, a la que Capa cita en sus memorias con el nombre de Pinky, estuvo a punto de casarse con el fotógrafo, pero al final de la guerra se fue con Chuck Romine, un amigo de Capa. Para entonces, el hombre de acción, que no se acostumbró a vivir en tiempos de paz, había eclipsado al amante. Capa estaba convencido de que ya no podría soportar una aburrida vida de familia.
Su frase más famosa es «si la foto no es lo bastante buena es porque no estabas lo bastante cerca». Siempre cerca de lo que quería fotografiar, murió al pisar una mina cuando cubría la guerra de Indochina sustituyendo a un compañero. Su legado fue cuidado por su hermano Cornell (también fotoperiodista en las campañas electorales de John y Robert Kennedy, en la guerra de los Seis días y en la antigua URSS) y permanece en el International Center of Photography. Su obra es frecuentemente objeto de múltiples homenajes y exposiciones en museos, fundaciones y galerías de arte.
Robert Capa en la Biblioteca Manuel López (Sala Bibliográfica y Documental Manuel López en la Biblioteca Provincial de A Coruña)