Una cumbre descafeinada que no va a quedar en los anales del medio ambiente. La ONU, escarmentada por los nulos resultados de la Conferencia de Copenhague en la que se dejó que los líderes políticos marcaran los objetivos, prefirió que fueran las diferentes delegaciones las que pactaran el documento final.
Tras meses de conversaciones el resultado ha sido un documento débil, sin objetivos claros, con aspiraciones en lugar de metas obligatorias y un conjunto vago de propósitos en torno al medio ambiente, el crecimiento económico y la inclusión social.
Tanto es así que el propio secretario general de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon ha dicho en su discurso de apertura «voy a ser franco: nuestros esfuerzos no han estado a la altura del desafío» y más tarde añadió «La naturaleza no negocia con los seres humanos», tampoco con los políticos.
El día era lluvioso pero eso no arredró a unos 50.000 manifestantes: representantes de pueblos olvidados, estudiantes, ambientalistas e indignados en general procedentes de diferentes lugares de la Tierra que exigían a los gobernantes que defiendan los derechos sociales y no apoyen el llamado «capitalismo verde».
La presidenta brasileña, Dilma Roussef, llamó a dar «pasos audaces, mostrar coraje, asumir responsabilidades». «Estamos aquí -dijo- porque el mundo demanda cambios».
Unos 86 jefes de Estado y de Gobierno han estado presentes en la inauguración de la Cumbre, Brittany Trifold, una neozelandesa de 17 años que intervino en la ceremonia de apertura les preguntó «Están aquí para salvar su imagen o salvarnos a nosotros?»
El presidente español, Mariano Rajoy, que fue presentado como el presidente de las islas Solomon, el locutor se saltó el renglón de Spain, dijo en su intervención que solo los proyectos medioambientales «viables desde el punto de vista económico» serán sostenibles, Abogó por una «economía verde» que aúne la protección del medio ambiente y la generación de empleo.
Las críticas no se han hecho esperar. Los ecologistas no entienden que pueda hablar de sostenibilidad cuando España está «promoviendo la energía nuclear, los combustibles fósiles, dando ayudas al carbón, las prospecciones petrolíferas, la fractura hidráulica, al tiempo que asfixia el desarrollo de las energías renovables».
El presidente de Francia, Fraçois Hollande, criticó «las deficiencias» del documento final, sobre todo que no se hubiera considerado una propuesta francesa para ayudar a financiar programas de desarrollo a través de un impuesto a las transacciones financieras.
Pero quizá tenía razón Brittany Trifold al preguntarse a quien quieren salvar. Muchos de los políticos que estaban en la Cumbre venían de hablar de economía en México, estaban cansados y tenían otras preocupaciones que solucionar también. Cómo François Hollande que aprovechó su encuentro bilateral con Rousseff para concretar la venta a Brasil de 36 cazabombarderos Rafale, de la empresa Dassault, que participa en una licitación compitiendo con la estadounidense Boeing y la sueca Saab.
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