Pocas y difusas son las noticias que llegan de estos países que sus gobernantes han mantenido herméticos para occidente. Helicópteros sobrevolando la capital de Baréin, Manama, puestos de control en las principales autopistas y una gran presencia de tropas han abortado cualquier conato de protestas que duran ya un mes encabezadas por musulmanes chiíes. Unos pocos centenares de manifestantes se reunieron este viernes en la aldea de Diraz, donde gritaron «abajo el régimen», las mujeres ondeaban banderas negras y sostenían copias del Corán. La policía antidisturbios los disolvió con gases lacrimógenos.
La mayoría chií, el 60% de la población, reclama una monarquía constitucional a la familia gobernante suní Al Khalifa. Baréin es el país más pequeño del golfo Pérsico y tiene una gran importancia estratégica, tiene frontera marítima con Qatar y con Arabia Saudí, el mayor exportador mundial de petróleo. Es la sede de la quinta flota de Estados Unidos que vigila de cerca a Irán .
En Saná, la capital de Yemen, decenas de miles de manifestantes se han reunido en el llamado «viernes de la partida». El presidente Alí Abdulá Salé, ha invitado a los jóvenes a formar su propio partido político y a no participar en los «partidos de las almas malvadas, débiles y enfermas que quieren destruir el país». Salé ha dicho que está dispuesto a abandonar Yemen a condición de entregar el poder en unas «manos seguras». Al parecer Salé ha estado negociando con el general Alí Mohsen, quien el pasado lunes anunció su salida del ejército para unirse a los manifestantes, y habrían llegado al acuerdo de salir ambos del país con sus familias para permitir una transición política. Pero todo son rumores.
En Siria, miles de personas han ocupado las calles con motivo de los funerales de cinco personas que murieron a manos de las fuerzas de seguridad. Los manifestantes han prendido fuego a una estatua del ex presidente Hafed al Assad, padre del actual mandatario Bashar al Assad.
Las críticas a la élite política siria han sido un tabú hasta las manifestaciones que estallaron hace una semana para reclamar libertad política y el fin de la corrupción. El ministro de Información responsabiliza a «terroristas» de los disturbios. Por su parte Amnistía Internacional denuncia que las fuerzas de seguridad han actuado con brutalidad causando la muerte de «decenas de personas».