La designación en República Centroafricana de Catherine Samba-Panza como presidenta de transición genera esperanzas en muchos de los que creen que puede sofocar los conflictos étnicos. Pero algunos analistas tienen sus dudas.
La alcaldesa de Bangui, Samba-Panza fue nombrada el lunes, en medio de episodios de violencia entre los rebeldes musulmanes Séléka y las milicias cristianas. «Como primera mujer jefa de Estado de la República Centroafricana desde la independencia del país, y con sus antecedentes especiales en materia de trabajo por los derechos humanos y mediación, tiene una oportunidad única de hacer avanzar el proceso de transición política, de unificar a todas las partes para poner fin a la violencia, y de guiar a su país hacia elecciones que no deberían ser más allá de febrero de 2015», dijo el martes el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry.
Sin embargo, algunos analistas en Washington dudan que el nombramiento de la nueva presidenta ofrezca una renovada oportunidad para la paz. «Hay una élite depredadora que ha exprimido en gran medida el país», explicao J. Peter Pham, director del Centro de África en el Consejo Atlántico, un grupo de expertos con sede en Washington. «Lamentablemente acaban de elegir a una integrante de esa elite para ser la jefa de Estado interina», añade.
Aunque Samba-Panza es cristiana, disfruta de vínculos cercanos con su antecesor, Michel Djotodia. «Ella es una de los políticos cristianos que se han alineado con los Séléka», dice Pham. Djotodia había designado en forma directa a Samba-Panza como alcaldesa de Bangui, la capital, en abril, poco después de llegar a la Presidencia.
Pero el nombramiento como presidenta interina fue hecho en el seno del Consejo Nacional de Transición, integrado por miembros nombrados exclusivamente por Djotodia. Pham cree que una presidencia de Samba-Panza plantea dudas sobre el compromiso a largo plazo de la comunidad internacional para con la República Centroafricana. «En la comunidad internacional no hay interés, así que no existe un plan a largo plazo para la misión» de paz de la Unión Africana y de Francia en este país, señala. «Por tanto, me temo que lo que estamos viendo en realidad es que se presenta esta designación de la forma más positiva posible y se usa para cubrir una retirada ignominiosa».
Por el momento, Estados Unidos sigue enviando asistencia financiera para aliviar la crisis. El lunes Washington anunció un paquete adicional de alivio de 30 millones de dólares, lo que lleva el total de la aportación estadounidense para con los esfuerzos humanitarios en República Centroafricana a aproximadamente 45 millones de dólares. Eso se suma a los 101 millones de dólares destinados a restablecer la seguridad y 7,5 millones de dólares para apoyar los esfuerzos de reconciliación.
«La quinta parte de Bangui vive ahora en un campamento vasto y miserable, mientras los ciudadanos aterrorizados buscan seguridad (para protegerse) de la violencia y los saqueos», dijo el lunes Nancy Lindborg, funcionaria de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), tras un viaje de dos días a la República Centroafricana. «El gobierno de Estados Unidos ha intensificado urgentemente nuestra asistencia para ayudar a entregar alimentos vitales, agua y ayuda médica a los más de 2,6 millones de mujeres, niños y hombres que los necesitan con urgencia en todo el país».
Violencia sectaria
La actual crisis estalló en la República Centroafricana cuando los rebeldes Séléka tomaron el control de Bangui, derrocando al entonces presidente François Bozizé e instaurando a Djotodia en abril. «Desde que los Séléka tomaron el poder en marzo han desatado una ola de matanzas, quemando aldeas enteras, saqueando y atacando brutalmente a civiles a gran escala», explica Philippe Bolopion, director en la Organización de las Naciones Unidas de Human Rights Watch (HRW). «Descienden sobre una aldea, matan a algunas personas, expulsan a todos de sus casas, saquean todo lo que pueden, queman las viviendas y se van», explica.
Djotodia intentó disolver a los Séléka para frenar sus crímenes de guerra y ataques contra civiles. «A fines de septiembre, Djotodia decidió que echaría (a los Séléka) porque se estaban saliendo de control, y entonces que las cosas fueron cuesta abajo», dice Pham. «Los echó, pero ellos no tenían ningún lugar al que ir, y él nunca contó con la lealtad del pueblo que lo había impulsado».
Los Séléka continúan operando fuera del control del gobierno y toman por blanco a civiles, lo que ha generado enfrentamientos con las milicias predominantemente cristianas. Aunque Bozizé creó inicialmente estas milicias, conocidas como «antibalaka» para combatir el pandillaje, las mismas empezaron a responder a los abusos de Séléka contra los cristianos con ataques similares contra los musulmanes, provocando una escalada rápida de la violencia.
«Ellos tomaron por blanco a civiles musulmanes solo porque son musulmanes. Sus ataques son tan brutales y feroces como los de Séléka», dice Bolopion, de HRW. «Cuando estuve en República Centroafricana en noviembre hablé con un aldeano musulmán que describió cómo las antibalaka llegaron a su casa en la mañana para sacar a sus nietos, hijos y dos esposas y los degollaron a todos».
Aunque el conflicto en República Centroafricana parece ser puramente religioso a primera vista, la designación de una cristiana a la presidencia por parte de otras personas seleccionadas por el musulmán Djotodia indica que el conflicto tiene sus matices. Pham sostiene que la violencia es en realidad étnica. «La elite política nunca tuvo a la religión como motivo de divisiones, así que esa no es realmente una fuente de conflicto», dice. «No se trata de un conflicto religioso, sino que la religión marca a los grupos étnicos». Los propios Séléka incluso han matado a musulmanes que vivían en áreas de mayoría cristiana.
Las tensiones entre los Séléka y los antibalaka llegaron a su punto de ebullición en diciembre, cuando los enfrentamientos entre los dos grupos y sus ataques contra civiles aumentaron drásticamente. Aunque Djotodia renunció el 10 de enero, en un intento de aliviar el caos, la violencia continúa despertando temores de que se produzca un genocidio. «La situación no se ha estabilizado en absoluto en el terreno, y nos preocupan mucho las represalias masivas contra la población musulmana ahora que los Séléka están en fuga», dice Bolopion. «Justo ahora, el país está al borde de la anarquía total».
Una solución de dos vías
Al continuar la violencia, los analistas presentan propuestas para ayudar a poner fin al conflicto. «Pensamos que se necesita un enfoque de dos vías», explicaó Bolopion. «Una vía es impulsar la capacidad del poder civil en el terreno. Pero también debemos trabajar en muchas tareas para reconstruir el país, como la solución a más largo plazo de reconstruir el ejército, el sistema judicial y la función básica de administración».
Actualmente, Francia tiene 1.600 efectivos en República Centroafricana, mientras que se prevé que la Unión Europea ofrezca 500 más. «Necesitan toda la ayuda que puedan recibir, porque es muy difícil», dice Bolopion. Pham señala que la ONU autorizó una fuerza de hasta 10.000 soldados, pero destaca que hasta ahora no se ha materializado ni cerca de esa cantidad. «Lo que vemos en República Centroafricana es simplemente la evaporación de las pocas instituciones que existían», señala el director del Centro de África en el Consejo Atlántico.