Ayer en un mensaje televisado, Alberto II pidió a los belgas que mantengan la cohesión del estado federal, la vocación europeísta y el apoyo al nuevo rey. En su discurso, sobrio y optimista, hizo balance de sus 20 años de reinado, destacando el desarrollo del país a lo largo de los últimos 40 años, «de forma pacífica y democrática, pasando de un estado unitario a uno federal con instituciones con mucha autonomía». Bélgica puede «mirar al futuro con confianza», dijo el rey.
Este domingo es la fiesta nacional belga, y la familia real ha terminado con una nota festiva el último día del reinado de Alberto, participando en un baile nacional en una zona popular del centro de Bruselas, donde miles de personas, ondeando la bandera nacional han cantado «gracias, Alberto».
Con una frágil salud, ha abdicado, siguiendo los pasos que hace unos meses hizo la reina Beatriz de Holanda. Atrás quedan veinte años de reinado plagados de conflictos. Ha tenido que mediar en los interminables conflictos lingüisticos y nacionales que enfrentan a valones y flamencos y ha acabado representando a uno de los pocos símbolos de unidad en un país profundamente dividido. Accedió al trono en 1993, tras la muerte repentina de su hermano Balduino, cuando estaba de vacaciones en España. Tenía entonces 59 años y una imagen frívola. Menos político que su hermano Balduino, sin embargo se ha visto obligado a intervenir en la vida política del país más allá de lo que establecen sus funciones constitucionales. Su papel mediador durante la crisis que mantuvo a Bélgica sin gobierno durante 500 días fue bien valorado por los ciudadanos. En los últimos cinco años los rumores de abdicación han sido constantes, tras pasar varias veces por el quirófano. Le sucede en el trono Felipe de Brabante, un príncipe, que como le ocurrió a él, no es especialmente deseado.
A las 10.30 de la mañana, hora belga, ha tenido lugar la firma de abdicación ante 250 invitados. Una hora y media después, Felipe ha jurado su cargo en el Parlamento, en las tres lenguas oficiales (flamenco, francés y alemán), no asistirá ningún miembro de familias reales europeas, como es tradición en el país, tampoco habrá corona ni cetro, atributos desconocidos en la realeza belga. Una vez acabada la ceremonia los nuevos reyes asistirán al tradicional desfile militar y a las fiestas populares organizadas con motivo del día nacional.