América, Oceanía, Europa... raro es el continente donde el país que gobierna James Cameron no tenga un territorio de ultramar, también considerado como colonia. Actualmente, Reino Unido está considerada por muchos como la única potencia colonial que aún queda en el planeta.
El conflicto diplomático que atraviesan los gobiernos de España y Reino Unido a raíz de la reciente crisis en Gibraltar no tiene visos de solucionarse a corto plazo y muchas son las voces que apuntan a que este podría convertirse en una de las principales y más duraderas contiendas de las últimas décadas entre Madrid y Londres acerca del famoso Peñón.
Y esta vez, no es la reivindicación de su soberanía el motivo de tal disputa. Los 70 bloques de hormigón lanzados por las autoridades del Peñón, han frenado en seco la pesca en el mar de los trabajadores españoles de la provincia de Cádiz. Un hecho, achacan estos, como respuesta de Gibraltar hacia las largas colas que tienen que sufrir los habitantes y turistas de Gibraltar para cruzar la frontera entre ambos territorios y sobre las que el gobierno gibraltareño se había quejado en repetidas ocasiones.
El gobierno de España planteó la posibilidad de cobrar una tasa de 50 euros por el paso de Gibraltar a España y la Comisión Europea (CE) no tardó en responder advirtiendo al gobierno de Mariano Rajoy que cualquier tasa impuesta en la frontera sería ilegal según la legislación comunitaria.
Por otro lado, Fabian Picardo, ministro de Gibraltar, seguía encendiendo la polémica afirmando que «el infierno se congelará» antes de que estos retiren los bloques del mar. El primer ministro británico, David Cameron y Rajoy se vieron obligados a hablar por teléfono para calmar las aguas, que siguen tan turbias o más que cuando empezó dicha disputa.
En los próximos días, una delegación de observadores de la C.E llegará al Peñón para estudiar el tema de los bloques, vigilar los controles fronterizos y las cuestiones aduaneras, que han encendido nuevamente el eterno conflicto entre ambos bandos. Pero, ¿desde cuándo se encuentran enfrentados España y Reino Unido por situaciones que tienen que ver sobre Gibraltar? ¿Es España el único país donde Reino Unido posee territorios que le ocasionan conflictos con terceros? Y la gran pregunta, ¿es Reino Unido la única gran potencia mundial que aún hoy en día posee territorios que bien podrían considerarse como colonias en pleno siglo XXI?
La inexactitud de Felipe V
Las disputas entre pescadores españoles y autoridades gibraltareñas. Tienen ya más de 300 años de historia y siempre relacionadas con la soberanía de las tierras y sobre todo de las aguas próximas a la costa.
Nos tenemos que remontar a agosto de 1704 cuando el Peñón y la Plaza gibraltareños fueron ocupados por las tropas británicas del almirante George Rooke, durante la Guerra de Sucesión española. Es, precisamente, durante verano cuando suelen «rememorarse» estos conflictos. El 13 de julio de 1713, el Peñón fue cedido al Reino Unido por el Tratado de Utrecht, del que se han cumplido 300 años y con ello la ciudad, el castillo, el puerto, la defensa y las fortalezas de Gibraltar.
Dicho tratado, firmado por Felipe V, también recoge que si la Corona británica quiere en algún momento «dar, vender o enajenar la propiedad de dicha ciudad de Gibraltar», España tendría derecho preferente para recuperar el territorio. Sin embargo, las interpretaciones de dicho Tratado por ambas partes implicadas siempre han sido diferentes.
Por un lado, España reconoce que en base a este texto solo cedió la ciudad, el castillo, el puerto, la defensa y las fortalezas y entiende que en ningún momento se mencionan las aguas jurisdiccionales. Reino Unido, por su parte, entiende que la cesión implica obligatoriamente la toma de las aguas para el gobierno británico, lugar donde de tanto en tanto se realizan maniobras militares.
Por otra parte, la Organización de Naciones Unidas (ONU) en su Constitución de los océanos y más concretamente en la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CNUDM) establece que el límite máximo del mar territorial de cada Estado es de 12 millas y, desde su entrada en vigor en 1994, cualquier territorio costero tiene proyección jurisdiccional sobre sus aguas adyacentes.
España ratificó este texto pero incluyó una «cláusula interpretativa» a través de una disposición de la Ley 10/1977: «El presente texto legal no puede ser interpretado como reconocimiento de cualesquiera derechos o situaciones a los espacios marítimos de Gibraltar que no estén comprendidos en el artículo 10 del Tratado de Utrecht».
Los territorios de Reino Unido
Monserrat, al sureste de la isla de Puerto Rico; Santa Elena, Ascensión y Tristán de Acuña, Islas Georgias del Sur y Sandwich del Sur, todas ellas en el Atlántico Sur entre África y América del Sur; Bermudas en América del Norte; Anguila en el Mar Caribe; las Islas Caimán, al noroeste de Jamaica; Islas Pitcairn, en la Polinesia oceánica; Islas Turcas y Caicos, al norte de Haití; el territorio de Guernsey en las costas de Normandía, Francia; Islas de Man, en Irlanda; las Islas Vírgenes Británicas y los territorios Antártico Británico y el Británico del Océano Índico son, además de los conflictivos Gibraltar e Islas Malvinas, en Argentina, territorios que aún conserva el imperio británico.
Políticos e historiadores se encuentran divididos entre si estos territorios son colonias de Reino Unido en pleno siglo XXI o no, y aun teniendo en cuenta la superación de la descolonización que sufrió el planeta entre los siglos XVIII y XX. Cerca de dos millones de personas viven bajo el dominio colonial que aún queda en los 16 territorios no autónomos repartidos por el mundo y que reconoce las Naciones Unidas, más de la mitad de éstos pertenecen a Reino Unido.
Londres sigue siendo una de las pocas potencias colonizadoras que aún quedan en el Planeta. Pero, ¿por qué mantener territorios tan alejados de tierras inglesas y que acarrean más de un conflicto diplomático cada cierto tiempo con diferentes países?
La posición geográfica de estos territorios, repartidos por todo el mundo es uno de los factores que podría prevalecer a la hora de que Reino Unido los conserve y, con ello, lograr una posición «observadora» del orden internacional desde todos los ángulos.
Otra, la condición que muchos de estos territorios tienen como paraísos fiscales presumiendo de aglutinar un elevado número de cuentas bancarias y bajos impuestos.
Territorios que le acarrean conflictos de vez en cuando no solo con los gobiernos de Argentina o España, los casos más famosos. Por ejemplo, en 1969 en Anguila, unos paracaidistas ingleses sorprendieron al mundo aterrizando en la colonia para frenar la rebelión surgida a partir de un referéndum que declaraba a la isla independiente. Dos años más tarde se impuso una constitución que le otorgaba cierta autonomía pero la mantenía bajo el dominio británico.
También, en 1973, en las Bermudas, Reino Unido volvió a sufrir otra crisis con otro de sus territorios de ultramar. El gobernador Richard Sharples y su ayudante fueron asesinados por activistas del Black Beret Cadre, un grupo desarrollado en los años 70 en el Caribe y Norteamérica que declararó que buscaba que la población de las Bermudas tomara «conciencia de la maldad y la perversidad del sistema colonial en la isla».
3.000 habitantes, 400.000 ovejas y 150.000 parejas de pingüinos viven a 10.000 kilómetros de Londres, en las Malvinas o Islas Falkland, donde al igual que en Gibraltar cada cierto tiempo se suceden maniobras militares por parte del gobierno inglés y con ello también la polémica con el gobierno de Buenos Aires.
El conflicto de Argentina y Reino Unido ha sido más cruel. La Guerra de las Malvinas de 1982 terminó con la muerte de casi 900 personas –más de 600 eran argentinos-, confirmando la supremacía bélica de Reino Unido y proporcionándole más islas. Desde entonces, la relación de ambos países es tensa pese haber pasado casi treinta años de un conflicto cuyas heridas, parece, nunca llegarán a cerrarse.
¿Y las de Gibraltar? Hay que remontarse a 2001 para comprobar las últimas negociaciones fructíferas entre España y Reino Unido. El por aquel entonces ministro de Exteriores, Josep Piqué (PP), y su homólogo británico, Jack Straw, hablaron de cerrar una fecha para una soberanía compartida del Peñón. Esto nunca pasó pero en 2006, el responsable de la Política Exterior exteriores, Miguel Ángel Moratinos (PSOE), y el propio Straw acordaron retomar las conversaciones que se saldaron con un acuerdo histórico, que incluía el uso compartido del aeropuerto por ambos países.
Sin embargo, estos avances cayeron en saco roto y no tardaron en distanciarse, nuevamente, ambas partes. Reino Unido ha rechazado en varias ocasiones la propuesta formulada por el Gobierno español de mantener conversaciones bilaterales sobre la soberanía de Gibraltar alentando, sobre todo, la polémica eterna sobre el uso de las aguas.
Temas como la aplicación en Gibraltar de un 10% de impuesto de sociedades, frente al 30% de España o el contrabando de tabaco -Gibraltar, que no aplica el IVA, importó en 2012 un total de 140 millones de cajetillas de tabaco y fueron aprehendidas por la Guardia Civil más de 725.000 cajetillas en la frontera en dobles fondos de los vehículos o mediante sistemas de adosado en el cuerpo, según datos del Ministerio de Interior- siguen sumando frentes abiertos a un conflicto que la UE dice que pertenece a la política interior de los países.