La Tate Britain de Londres explora la forma en la que se admiró, coleccionó y exhibió la obra de Pablo Picasso. La muestra abarca desde la primera exposición en Londres en 1910, en aquella ocasión se pudo ver el retrato cubista del marchante Clovis Sagot que escandalizó a la buena sociedad, y que abrió un debate sobre el arte moderno hasta la gran retrospectiva que se hizo en 1960 y que fue vista por casi medio millón de personas.
«Picasso y el arte británico moderno» muestra 150 obras prestadas por colecciones públicas y privadas de todo el mundo, 60 de ellas son del propio Pablo Picasso, las otras son obras de siete artistas británicos de tres generaciones diferentes en los que el arte del pintor español tuvo gran impacto.
Una de las comisarias Helen Little, dice que esos artistas «no eran imitadores serviles de su obra, sino que todos se fijaron en momentos particulares de su carrera, en ideas muy específicas», como se puede apreciar en la escultura de madera de Henry Moore «figura tumbada» de 1936 emparejada con el cuadro neoclásico de Picasso «La source» de 1921.
Para Francis Bacon fue crucial, hay una leyenda que dice que decidió dedicarse a la pintura impactado por una exposición de Picasso. La distorsión de la figura en «Crucifixión» de 1933, está inspirada en las bañistas que el malagueño pintaba en 1920.
A Picasso también le encantaba lo británico, su biógrafo Roland Penrose afirma que cuando se marchó de Barcelona su intención era la de instalarse en Londres pero París se interpuso. Leía a Oscar Wilde y se interesó por los pintores ingleses del XIX. Durante su primera visita a Londres para hacer los dibujos de los decorados y el vestuario del «Sombrero de tres picos» coreografiado por Serge Diaghilev, adquirió la estética del perfecto caballero inglés. Su segundo viaje fue a Sheffield en 1950 para asistir al Congreso Mundial de la Paz.
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