Las delegaciones de los países presentes en la conferencia, que se celebra desde el lunes 20 y hasta el sábado 25 en el Centro Mundial de Congresos de Bonn, están ignorando las peticiones de los organizadores de ser breves en sus declaraciones de apertura para así poder ponerse a trabajar en la última semana de conversaciones previa a la vigésima Conferencia de las Partes (COP20) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que tendrá lugar en Lima del 1 al 12 de diciembre.
La COP20 acordará un proyecto de tratado climático destinado a evitar el sobrecalentamiento catastrófico del planeta. Un año más tarde, los gobernantes de casi 200 Estados deberán firmar en París un nuevo convenio sobre el clima.
Si el resultado de las negociaciones no es contundente y no se logra asegurar el rápido abandono del uso de combustibles fósiles, cientos de millones de personas sufrirán y países enteros colapsarán.
El proyecto actual del tratado es muy débil y los delegados pecan de «sonambulismo» en Bonn, mientras que «los datos científicos sobre el clima se agravan», les dijo a los negociadores presentes Hilary Chiew, de la Red del Tercer Mundo.
Los delegados están habituados a oír una o dos «intervenciones» oficiales por parte de la audiencia, que tienen un límite de tiempo estricto y a menudo no superan los 90 segundos. Estos discursos, a pesar de la pasión y elocuencia de muchos, rara vez conmueven a los funcionarios que, en su mayoría, se limitan a seguir las instrucciones que les dan sus gobiernos semanas atrás.
«Apegarse a las posturas no es negociar», le recordó a los delegados el copresidente de la conferencia, Kishan Kumarsingh, de Trinidad y Tobago.
En Bonn hay muy pocos miembros de la sociedad civil que puedan presenciar cuántos países se agarran a sus posturas cortoplacistas y defensoras de sus propios intereses, en lugar de afrontar el mayor desafío que padece la humanidad. Después de 20 años, estas negociaciones siguen siendo «lo mismo de siempre» y parece que seguirán así 20 años más, según los activistas.
«Solo un movimiento social mundial obligará a las naciones a actuar», asegura Hans Joachim Schellnhuber, director del alemán Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático.
Schellnhuber, un reconocido experto y antiguo asesor científico del gobierno alemán, no se encuentra en Bonn, pero participó en la Cumbre del Clima de la ONU en septiembre en Nueva York, junto con los gobernantes de 120 países. Una vez más, el resultado de aquel encuentro no fueron más que discursos sin compromisos de acción, nos señala.
Para Schellnhuber la Cumbre de la ONU fue un fracaso, a diferencia de la «impresionante» e «inspiradora» Marcha del Pueblo por el Clima que la acompañó y a la que asistieron más de 410.000 personas en las calles de Manhattan.
El único acuerdo al que han llegado los países hasta ahora es la meta de una elevación máxima de dos grados en la temperatura media mundial. Aunque de por sí ese aumento «no tiene antecedentes en la historia humana», es mucho mejor que tres grados o más, subraya.
Alcanzar esa meta es todavía posible, según el informe Encarar el reto del cambio climático, redactado por los principales expertos en clima y energía que describe varias medidas, entre ellas el aumento de la eficiencia energética en todos los sectores. La rehabilitación de los edificios, por ejemplo, puede reducir el consumo de energía del 70 al 90 por ciento.
También es necesario un precio del carbono que refleje el enorme coste sanitario y ambiental que implica la quema de los combustibles fósiles, así como la expansión de la energía solar y eólica y el cierre de todas las centrales de carbón, añade el estudio.
Lo más importante es que los gobiernos deben asumir el clima como una prioridad. Alemania y Dinamarca están bien encaminadas hacia una economía baja en carbono y se benefician de una menor contaminación y la creación de un nuevo sector económico, según los expertos.
Para que todos los gobiernos incorporen el clima como su prioridad hará falta un movimiento social mundial con decenas de millones de personas. Una vez que el sector empresarial se percate de que la transición a un mundo bajo en carbono está en marcha, presionará a los gobiernos para que apliquen las políticas necesarias.
«Las soluciones para el cambio climático son la mayor oportunidad de negocio en la historia», dice Schellnhuber.