Al comenzar este martes el plazo de cinco días para registrar a los candidatos a las elecciones presidenciales de Irán, mucha gente, incluidos los propios candidatos, se pregunta si los próximos comicios expresarán la voluntad del líder supremo el ayatolá Ali Jamenei o la del pueblo iraní. Entre los antiguos y actuales funcionarios del gobierno que han declarado su interés en ser candidatos, muchos expresan su lealtad a los dictámenes del líder supremo.
Por ejemplo, el varias veces candidato conservador Mohsen Rezaí, prometió el 1 de abril que su gobierno sería «la administración más coordinada» con el líder que haya existido. Incluso algunos reformistas que son reconocidos críticos de Jamenei pidieron la candidatura de alguien que no despertara la oposición del líder supremo. Hasta el periodista reformista Abbas Abdi ha llegado a considerar un error la candidatura del expresidente Mohammad Jatamí (1997-2005), y defiende que «si no se ha reunido con el líder supremo desde hace cuatro años. ¿Cómo es posible su presidencia?».
Pero no todas las personas y organizaciones reformistas opinan igual. Desde mediados de marzo, se han producido muchas reuniones y se han publicado muchas peticiones para que Jatamí sea candidato. Esos reformistas sostienen que la popularidad de Jatamí, sus ideas y conductas, siguen siendo atractivas como presidente. Opiniones igual de favorables para Akbar Hashemí Rafsanyaní, expresidente (1989-1997) y actual jefe del Consejo de Discernimiento.
Los dos expresidentes han declarado que serán candidatos solo si cuentan con el visto bueno del líder supremo, pues creen que, sin su aprobación, el ambiente político se volvería demasiado conflictivo y tenso. Rafsanyaní ha dicho que «si el ayatolá Jamenei no está de acuerdo con mi candidatura, el resultado será contraproducente. Si se da una situación en que tengo diferencias con el líder del Estado, todos sufriremos».
De hecho, la sola mención de las candidaturas de Jatamí y de Rafsanyaní han provocado acusaciones por parte de dirigentes de línea dura. El editor del diario conservador Kayhan, Hossein Shariatmadari, llamó a Jatamí «corrupto en la tierra» y «partidario de la sedición», por su respaldo a los excandidatos presidenciales Mir-Hosein Mussaví y Mehdí Karrubí, en detención domiciliaria tras las protestas que siguieron a las elecciones presidenciales de 2009. «Sin duda van a descalificar a los partidarios de la sedición», añade Shariatmadari.
Por su parte, el conservador ministro de Inteligencia, Heidar Moslehi, ha arremetido contra Rafsanyaní, calificándolo de «fuente de la sedición». La dureza de su comentario ha comportado una llamada de atención de varios miembros del parlamento, quienes lo reprendieron por sus acusaciones contra alguien que, en definitiva, sigue presidiendo el consejo asesor del propio líder supremo. Nadie duda de que esos ataques pretendan intimidar a los dos expresidentes; se especula incluso sobre si el propio Jamenei no está detrás de ellos. Después de todo, el propio líder supremo designó a Shariatmadari e impidió que el presidente Mahmoud Ahmadineyad destituyera al ministro de Inteligencia.
Pero la cuestión fundamental gira en torno a si las elecciones, previstas para el 14 de junio, serán nuevamente un ámbito de confrontación entre el candidato del líder supremo y el que cuenta con más apoyo de la ciudadanía. Muchos analistas creen que eso fue lo que ocurrió en los comicios de 2009, cuando se declaró rápidamente ganador a Ahmadineyad. Las protestas terminaron hace tiempo, pero muchos ciudadanos siguen creyendo que en 2009 el fraude fue extenso. Además, dado el fuerte apoyo que dio a Ahmadineyad, también responsabilizan a Jamenei por los problemas económicos del país y los personales. Un ejemplo de ello es la opinión de un taxista de 73 años: «Creía en Jamenei pero, desde que vi que quería todo para él y estaba dispuesto a dejar al país en la ruina con tal de insistir en que tomó la decisión correcta, no lo apoyo más».
La posibilidad de que Jatamí y Rafsanyaní sean candidatos ha generado la esperanza de que quizá Jamenei finalmente reconozca el error cometido en 2009 y esté dispuesto a considerar una competencia honesta entre un grupo de candidatos que representan la diversidad de la sociedad iraní. Pero los duros ataques de Shariatmadari y Moslehi han creado dudas sobre la posibilidad de que las elecciones sean justas y sobre los cálculos de Jamenei.
Un conocido novelista, que ha pedido que se respete su anonimato, señala que «Jamenei quiere que retrocedamos y reconozcamos su liderazgo como principio consagrado en la Constitución, pero cuando lo hacemos quiere más». Y añadie que «cuando decimos que aceptamos la Constitución, sus partidarios aseguran que no basta con que admitamos su papel constitucional, tienes que someterte totalmente a su liderazgo». «Cuando decimos que vamos a participar en las elecciones, dicen que debemos desdecirnos de nuestras acciones de 2009. Pero él mismo no está dispuesto a responsabilizarse o a reconocer errores por el enredo creado por Ahmadineyad».
Los reformistas no son los únicos críticos del sistema. Un conocido dirigente conservador, que tampoco quiere ser reconocido, ha dicho que considera que Jamenei falló como líder y trata de emular al fundador de la República Islámica, el ayatolá Ruhollah Jomeini (1902-1989).
Según él, Jamenei nunca comprendió las dos grandes diferencias que tiene con Jomeini. «Primero, Jomeini era un líder carismático que tenía una relación orgánica con la sociedad. En cambio, Jamenei tiene un vínculo organizacional», puntualiza. «En segundo lugar, Jomeini fue lo suficientemente inteligente como para amoldar el sentimiento popular, aun si iba contra sus propios deseos, mientras que Jamenei se opone a él de forma obstinada y vengativa».
Muchos ciudadanos que participaron en los comicios de 2009 y que siguen pensando que les «robaron» el voto, no acudirán a las urnas el 14 de junio. Muchos de ellos se preparan para observar si Jamenei va a insistir otra vez en que su deseo es respetar la elección del país.