El vicepresidente económico de la Comisión europea, Olli Rehn, utiliza la canción de Bob Dylan «Balada de un hombre delgado» para decirle a los españoles que dejen de dudar de los que más saben, agachen la cabeza, cierren el estómago, las universidades, los institutos de investigación y se bajen un 10 por ciento el sueldo como recomienda el FMI.
¿Qué sueldo señor Rehn?, ¿el que no tienen los 4.698.814 parados?.
El vicepresidente de la Comisión Europea vislumbra un posible alivio en la economía europea, aunque «es demasiado pronto para sacar conclusiones definitivas». Según dice en su blog, los datos que proporcionan los últimos indicadores «tienden a apuntar a una mejora de las perspectivas».
Eso le hace respirar hondo y aunque no se atreve a cantar victoria afirma que la reforma de la economía europea está «claramente en marcha», y pone un ejemplo: España, que no acaba de hacer caso de los consejos que le dan para flexibilizar del todo su mercado de trabajo y por eso no levanta cabeza.
Un país del que Olli Rehn dice basándose en el último informe del Fondo Monetario Internacional (FMI), que necesita un superávit a medio plazo para cubrir su enorme deuda externa, y en el que solo funcionan las exportaciones y el turismo «relativamente competitivo».
Un país que debe seguir el consejo del FMI en su último informe. Los expertos de la entidad financiera lo han estudiado. Han hecho una simulación en la que los empresarios y los sindicatos llegaban a un «pacto social» en el que acuerdan por parte de los primeros aumentar el empleo y rebajar los precios y por parte de los trabajadores aceptar una rebaja del sueldo de un 10 por ciento.
Según los cálculos que han hecho el paro se reduciría entre 6 y 7 puntos porcentuales en los próximos tres años y en los dos primeros ya habría crecido el consumo.
El FMI ya dice en el informe que no cree que en España se vaya a llegar a un pacto social de esas características. Son economistas experimentados acostumbrados a reconocer sus errores una vez tras otra.
No es el caso de Olli Rehn que propone «¿no valdría la pena probarlo, por el bien de los millones de jóvenes que se encuentran actualmente en paro?». Es más, acusa a los que lo rechacen de ser responsables de los graves costes sociales y humanos que acarrearía no llevar a cabo el experimento.
Y señala a lo culpables: los políticos, pero sobre todo los comentaristas «euro-escépticos» y los medios de comunicación que no creen que ese milagro sea posible. No importa, el señor Rehn podrá arrostrar las críticas. Está preparado mentalmente para ello.