El océano se ha convertido en el gran vertedero del mundo. Flotando sobre su superficie y echando raíces en sus bancos de algas y barreras de coral hay una gran mancha de basura cubriendo una superficie de más de 3 millones de kilómetros cuadrados, es llamado Gran Parche de Basura del Pacífico (GPGP), una capa de desechos que ha ido formándose desde 1950 como resultado de las corrientes marinas que han transportado hacia allí, a la altura de California y Hawai, basura de todo el mundo. De este vertedero se han retirado ya más de 3 millones de toneladas de basura. Ahora, otra gran mancha se extiende por el Atlántico, a las puertas de Europa.
Los desechos marinos son un problema persistente originado por las malas prácticas en el manejo de desechos sólidos, la falta de infraestructura y la falta de conocimiento del público en general sobre las consecuencias de sus acciones. El resultado, 10 millones de toneladas de residuos acaban cada año en el mar, desde materiales que han sido deliberadamente lanzados al océano, materiales perdidos por accidente en la costa, productos llegados de la tierra, los ríos, los sistemas de drenaje y saneamiento, o basura transportada por el viento. Hay materiales de todo tipo, pero los plásticos constituyen el 80 % de las masas de residuos que flotan en los océanos.
Reducir, limpiar, educar
La Comisión Europea busca establecer unos objetivos de reducción de residuos plásticos para la UE, según recomienda el 7º Programa Marco de Acción por el Medio Ambiente y según se planteó en la Conferencia Río +20 sobre desarrollo sostenible, donde se firmó un compromiso a nivel mundial sobre la adopción de medidas «para reducir significativamente en 2025 la cantidad de desechos marinos y así prevenir daños al medio ambiente costero y marino».
Para convertir ese compromiso en acciones concretas, la UE ha abierto una consulta pública para recoger las aportaciones de los ciudadanos y las partes interesadas. Sus opiniones ayudarán a determinar la mayor o menor ambición y proyección que debe darse a este objetivo. El cuestionario, abierto hasta el 18 de diciembre, recogerá acciones que pueden llevarse a cabo por los consumidores, los minoristas, la industria de los plásticos, los sectores del transporte marítimo y la pesca, ONGs, autoridades locales y nacionales, responsables políticos de la Unión, etc para reducir el volumen y el impacto de los desechos marinos. Las propuestas tendrán como principales tareas: evitar el uso de bolsas y botellas de plástico desechables, educar, limpiar y fijar objetivos de reducción a nivel nacional o local.
Según los expertos, la limpieza de los océanos es una opción, pero no es el método más eficaz para eliminar y prevenir la contaminación marina. Es casi, aseguran, como «contar la arena del desierto». La solución es abordar el problema en su origen, las fuentes de desechos. En el Mar del Norte, por ejemplo, la mitad de la basura proviene de los barcos y, según la organización OCEANA, 95.000 m³ de aguas residuales de los inodoros de los cruceros y 5.420.000 m³ de aguas residuales de sus fregaderos, cocinas y duchas son liberados en los mares a diario.
Sopa de plástico
El plástico no es biodegradable pero bajo la luz del sol, su composición se degrada y se divide en trozos cada vez más pequeños («fotodegradación»). Estas micropartículas plásticas, de unas 2 micras, son ingeridas por unas 180 especies marinas diferentes que las confunden con comida y entran en la cadena alimentaria.
Una reciente investigación en la Universidad de Plymouth (UK) ha demostrado que los desechos plásticos se están dispersando por el medio ambiente y las piezas microscópicas de polímeros comunes (micro plásticos) están ya presentes en las costas y en la columna de agua de todo el Atlántico Norte. Para estos investigadores el peligro está en el aceite base de los plásticos que «contienen otros productos químicos que flotan en el océano como contaminantes orgánicos persistentes. Esos contaminantes se concentran en cada trozo en hasta un millón de veces los niveles ambientales que tiene de por sí el agua de mar, convirtiéndose en auténticas píldoras de veneno que acaban en nuestro plato».