El retorno de Putin, si es que alguna vez se apartó de la primera línea del poder, no sugiere cambios en la política exterior rusa. Tampoco hacia la Unión Europea. La UE es el principal mercado de la industria rusa de la energía –cuyos beneficios han apuntalado el desarrollo económico y la estabilización del país-, pero las relaciones se tensan con frecuencia ante el temor europeo a una excesiva dependencia de Moscú (un miedo alimentado aún más tras la guerra del gas entre Rusia y Ucrania que limitó el suministro hacia la UE).
La naturaleza de la Unión Europea, con diferentes voces y recelos en su interior, ha empujado a Rusia a negociar con líderes nacionales, dividiendo a la Unión para impulsar sus proyectos energéticos (gasoductos Nord Stream, South Stream) en detrimento de los comunitarios, como el gasoducto Nabucco -concebido para limitar la dependencia energética de Moscú-, que tiene pocas expectativas de convertirse en realidad.
Alemania e Italia han allanado el camino a los intereses rusos forjando sólidas alianzas energéticas, ante el recelo de muchos socios de Europa del Este, donde el temor al expansionismo ruso sigue muy presente desde la desaparición del bloque soviético.
Ahora, las turbulencias económicas de la zona euro dejan a Bruselas noqueada y eso puede favorecer a Rusia. En los últimos meses varias compañías rusas, fundamentalmente del sector bancario y energético, han comprado numerosos activos en Europa Central y del Este que le permitirán ganar músculo en la Unión Europea y tener más cartas que jugar en la negociación del Tercer Paquete de Energía (también conocida como directiva anti-Gazprom): la directiva comunitaria que impide que la producción y el transporte de la energía caiga en las mismas manos.
En el plano geopolítico, Ucrania es el principal campo de batalla diplomático entre Moscú y Bruselas. La ex república soviética es una pieza decisiva para Rusia, para el transporte de energía hacia Europa y también por razones militares (base naval rusa en Sebastopol). El bloqueo del acuerdo de asociación entre Kiev y Bruselas, motivado por las críticas europeas al encarcelamiento de la exprimera ministra, Yulia Tymoshenko, puede favorecer los intereses de Moscú que planea una estructura multinacional (Unión Euroasiática), similar a la de la Unión Europea, que abarcaría a la mayor parte de la antigua URSS.