El debate sobre el uso de la energía nuclear sigue abierto en Europa, políticos y científicos creen que la crisis de Fukushima ha comportado una mejora de las centrales. Pero la respuesta política en este caso, tampoco ha sido unánime. Alemania, Suiza y Bélgica han adelantado el apagón nuclear. Italia, mediante referéndum, ha decidido no construir más centrales en su territorio. Polonia quiere poner en marcha su primera planta en 2020. Reino Unido y Francia, auténticas potencias nucleares, siguen apostando por ella.
El Foro de la Industria Nuclear Española asegura que esta industria ha salido reforzada y las centrales operan con más seguridad. Basándose en esos argumentos el nuevo gobierno español ha prorrogado la central de Garoña hasta 2019. La también conservadora, Angela Merkel, se ha mostrado, este sábado, convencida de que acelerar el apagón nuclear en Alemania fue la decisión correcta y defiende que hay que desarrollar las energías alternativas como fuente de futuro. En el Reino Unido, tras 44 años de funcionamiento hace unas semanas cerraba el reactor más antiguo del mundo. Dentro de unos dos años, cuando se enfríe y lo vacíen de combustible, los especialistas sellarán la central definitivamente. Tendrán que pasar unos quince años para retirar todos los residuos, sanear el territorio de la central y destruir edificios.
El año pasado la UE puso en marcha pruebas de resistencia para evaluar la seguridad de las centrales nucleares. Los resultados definitivos se publicarán en junio. Se han analizado 148 reactores tanto de los 27 países miembros como de Suiza y Ucrania. En estas pruebas se ha colocado a las instalaciones en situación límite en la que todo fallaba y había que garantizar que las emisiones radiactivas quedasen muy limitadas. Los grupos ecologistas denuncian que las presiones de Reino Unido y Francia han hecho que estas pruebas fueran más flexibles. El comisario de energía, Günther Oettinger defiende que «han sido estrictas, objetivas y sólidas» y el presidente del Parlamento europeo, Martin Schulz, ha celebrado que haya un debate mundial sobre la seguridad y el futuro de esta energía.
La crisis económica y el encarecimiento de los precios energéticos han servido a muchos políticos para evocar la necesidad de alargar la vida de las instalaciones nucleares. Greenpeace ha publicado un mapa interactivo que muestra los millones de personas que viven cerca de los 400 reactores operativos en este momento en todo el mundo.
El francés Yannick Jadot, eurodiputado verde, ha dicho que «estamos a punto de cerrar un paréntesis sobre el debate nuclear. Tratamos de fingir que el problema se ha acabado». Con los resultados que se obtenga, -ha dicho-, la industria demostrará que la energía nuclear es segura y que se puede continuar así. «Pero no podemos olvidar que con Fukushima se derribó el último mito, el de riesgo cero».
El terremoto que sufrió hace un año Japón fue el más grande sufrido en el archipiélago, 9 grados en la escala Richter, lo que lo convierte en el cuarto mayor de la historia, desde que hay registros. La ola del tsunami superó los diez metros de altura y tenía una potencia energética de destrucción equivalente a cien bombas de Hiroshima y Nagasaki juntas. Casi 16.000 muertos, 3.300 desaparecidos y daños materiales superiores a los 200.000 millones de euros. La ola alcanzó la central de Fukushima y, tras afectar a los reactores,. provocó vapor radiactivo, incendios y explosiones en cadena que obligaron a evacuar a 150.000 habitantes. A 30 kilómetros alrededor de la central todavía hoy, y no se sabe hasta cuando, no se puede consumir agua, hortalizas ni pescado. Una zona, próspera hace tan solo un año, que ha quedado convertida en un páramo fantasmagórico.