Presupuesto europeo 2014-20 y perspectivas rumanas

Las negociaciones del acuerdo que disminuye el presupuesto oscilaron entre la mezquindad de los países ricos y el patetismo suplicante de los pobres. El pasado Consejo Europeo alcanzó un acuerdo sobre el próximo Marco Financiero Plurianual (MFP), para el septenio 2014-20. Por vez primera en la historia de la construcción europea se acordó un presupuesto restrictivo, pasando de los 994.000 millones de euros a los 960.000, 1% del PIB europeo conjunto.

Traian Basescu
Traian Basescu habla con David Cameron antes de que comience el Consejo/ Foto: CE

Las negociaciones del acuerdo que disminuye el presupuesto de la UE oscilaron entre la mezquindad de los países ricos y el patetismo suplicante de los pobres El pasado 8 de febrero el Consejo Europeo alcanzó un acuerdo sobre el próximo Marco Financiero Plurianual (MFP), el próximo presupuesto europeo para el septenio 2014-20. Por vez primera en la historia de la construcción europea se acordó un presupuesto restrictivo, pasando de los 994.000 millones de euros a los 960.000, 1% del PIB europeo conjunto.

Lo peor del asunto no es la escasez de fondos –ridícula cualquier comparación con el 25% que maneja el gobierno federal de los EE.UU. ni tan siquiera con el 11% de Suiza-, sino su orientación. Es éste un presupuesto de austeridad que impide las inversiones, y sin éstas no habrá crecimiento. Europa sigue siendo una buena idea, todavía, pero una mala práctica.

Los mayores contribuidores netos, con Gran Bretaña, Alemania, Francia y Holanda a la cabeza, se negaron en redondo a superar esa cifra del 1% del PIB de la UE-27. Merkel, con la vista puesta en las elecciones generales alemanas de septiembre de 2013, realizó ciertas concesiones contemporizadoras de última hora –como aceptar el aumento de los fondos de cohesión en 5.000 millones respecto a la última propuesta de noviembre de 2012; hecho que no maquilla que dichos fondos se hayan rebajado respecto al anterior septenio en casi 30.000 millones- para no aparecer como la enterradora definitiva del proyecto europeo.

Más duro, aunque más coherente con sus posiciones, fue David Cameron, quien ya había anunciado el pasado 23 de enero que someterá a referéndum en 2017 la pertenencia de Gran Bretaña a la Unión Europea.

Por otra parte, los quince estados pertenecientes al grupo de países «amigos de la cohesión» –del que forman parte tanto España como Rumanía-, habían acordado en su reunión de junio de 2012 en Bucarest defender una postura común en el consejo. Sin embargo, prevalecieron en su defensa de posturas nacionales, afrontando la reunión más en clave interna que como una ocasión para debatir el quiénes somos y hacia dónde caminamos en la construcción europea.

Hace ya tiempo que en Europa adolecemos de verdaderos estadistas, pero al menos deberíamos ser capaces de irritarnos ante la miopía política de unos líderes incapaces de comprender cómo la influencia internacional que ha tenido Europa durante los últimos quinientos años se esfuma inexorable ante el auge no ya sólo de los Estados Unidos, sino de los BRIC.

Como detalla brillantemente José Ignacio Torreblanca en «La fragmentación del poder europeo» (Icaria), el potencial de Europa es a menudo superior al de cualquier otra potencia mundial, pero paradójicamente su pluralidad interna se convierte en su mayor debilidad. Dicha tesis ha quedado más que demostrada en la reunión del Consejo, donde primaron por encima de perspectivas comunes los intereses nacionales.

Rumanía y Europa

En el momento de la adhesión de Rumanía a la UE, en 2007, la población rumana entendía por «integración europea» la posibilidad de viajar y trabajar en otros países o formar parte de otras instituciones como el Parlamento Europeo o la OTAN, circunstancia que puede sorprender a un observador ajeno.

Como apunta el periodista económico Radu Soviani: «Probablemente la UE sin Rumanía estaría ligeramente mejor, pero Rumanía sin la UE estaría significativamente peor». Dos son los factores que explican esta afirmación. Por una parte, las inversiones extranjeras directas se incrementaron hasta los 54.000 millones de euros; y a ello hay que añadir las remesas de los más de dos millones de rumanos emigrados a países occidentales, que supusieron según cálculos oficiales un crecimiento medio de la economía rumana de un 5%.

En el contexto de crisis que sufre Europa desde 2009 estos dos parámetros han disminuido. Como ratifica el propio Erik de Vrijer, jefe de la delegación del FMI en Rumanía, «el capital financiero no volverá a Rumanía a corto plazo en la misma medida que antes de la crisis».

Esa primera fase de infantilismo político rumano respecto a la UE, con unas esperanzas exageradas de resolución de todos los males, ha dado paso a un baño de realidad, cuyo reverso positivo sería el crecimiento de la madurez política de la ciudadanía. Según el último Eurobarómetro, el optimismo respecto a la dirección tomada por la UE ha caído en Rumanía del 60 al 46 %, pero sigue siendo superior al de la media europea que pasó del 46 al 38 % (y mucho más respecto a España, cuyos índices de optimismo han caído del 46 al 28 %), e infinitamente superior al 15 % de aceptación que tienen en Rumanía las instituciones políticas autóctonas.

¿De dónde se puede compensar las caídas de remesas y de inversión extranjera directa? La respuesta es simple: de los fondos europeos.

Con dicha prioridad viajó el presidente Traian Basescu a la reunión del Consejo Europeo.

Pros y contras del presupuesto europeo para Rumanía

Pros

  • Rumanía ha conseguido un aumento del 18% en su asignación presupuestaria, pasando de los 33.500 a los 39.884 millones de euros; el beneficio neto tras descontar los 8.900 millones que aporta es de casi 31.000 millones.

  • Se consigue una prórroga de tres años para utilizar los fondos asignados en el septenio 2007-13.

  • Los proyectos serán financiados por Europa en un 85 %, respecto al 75 % actual.

Contras

  • La absorción de fondos del septenio 2007-13 es la más baja de la Unión. De los 33.500 millones asignados, sólo ha sido capaz de absorber un 11´47 %, poco más de 3.800 millones. Es lógico pensar que los países con mayor contribución hayan accedido a incrementar el presupuesto asignado a Rumanía con el convencimiento de que no será capaz de absorber la totalidad de los fondos, por lo que el incremento teórico podría quedar en agua de borrajas.
  • La inflación durante el período 2007-13 ha sido hasta el momento en Rumanía del 13´2 %, por lo que realizando una proyección para el futuro septenio el incremento presupuestario quedaría prácticamente compensado.

Tras la vuelta a Bucarest del presidente conservador Basescu se produjo una patética pelea entre él y el primer ministro socialdemócrata Victor Ponta, en la que también participaron los diferentes grupos de tertulianos culiparlantes de uno y otro bando. Se enzarzaron en debates estériles sobre lo que uno u otro hubiera podido lograr, sin entrar a analizar ni lo más mínimo el descenso general presupuestario ni la ausencia de una política común coherente europea.

Basescu se mostró eufórico: «Sé muy bien que ningún sustituto mío podría haber obtenido lo que yo he conseguido del Consejo». Por su parte Ponta replicó diciendo que era una derrota para Rumanía no haber mantenido la propuesta presupuestaria de 48.000 millones realizada en noviembre de 2012.

La última palabra, el Parlamento Europeo

Pese al acuerdo llegado en el Consejo, el presupuesto todavía tiene que superar un último escollo complicado. Por primera vez en la historia, será el Europarlamento - en mayo de 2013- quien tenga la última palabra, y se prevé una pelea reñida para su aprobación.

Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo y ex líder del Grupo Socialista en la Eurocámara, ha solicitado el voto secreto -si un 20 % de los europarlamentarios lo solicita se aprobará-, lo que daría mayores posibilidades al rechazo presupuestario.

Asimismo, Joseph Daul, jefe del PPE, criticó duramente la austeridad presupuestaria con un argumento que cae de cajón: «Si aceptamos un presupuesto de austeridad para siete años, aceptamos el hecho de que esta crisis continuará hasta el infinito».

Si el presupuesto es finalmente rechazado por el Parlamento Europeo, será la Comisión la que deberá proponer otro durante la segunda mitad de 2013.