Las protestas fueron convocadas a través de las redes sociales por movimientos cívicos e indignados portugueses, a las que se sumaron sindicatos y partidos de izquierda en lo que ha sido una de las mayores protestas en la calle desde que comenzó la crisis.
Los organizadores anunciaron que no hay orientación política en las movilizaciones, pero si un mensaje al gobierno portugués y a las organizaciones internacionales del descontento popular con una política económica que ha profundizado en la recesión de Portugal y ha elevado el paro hasta el 3,2%.
Los inspectores de la troika han dado el visto bueno a los programas de ajuste del gobierno de Passos Coelho y acaban de conceder una prórroga de un año para alcanzar el objetivo de reducción del déficit. Sin embargo, exigen que se acentúen los recortes con más reducción del gasto público y del número de funcionarios. Con todo, la medida más rechazada es la bajada de salarios de un 7% para trabajadores públicos y privados, mediante un aumento de las cotizaciones a la Seguridad Social, decidida por el ejecutivo para el año que viene.
Los portugueses viven con la sensación de que no tienen fin los sacrificios que realizan desde que el gobierno pidió un rescate a la UE y al FMI de 78.000 millones de euros para evitar la bancarrota del país. En la manifestación de Lisboa, se vivieron momentos de tensión cuando algunos participantes tiraron botellas y tomates contra la sede del Fondo Monetario Internacional, coreando la consigna «Fuera de aquí, el FMI es hambre y mseria».
Los programas de austeridad del gobierno del PSD (centro derecha) le han hecho caer en las encuestas y ahora los socialistas toman la ventaja en intención de voto. El CDS-PP, aliado del gobierno, también retrocede.