Está a tan sólo 3 km de la rica ciudad agro-vitivinícola Asti, en el noroeste italiano. Es un núcleo poblado, aldeano, pero ahora «grandilocuente» al ostentar la noticia de que una de sus familias -Bergoglio- ha dado al mundo, un carismático, influyente y humilde Papa.
Sus casas son las típicas del Piamonte italiano: sólidas, cuidadas, en dos plantas con un pequeño jardín, algo de huerta y muchas parras de las que cuelgan racimos de uva para preparar reconocidos vinos de calidad. El frío del norte es una constante durante la mayor parte del año. Viñedos oro, malvas y negro-azulados entretienen a los vecinos durante el otoño hasta lograr el néctar de las vides que les permiten disfrutar en sus mesas, llenar sus bodegas (Cantine) o cargarlo rumbo a otras geografías
La gente pasea con su perro, y ... hay muchos, guardando las residencias vacacionales o permanentes. Es una población discreta, salvo en el fervor por el «insigne elegido» que aparece en todo muro –que se precie como tal– donde reza «PAPA FRANCESCO. «Un PAPA della nostre terre». En las calles siempre las luces anuncian un reciente agasajo que se anima por las noches. En la explanada delante de la Iglesia hay pintadas en el suelo con los hechos que le han sacado del anonimato. Se aprecia «el intenso deseo» de ser reconocidos por Su Santidad.
Esta zona ha sufrido los enfrentamientos bélicos de distintos pueblos y ha sabido guarecerse de las atrocidades por ser pequeña y estratégica. Pero es evidente que nadie olvida ...porque apenas se entra a esta zona poblada, una fuente con mármol blanco cubre un gran muro, recordando los apellidos de los caídos en honor a la Patria.
Algo más que un par de cafés, restaurantes, pizzerías, panaderías cruzan la arteria principal. Una única y completa farmacia, un centro agrícola- veterinario, una oficina de correos, una tienda de productos típicos de la zona y alguna bodega ecológica hacen de vida comercial y social de sus habitantes. Hay momentos en que pasar por la estación abandonada o por alguno de los establecimientos que reúne: café- tienda- panadería- almacén en un pequeñísimo espacio, (eso sí, con terraza) y ver esas miradas de extrema atención que ponen los parroquianos al foráneo... dibujan un escenario y personajes de un film de Fellini. Es entrañable sentirse en la realidad como si de ficción se tratase. En contraposición a lo dicho sorprende uno de los establecimientos, que aprovechando una tienda de productos agropecuarios y una panadería antigua, ha sabido crear con materiales auténticos de la época un lugar moderno y funcional donde se puede desayunar, comer o pedir un «panini» mientras se lee un periódico o un libro de los tantos que ostentan sus estanterías. Una forma de aprovechar las tardes en que no apetece estar en el campo es esta «Casa dei caffé»
Pero el silencio se rompe cuando llega alguien preguntando por los Bergoglio Ahora son «todos» de la Familia del PAPA. Están porosos a cualquier noticia de Roma o de la antes lejana Argentina. Hay mucha simpatía por este embajador austero, poco retórico y lleno de contenidos esperanzadores. Le han enviado una carta afectuosa con la foto de los parientes cercanos. Aseguran que desde que es «papable» han empezado a escribirle en el dialecto piamontés, para que no se olvide de sus orígenes e insisten que lo seguirán haciendo. Comentan que él, conoce muy bien los productos y preparaciones típicas, que ha bebido algún vino piamontés como «Grignolino» o el «Moscato di Asti» y degustado una buena «bagna cauda».
Hoy todos están abiertos para ser los mejores anfitriones venga de donde venga el foráneo. La gente sale de sus casas al ladrido de los perros, se pone algo por encima que le acredita como cicerón y acompaña al curioso para llevarle a la casa de Dios , iglesia que sustituye a la que asistieron abuelos y padres de el Papa Francesco- donde también el párroco se llama Francesco. Es un misionero de La Encarnación, «indiano pero de la India, de Madrás» sonríen al decirlo.
En la puerta de la Iglesia se lee «Pellegrinaggio» Parrocchia Beata Vergine degli Angeli Portacomaro Stazione. ASTI. «Paese del nostro amato PAPA».
Muchos recuerdan a sus abuelos y a sus padres cuando todavía se les veía rodeados de mucha lavanda en la colina de Bricco Marmoritto y cuando aún pasaba el tren, despertándoles con su profundo pitido. El bisabuelo pasó su vida aquí. Su abuelo tenía un almacén de comestibles y su padre Giorgio era empleado ferroviario «ragioniere», una especie de perito mercantil sin llegar a ser contador y su madre Regina María Sivori, ama de casa.
Recuerdan como la familia pasó un tiempo en Torino antes de partir allende los mares para instalarse en América. Dicen que su padre, Mario, le decía, a su hijo, en Argentina «si no estudias te irás a trabajar a los viñedos de Portacomaro». Y ha vuelto dos veces, cuando tenía 10 años y en 2005 después del Conclave en Roma siendo Arzobispo, para conocer la tierra de sus abuelos y su padre paterno.
En la actualidad quedan unos pocos primos y parientes en tercer grado. En este natural espacio poblado de gente sensible se ha emocionado el Obispo de Roma, como le gusta decir de su actual «desempeño», y se ha llevado un poco de su tierra «astigiana». Hoy, este minúsculo punto de la Tierra, es realmente inmenso, en boca de sus paisanos, que se enorgullecen con solo pronunciar su nombre.
Las dos casas de la «familia» Bergoglio (de un grupo de cuatro) siguen allí, en una elevación del terreno, poblado de árboles y amplios espacios. Como desde una atalaya pueden seguir los pasos -de los hijos de la tierra fértil porque se les ha convocado para dar ejemplo de humildad, tolerancia, generosidad y fe..., como lo está haciendo el «bienquerido jesuita» que dio lugar en marzo de este 2013 a una aplaudida «fumata blanca».Esta tierra y la propia provincia de ASTI han sido espacios donde el sacrificio, la disciplina, la entrega al prójimo, los valores de la familia y la pertenencia a la tierra han marcado a sus habitantes y hoy, parece que son el camino para que encontremos la senda perdida.
«Auguri per tutti» en esta segunda década del XXI iluminada por el papa -argentino piamontés- es el deseo compartido, cuando uno se va alejando por la carretera que lo atraviesa y lo divide en dos: en lo espacial y en lo temporal (el antes y el ahora )... de este minúsculo poblado en donde aún a las puertas, cuesta echarles las cerraduras.
Después de esta escapada agro-turística religiosa hay que visitar Asti. Es la capital de la provincia del mismo nombre. Extendida en la llanura del Río Tánaro, con unos 80.000, habitantes tiene ese encanto propio de las ciudades que han sido marcadas por el devenir de los tiempos. Fue una ciudad muy opulenta y reconocida en la Edad Media por el interés que despertaba a comerciantes y personajes de las finanzas. Hoy se pueden recorrer sus calles en las que se perciben curiosas leyendas, restos de murallas romanas, calles de mercaderes y de todo tipo de oficios. Vale la pena pasear por la Piazza Alfieri, la Colegiata de San Segundo patrono de la ciudad. En los alrededores iglesias románicas y castillos medievales esperan a quienes desean abarcar parte de su gran historia.
Si la visita es en septiembre no hay que perderse el festival «sagre», donde los pueblos cercanos compiten en un a carrera hípica con caballos montados sin sillas, originado en la rivalidad que había entre las ciudades piamontesas Ala y Asti en la Edad Media. Se realiza en la «Piazza del Palio» a la que llegan todos los pueblos ataviados con vestimenta para la ocasión, para luego degustar los productos típicos y los vinos extraordinarios de esta región. Desde la «bagna cauda» (con anchoas, aceite de oliva y ajo) , pizzas con salsas del Piamonte, un Barbera d' Asti, pastas frescas de diferentes rellenos, preparaciones con trufa blanca (tartufo), budines de almendras, polentinas, turrones, Grappa di Moscato, así como el vino del lugar que aprecia el Santo Padre, el Grignolino d'Asti desde 1974, reconocido con la «Denominazione di origine controllata». La enorme variedad de productos típicos no dejan de sorprender al viajero por su calidad y por sus particularidades únicas. Es una oportunidad para recordar los placeres de nuestros antepasados y ser agradecidos por la herencia que nos dejaron.