La lista de quienes fueron recluidos en ese campo de trabajos forzados, disponible en un sitio web croata, ha suscitado reacciones sin precedentes entre los pocos supervivientes y sus familias en toda la antigua federación, que se disolvió en 1991.
Esas reacciones revelan hasta qué punto las penurias de muchos bosnios, croatas, montenegrinos, macedonios, eslovenos y serbios que fueron prisioneros en Goli Otok, constituyeron una carga y una fuente de vergüenza familiar durante generaciones. Ahora las familias esperan asumir el traumático pasado de sus parientes.
«Siempre quise saber qué estaba mal en la vida de mi abuelo materno», nos dice Smiljana Stojkovic, una maestra de 45 años de Belgrado.
El abuelo Stanko solía relatar historias sobre su vida como aprendiz de zapatero antes de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y de las batallas contra los alemanes durante el conflicto, cuando él era comunista.
Pero la historia «se interrumpía allí y quedaba un vacío hasta que llegamos nosotros, sus nietos, en los años 60. Nos decían que nunca preguntáramos qué había ocurrido en el medio», explica.
Ahora Stojkovic sabe que su abuelo, quien falleció en 2000, estuvo recluido en Goli Otok durante siete años. «Debió haber dicho que prefería a (José) Stalin antes que (al líder yugoslavo Josip Broz) Tito, siendo un comunista leal que creía en la Unión Soviética... Ahora entiendo su silencio», explica.
Goli Otok es una isla diminuta y deshabitada, casi yerma, seis kilómetros al norte de la costa croata sobre el mar Adriático. En julio de 1949 se convirtió en prisión de opositores al gobierno de Yugoslavia, que había decidido abandonar la órbita soviética en junio de 1948.
Esa medida se conoce como «el 'no' histórico» a Stalin (1879-1953), quien reclamó entonces a los comunistas yugoslavos que derrocaran al régimen de Tito (1892-1980). En palabras de Stalin, Tito se convirtió en «un siervo del imperialismo», en referencia a los países capitalistas de Occidente.
Los comunistas soviéticos y yugoslavos habían sido aliados en la batalla contra los alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Pero «para muchos comunistas, era inconcebible que Stalin se equivocara», dice Zoran Asanin, presidente de la Asociación Goli Otok de Belgrado.
Según su testimonio, y los testimonios y recuerdos de muchos supervivientes, durante 1948 en las reuniones del partido simplemente se preguntaba a los afiliados si preferían a Stalin sobre Tito. Si la respuesta era sí, se los enviaba de inmediato a Goli Otok, sin que mediara proceso judicial alguno. Y no se informaba ni a los familiares más cercanos sobre su paradero.
Los prisioneros eran enviados a la isla desde el puerto de Bakar. En Goli Otok, de 4,7 kilómetros cuadrados, había cuatro campamentos sin saneamiento ni instalaciones dignas.
La isla es conocida por su clima duro, con veranos abrasadores e inviernos gélidos. Los reclusos trabajaban en una cantera, y los guardias los golpeaban por ser «traidores» a la causa yugoslava. También hacían que se golpearan entre sí.
El hambre y la sed eran una realidad cotidiana. A cada prisionero se le daba apenas 200 decilitros de agua por día y algo de pan.
La lista de nombres señala la cantidad de 413 muertos en esos campos, por enfermedades como la fiebre tifoidea, problemas cardiacos o suicidio, entre 1949 y 1956, cuando los últimos presos políticos fueron retornados a la costa y llevados a cárceles comunes en toda la entonces Yugoslavia.
Durante años permanecieron privados de derechos políticos, no podían encontrar empleo y muchos enfrentaron el rechazo de vecinos, amigos y de sus propias familias, expuestas al acoso de la policía secreta.
A los hijos les decían que sus padres habían salido «en un viaje de trabajo» que duraba años, relatan muchos de los descendientes en sus comentarios bajo la lista de nombres disponible en Internet. A las esposas de los reclusos de Goli Otok les concedían divorcios instantáneos. Pero a veces incluso eso no era suficiente.
«Tuve que renunciar públicamente a mi esposo en una reunión del Partido (Comunista) a fin de continuar mi carrera como profesora universitaria», nos dijo Rada B., de 88 años. «Tuve que prometer que él no podría ver nunca más a mi hija, y lo hice. Ella nunca me perdonó».
La verdad sobre Goli Otok empezó a emerger en los años 90, cuando las repúblicas de Yugoslavia se escindieron y muchos secretos de los desaparecidos regímenes comunistas salieron a la luz. Sin embargo, las sangrientas guerras de secesión de esa década impidieron que familias, víctimas y sobrevivientes cerraran ese capítulo de sus vidas.
Apenas en los últimos años, Croacia, Serbia y Eslovenia empezaron a compensar a las víctimas de Goli Otok, muchas de las cuales eran inocentes de todo delito o ni siquiera eran comunistas. Según Asanin, en Serbia hay unos 300 supervivientes de Goli Otok, que reclaman una rehabilitación política y una compensación del Ministerio de Justicia.
El Estado serbio accedió a indemnizar con 700 dinares (8,5 dólares) por cada día pasado en Goli Otok. Hasta ahora, este país ha pagado 53 millones de dinares, o más de 640.000 dólares, a sobrevivientes o a sus herederos inmediatos.
Las reacciones y los comentarios, mayoritariamente anónimos, bajo la lista de nombres de reclusos de Goli Otok, son emotivos y a veces más reveladores que las historias de los prisioneros.
«Encontré a mi tío, sé que estuvo allí porque hacía bromas sobre política», comentó una mujer llamada Beba.
«Mi abuelo fue a parar allí solo porque dijo que las tiendas diplomáticas (creadas después de la Segunda Guerra Mundial para la elite comunista gobernante) debían abrirse para todo el público», escribió un hombre identificado como Bane.
Personas de toda la antigua Yugoslavia han intercambiado correos electrónicos para conocer detalles de las circunstancias de vida o muerte de sus familiares en Goli Otok. Muchos mencionan años de silencio de sus parientes y citan relatos familiares de hombres inocentes que desaparecían de la noche a la mañana y terminaban en la isla.
«Sí, cualquiera podía terminar en Goli Otok simplemente por tener más que otros, por chismes o porque alguien deseaba a su esposa», dijo Rada B.
«Pero aquellos eran tiempos extraordinarios, que reclamaban medidas extraordinarias, y nosotros tuvimos que creer a nuestros líderes. De otro modo, ¿dónde hubiéramos terminado?», planteó la profesora universitaria retirada.
La isla de Goli Otok está desierta desde que dejó de ser gulag, y solo turistas curiosos la visitan de vez en cuando para ver los vestigios de los campos de concentración.