Inundaciones generalizadas, prolongadas olas de calor y una elevación lenta pero implacable de los mares, son algunas de las calamidades que, según muchos científicos, acarreará el cambio climático, dejando sin salida a los ya más vulnerables.
Cuando se desencadena un desastre natural, a veces las poblaciones no tienen más opción que abandonar las áreas afectadas. Sin embargo, para algunas personas, ni siquiera existe esta alternativa . Mientras muchos pueden convertirse en desplazados por buscar un lugar más seguro en el que vivir, tanto temporal como permanentemente, otros pueden volverse «rehenes climáticos», incapaces de escapar.
Personas en todo el mundo, más allá de su movilidad, «pueden quedar atrapadas en circunstancias en las que quieren o necesitan (trasladarse) pero no pueden», explica el profesor Richard Black, de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos en la Universidad de Londres.
Según Black, «lo más probable es que esto se deba a que no tienen medios económicos para hacerlo, o porque no hay ninguna red (social) que ellos sigan o ningún trabajo que puedan realizar... o porque hay alguna clase de barrera política a la circulación, como requerir un visado imposible de obtener; en algunos países es imposible incluso conseguir un visado de salida».
Para los más vulnerables, el cambio climático puede significar un doble peligro: primero, porque empeora las condiciones ambientales que amenazan su sustento, y segundo, porque reduce los bienes financieros, sociales e incluso físicos que se requieren para escapar.
Un proyecto dirigido por Black sobre migraciones y cambio ambiental mundial fue uno de los primeros en llamar la atención sobre la noción de «poblaciones atrapadas».
En su informe «Migración y cambio climático global: Retos y oportunidades futuras», publicado en 2011 por la organización Foresight para la Oficina para la Ciencia del gobierno británico, los autores alertaban que «en las próximas décadas, millones de personas serán incapaces de trasladarse desde lugares donde son extremadamente vulnerables al cambio climático».
Un ejemplo citado en ese informe es el de los habitantes de los pequeños estados insulares que viven en áreas propensas a las inundaciones o cerca de costas expuestas. Es posible que esas poblaciones no posean los medios para abordar los riesgos y tampoco los recursos para emigrar de las islas. El estudio también advertía de que ese tipo de situaciones pueden escalar hasta generar desplazamientos de riesgo y emergencias humanitarias.
En efecto, el pasado ofrece algunos ejemplos sobre grupos humanos que se quedaron inmovilizados a consecuencia de eventos meteorológicos extremos o incluso de crisis de gestación lenta. Uno de esos casos, dijo Black, fue la sequía que en los años 80 azotó la región africana del Sahel. Entonces menos hombres adultos, que en otros momentos habrían emigrado, lo hicieron en ese caso.
«En condiciones de sequía ellos tenían menor capacidad de hacerlo, porque eso implicaba recurrir a sus bienes, y en el Sahel a menudo los bienes son animales, y la sequía los mata, lo que significa que uno no puede convertir animales en efectivo, y por lo tanto no puede pagarle al contrabandista o afrontar el coste de un viaje que lo saque de esa área», añadió.
No obstante, Black señala que en muchos casos es especialmente difícil distinguir entre personas que se quedan porque pueden y quieren hacerlo y personas que realmente no pueden irse. Además, el cambio ambiental también hará que las personas emigren hacia áreas donde correrán incluso más riesgos que aquellos que dejaron atrás.
En el delta del río Mekong, en el sur de Vietnam, los investigadores perciben que el cambio climático generará más inundaciones, pérdida de tierras y un aumento de la salinidad del suelo. Los habitantes de esa región ya pobre tal vez no tengan ninguna posibilidad de hacer frente a esos peligros, y tampoco puedan trasladarse a otra parte.
«Generalmente serán los ingresos y los bienes los que determinarán si las personas podrán quedarse donde están o necesitarán reubicarse», dijo Christopher Smith, de la Universidad de Sussex, que actualmente dirige un proyecto de la Comisión Europea para evaluar el riesgo de las poblaciones atrapadas en el delta del Mekong.
En Guatemala, los investigadores Andrea Milan y Sergio Ruano concluyeron que las comunidades aisladas en las montañas también corren el riesgo de quedar varadas por el cambio climático. Según su estudio «Rainfall Variability, Food Insecurity and Migration in Cabricán, Guatemala» (Variabilidad de lluvias, inseguridad alimentaria y migraciones en Cabricán, Guatemala), publicado a comienzos de este año en la revista Climate and Development, las precipitaciones irregulares pueden estar amenazando seriamente la seguridad alimentaria y las fuentes de ingresos de comunidades de esa municipalidad, que dependen de la agricultura de subsistencia y de secano.
Sin embargo, los riesgos asociados al cambio climático no están relegados a los países en desarrollo. El huracán Katrina, que en 2005 azotó el sudeste de Estados Unidos, ofreció un vívido ejemplo de esto cuando el estadio de Nueva Orleans conocido como Superdomo tuvo que albergar a más de 20.000 personas durante varios días.
«Eso tuvo que ver con que se había diseñado un plan de evacuación con la idea de que todo el mundo iba a (escapar) en automóvil, pero esencialmente había sectores de la población que no tenían auto y no iban a irse de esa manera, y también algunas personas no creyeron en los mensajes relativos a la evacuación», dijo Black.
«Y aquellas personas que quedaron atrapadas en el ojo de la tormenta tuvieron entonces más probabilidades de tener que desplazarse después, y por lo tanto de terminar en uno de los estacionamientos de remolques, alojamientos temporales instalados por la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias», añadió.
Los científicos son cautos a la hora de vincular al huracán Katrina o a cualquier evento meteorológico extremo aislado con el cambio climático. No obstante, hay estudios que muestran que un mundo más caliente puede no significar necesariamente más huracanes, sino que esas tormentas serán más feroces de lo habitual en esas áreas.
Black señala que mantuvo conversaciones «con la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, la Organización Internacional para las Migraciones y varias otras entidades sobre estos asuntos», y que «hay un grado de interés en esta idea de que la gente puede quedar atrapada».
El informe «Poblaciones 'atrapadas' en épocas de crisis», publicado en marzo de este año por Black junto con Michael Collyer, de la Universidad de Sussex, plantea: «Dado que disponemos de una información limitada sobre las poblaciones atrapadas, el objetivo de la política debería ser evitar situaciones en que las personas sean incapaces de trasladarse cuando quieran, no promover políticas que les animen a hacerlo cuando tal vez no quieren, y proveerles de información actualizada que les permita tomar una decisión bien fundada».
Entre los foros intergubernamentales, la Unión Europea está tomando la iniciativa. Un documento de trabajo de su órgano ejecutivo, la Comisión Europea, que versa sobre cambio climático, degradación ambiental y migraciones y que acompaña la estrategia establecida en abril de 2013 por el bloque en materia de adaptación, señala que, pese a los cuestionamientos sobre su efectividad, la reubicación puede resultar necesaria «en ciertos escenarios», por ejemplo los de las poblaciones atrapadas.
La respuesta de la comunidad internacional a las personas que deben trasladarse a raíz de este tipo de situaciones, que no solo se deben a los efectos del cambio climático –también pueden obedecer a terremotos, erupciones volcánicas o crisis inducidas por seres humanos, como los conflictos armados– suele basarse en conferirles un estatus, como «desplazados», «solicitantes de asilo» o «refugiados».
Pero esa no es la respuesta adecuada, mantiene Black, porque para esas personas «el problema no es la falta de un estatus legal, sino la falta de opciones».