Petraeus entonces estaba al mando de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF, por sus siglas en inglés) en Afganistán. En septiembre de 2011 asumió el cargo de director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), puesto al que tuvo que renunciar el 9 de este mes debido al escándalo por su relación con Broadwell.
Como comandante de la ISAF, Petraeus autorizó que se procediera a la destrucción de aldeas en tres distritos de la provincia afgana de Kandahar si sus habitantes no revelaban a las fuerzas estadounidenses dónde estaban ocultas una serie de bombas caseras. Fue justamente Broadwell quien informó por primera vez en Internet que la aldea de Tarok Kolache, en el valle de Arghandab, de Kandahar, había sido arrasada en octubre de 2010.
Las dramáticas fotografías de la localidad antes y después de ser destruida, que ella obtuvo directamente de fuentes castrenses, fueron publicadas con su artículo en el blog militar Best Defense el 13 de enero de 2011. Las fotos y el artículo generaron una dura crítica del bloguero Joshua Foust, especializado en Afganistán.
Pero Tarok Kolache fue solo una de las muchas aldeas en el objetivo de la ofensiva estadounidense en tres distritos de Kandahar en octubre de 2010.
Los comandantes estadounidenses en esos distritos habían recibido la orden de expulsar al movimiento islamista Talibán de la zona, pero los explosivos caseros en los poblados causaban numerosas bajas en sus fuerzas.
Como comandante de la Fuerza de Tareas Combinada I-320, el teniente coronel David Flyn era responsable de varias aldeas en el valle de Arghandab, incluyendo a Tarok Kolache. A comienzos de febrero de 2011, Flynn reveló a Spencer Ackerman, del blog Danger Room, que una vez que recibió la suficiente información de inteligencia sobre los explosivos ubicados en Tarok Kolache, formó un plan para destruir la aldea.
El plan establecía en primer término el uso de proyectiles especiales para limpiar campos minados, que destruyen todo lo que se encuentra en un área de 90 metros cuadrados. El segundo paso era lanzar un bombardeo aéreo sobre el poblado.
Las fuerzas estadounidenses completaron la destrucción el 6 de octubre de 2010, lanzando 25 bombas de más de 900 kilos cada una en lo que quedaba de la aldea, según contó Flynn. En una entrevista para el periódico británico Daily Mail casi tres semanas después de que Tarok Kolache fuera arrasada, Flynn reveló que también le había advertido a los residentes de Khosrow Sofla que si no le informaban de la ubicación de los explosivos caseros en unos días, su aldea correría la misma suerte. Flynn confirmó esta información a Ackerman.
La táctica aparentemente tuvo éxito. La periodista Carlotta Gall informó en el diario estadounidense The New York Times el 11 de marzo de 2011 que, cuando vieron lo que había ocurrido en Tarok Kolache, los residentes de Khosrow Sofla contrataron a un excombatiente islámico para que desactivara los explosivos que había en su aldea.
En su biografía de Petraeus, Broadwell cita lo que respondió Flynn cuando el jefe de la aldea de Khosrow Sofla le informó que las bombas caseras habían sido desactivadas: «No habrá topadoras ni castigo masivo. Ya han sido castigados por el Talibán».
Esto confirma que, deliberadamente, la destrucción de Tarok Kolache fue un castigo colectivo a los residentes, y a su vez fue utilizada para intimidar a los habitantes de Khosrow Sofla, ambas prácticas estrictamente prohibidas por el Convenio de Ginebra relativo a la protección debida a las personas civiles en tiempos de guerra, de 1949. El artículo 33 señala: «Están prohibidos los castigos colectivos, así como toda medida de intimidación o de terrorismo».
La destrucción de la aldea también contravino un principio central de la guía de contrainsurgencia, adoptada por el general Stanley A. McChrystal cuando se convirtió en principal jefe de las fuerzas
estadounidenses en Afganistán, en 2009. «Destruir un hogar o una propiedad socava el sustento de una familia entera, y eso crea más insurgentes», indicaban las directrices de McChrystal.
Como si fuera poco, el propio Petraeus confirmó ese principio en su propia guía, de agosto de 2010, en la que alertaba que matar civiles o dañar sus propiedades «crearía más enemigos».
Pero Petraeus estaba bajo presión del gobierno de Barack Obama para presentar evidencias tangibles de que había suficientes «progresos» en Afganistán como para justificar un repliegue de tropas. Necesitaba eliminar la presencia talibán de esos poblados.
Petraeus claramente aprobó la destrucción de las aldeas. Flynn le dijo a Ackerman que había transmitido su plan a toda la cadena de mando, incluyendo la oficina central de la ISAF.
Carlotta Gall informó el 11 de marzo de 2011 que las pautas «revisadas» por Petraeus permitían la destrucción total de una aldea, según le confió un funcionario de la Organización del Tratado del
Atlántico Norte.
La destrucción de Tarok Kolache no generó ninguna reacción significativa en Estados Unidos, pero sí creó fuertes fricciones entre los afganos y las fuerzas al mando de Petraeus.
El primer artículo de Broadwell para Best Defense fue publicado el 13 de enero de 2011. En él presentaba a Flynn bajo la fuerte presión de tener que elegir entre «trágicas pérdidas» y «las horribles amputaciones diarias» provocadas por las bombas caseras.
Broadwell argumentó que las fuerzas «no podían permitirse el lujo de perder impulso», y aseguró que muchos aldeanos habían abandonado sus hogares debido a una campaña de intimidación del Talibán.
Después de que el bloguero Joshua Foust criticara duramente la falta de preocupación de Broadwell por el hecho de que una aldea fuera arrasada, ella escribió en su cuenta de la red social Facebook:
«Definitivamente tengo compasión por los aldeanos que fueron desplazados, aun cuando ellos tomaron la decisión de 'vender' la aldea al Talibán».
Pero los argumentos de Broadwell eran falsos. Exresidentes dijeron en febrero a Shah Noori, corresponsal de IPS, que comenzaron a abandonar paulatinamente sus hogares en agosto de 2010, cuando el Talibán se preparaba para un asalto estadounidense y colocaba nuevos explosivos caseros.
También dijeron que los talibanes permitían a los residentes regresar con frecuencia para verificar cómo estaban sus casas, así como para arreglar sus jardines y huertos.
Broadwell repitió la afirmación de la ISAF de que todas las edificaciones de la aldea tenían trampas explosivas, pero los residentes insistieron en que solo unas pocas contenían bombas. Finalmente, Broadwell aseguró que los aldeanos que habían perdido sus hogares y huertos le dijeron a Petraeus y a otros visitantes que «Flynn era su héroe y que querían que se instalara en la aldea con ellos».
Más tarde reconoció que los afganos estaban «molestos por haber perdido sus chozas de barro», pero añadió: «Es por eso que la reconstrucción es tan importante aquí».