Un grupo bipartidista de senadores ha presentado un nuevo proyecto de Ley Violencia Internacional Contra las Mujeres (Ivawa, por sus siglas en inglés), que incluye fondos para iniciativas que atiendan los principales objetivos de la norma y requieran una mayor coordinación entre las distintas agencias estadounidenses que se ocupan del fenómeno. «De aprobarse, habrá una norma y una política estatal en Estados Unidos sobre la violencia contra las mujeres que no dependerá de la orientación política de ningún gobierno», precisa Jacqueline Hart, vicepresidenta de evaluación, investigación y aprendizaje estratégico del American Jewish World Service (AJWS).
AJWS es una organización de derechos humanos y desarrollo internacional que ayudó a instrumentar la movilización que el grupo representativo de activistas realizó el martes 13 para presionar al Senado. Este proyecto no es nuevo en el Congreso legislativo. Una versión anterior quedó por el camino porque a los legisladores del Partido Republicano les preocupaba que pudiera utilizarse para apoyar abortos y otros derechos reproductivos de las mujeres. La nueva versión fue aprobada por la Cámara de Representantes a finales del año pasado y parece que sucederá igual en el Senado.
La violencia de género es una de las violaciones de derechos humanos más extendidas en el mundo y es objeto de uno de los mayores grados de impunidad, según varias organizaciones como Amnistía Internacional, con sede en Londres, y Human Rights Watch, con sede en Nueva York.
Por lo menos una de cada tres mujeres fue golpeada, forzada a mantener relaciones sexuales o sufrió otro tipo de abuso en su vida, según ONU Mujeres, la entidad de la ONU para la equidad de género y el empoderamiento femenino. «El proyecto de ley concede prioridad diplomática a la necesidad de terminar con la violencia contra las mujeres y las niñas», remarca la senadora republicana Susan Collins, una de los impulsores de la iniciativa.
«El mundo acaba de ver un ejemplo espantoso de mujeres y niñas tratadas como propiedad y moneda de cambio político en Nigeria, donde la organización terrorista Boko Haram secuestró a 200 adolescentes y amenaza con venderlas como esclavas u obligarlas a contraer matrimonio», recuerda la senadora.
«Por desgracia, esa no es solo la perspectiva de dirigentes terroristas, el Centro Internacional de Investigación sobre Mujeres (ICRW) dijo que una de cada nueve niñas en el mundo contrae matrimonio antes de los 15 años. Es una práctica dañina que les quita dignidad y, a menudo, atenta contra su educación, así como aumentan los riesgos para su salud y se perpetúa la pobreza», añade.
La ley respaldará programas a favor de normas nacionales que penalicen la violencia y los abusos contra mujeres y niñas, y también los que capaciten a la policía, a los fiscales y a los jueces sobre cómo conducir estos casos y que amplíen los centros de salud especiales para ellas. También apoyará proyectos que les ofrezcan más opciones de vida, en particular en materia de educación y oportunidades económicas, y en países donde el matrimonio infantil es una práctica común.
Unas 14 millones de niñas y adolescentes contraen matrimonio cada año antes de cumplir los 18, según la organización Girls Not Brides (Niñas no novias). La mayor proporción de matrimonios infantiles ocurren en la región africana del Sahel. En Níger, el 75 por ciento de las niñas se casan siendo menores de edad, seguido de la República Centroafricana y de Chad. El matrimonio precoz se da en todo el mundo, aunque la mayor cantidad de casos se registra en India.
Según ONU Mujeres, hay 64 millones de niñas casadas en el mundo. El matrimonio precoz somete a las niñas a distintos tipos de abusos, desde violencia sexual hasta problemas de salud. También aumenta las posibilidades de abuso físico o sexual en la relación. En Etiopía, el 81 por ciento de las adolescentes casadas describió su primera experiencia sexual como forzada. Además, este problema está estrechamente relacionado con el desarrollo. Con la reducción del 10 por ciento de los matrimonios precoces se podría disminuir el 70 por ciento la mortalidad infantil, según Girls Not Brides.
La movilización en el Capitolio, sede del Congreso legislativo estadounidense, se realizó después de un encuentro organizado por AJWS, donde se presentó una nueva investigación sobre matrimonio precoz realizada por Nirantar, una organización feminista de India. La investigación, que todavía no se ha publicado, no se concentra en la edad apropiada para contraer matrimonio, sino que indaga en el papel que esta institución desempeña en la estructura social de India.
«Cuando se habla de matrimonio precoz, siempre se pone el foco en la parte precoz de la cuestión, y no en la parte de matrimonio», observa Archana Dwivedi, subdirectora de Nirantar. «¿Qué tiene de mágico el número 18?», pregunta. «Siempre solemos usar matrimonio infantil como sinónimo de matrimonio forzado, pero no es así», explica. «No todos los casamientos de menores de 18 años son forzados ni todos los de mayores de 18 son por elección», puntualiza.
«Imagine un gay casado con una niña o una niña lesbiana casada con un hombre. Podría resultar igual, si no más traumático, pues el matrimonio es una licencia para las relaciones sexuales», remarca. Concentrarnos en la edad nos distrae de las mayores de 18 años que siguen sufriendo las consecuencias de haberse casado jóvenes, continua. Aunque las solemos pasar por alto, las consecuencias van más allá de la salud física de las mujeres.
«Se pone demasiado énfasis en la salud materna, lo que refuerza la visión patriarcal de las mujeres como meras reproductoras de niñas y niños sanos. ¿Pero qué hay de su salud mental, de cómo se sienten? Después del matrimonio se dan por sentadas todas las oportunidades de la vida, no queda nada para soñar ni nada que desear», explica. Dwivedi sostiene que las organizaciones que trabajan para terminar con el matrimonio infantil deben aplicar diferentes indicadores para evaluar la efectividad de su trabajo.
Muchas de ellas registran cuántos matrimonios evitaron o demoraron, pero no se concentran en la necesidad de cambiar los patrones culturales y sociales sobre el matrimonio precoz ni sobre la propia institución. Es poco probable que aceptando las explicaciones comunes sobre el matrimonio precoz, como culpar a la pobreza, se logren cambiar actitudes profundamente arraigadas.
En cambio, prestar atención a las expectativas relacionadas con el matrimonio en sí mismo generará más opciones para las niñas y las mujeres y, por lo tanto, las empoderará. «Aun en las familias urbanas de clase alta, los padres gastan la mitad de su dinero en la educación del varón y la otra mitad en el casamiento de su hija», apunta.
«El problema es que los padres creen que el matrimonio es la única opción viable para las niñas. Actúan con la mejor intención para que sus hijas se asienten y no para arruinarles la vida, sino para estabilizarlas. Pero hay un problema con nuestra idea de estabilidad», subraya Dwivedi.