Por ejemplo y de acuerdo con la Estrategia Nacional para la Integración de las Personas Sin Abrigo, nadie debe ser forzado a permanecer en la calle durante más de 24 horas. «El problema es que cuando un sin abrigo está debajo de un techo ya nadie más le da importancia», lamenta António Ribeiro, portugués de 64 años que cayó en la indigencia en 2012: «Soy demasiado viejo para trabajar y demasiado joven para jubilarme», denuncia en unas palabras recogidas por el diario luso Público. Cobra 178 euros del Estado al mes a través del llamado 'rendimiento social' y paga 150 mensuales por el alquiler de un cuarto. Las cuentas de António son claras: 28 euros para 30 días.
Las personas que integran 'Una vida como arte' llevan alrededor de un año reuniéndose un día a la semana en Oporto, ciudad en la que se han contabilizado 1.300 sin techo, 300 de los cuales duermen en la calle. Tras compartir duras experiencias van a intentar una acción contra el Estado, con la ayuda de la abogada Carla Ramos: «Estamos en una fase embrionaria. Estamos estudiando si debemos avanzar con una acción individual o colectiva», ha explicado la letrada.
La noticia, que ha pasado desapercibida en Portugal, demuestra la situación de exclusión en la que vive mucha gente en el país, sobre todo con la llegada de la crisis, anclada hace ya más de cuatro años. Y es que, mientras el Estado ha reducido los apoyos sociales a las familias, el número de personas en riesgo de pobreza y exclusión (límite establecido en 409 euros al mes) aumenta, llegando al 18,7 por ciento de la ciudadanía, es decir, a 1,9 millones de personas. Según las cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE), el panorama es más cruel para los jubilados, sector etario en el que el riesgo de pobreza después de recibir la pensión asciende al 25,6 por ciento.
Atendiendo a las cifras de 2013, último ejercicio con datos públicos, el 43,2 por ciento de la población no puede hacer frente a un gasto extra sin recurrir al crédito, el 28 por ciento no tiene capacidad de mantener la casa caliente, y el 15 por ciento no puede quedar con amigos para tomar algo ni una vez al mes.
Con este panorama como telón de fondo y como realidad para muchos, 'Una vida como arte' «es un acto de coraje que desafía la conciencia que debería avergonzar a los que nos gobiernan. Un grito por la dignidad humana, que es todo un programa político que queda por hacer», escribe Joaquim Duarte en Ribatejo.