El pasado dos de septiembre un niño de 4 años, Ionut Anghel, fue encontrado muerto debido a supuestas mordeduras de una jauría de perros en un parque de Bucarest, el país se conmocionó; multitud de medios de comunicación repitieron las cifras oficiales sobre el tema: más de 60.000 perros vagabundos que han provocado entre enero y octubre de este año más de 9.700 mordeduras, población enfrentada y unas autoridades que no consiguen dar con una solución definitiva pese al gasto millonario de la última década.
Cabría por tanto congratularse con la resolución del 10 de septiembre del Parlamento rumano, cuando éste autorizó –por 266 votos a favor, 23 en contra y 20 abstenciones- la intensificación de la recogida de perros callejeros y su sacrificio en 14 días si no eran reclamados por sus propietarios o adoptados.
En ocasiones, sin embargo, para obtener la perspectiva correcta de un problema se debe dar un paso atrás y ampliar el enfoque. Podremos así descubrir intereses espurios –económicos- y cómo las cifras oficiales pueden ser manipuladas para tratar de dar una visión determinada.
Las autoridades se encargan de repetir a quienes les quieran escuchar –entre ellos como observamos a medios de comunicación extranjeros- que existen en la actualidad más de 60.000 perros callejeros, aunque las diferentes oenegés que trabajan con ellos apuntan a unos 40.000. Puede parecer un tema baladí –como cuando en 2005, antes de la última regularización de inmigrantes en España, se hablaba de los dos millones de rumanos residentes en España, cuando en realidad eran entonces menos de 600.000-, pero lo que se quiere transmitir es que «hay demasiados».
¿De dónde han sacado entonces la cifra de 64.704 perros callejeros? Pues del sondeo secreto –se supone que se realizó en una zona de la ciudad donde abundan en mayor número- realizado por la Autoridad para la Supervisión y Protección de los Animales (ASPA) durante tres días el pasado octubre; con el número de perros capturados en esa zona concreta de la ciudad (2.899 perros) se hizo una extrapolación al conjunto del área municipal, llegando a la cifra de 64.704.
De la misma manera se procede con la cifra de personas mordidas por perros. Las cifras oficiales hablan de 14.000 en 2011, 16.000 en 2012 y 9.700 casos entre enero y octubre de este año. A lo que no se suele dar mucha publicidad –de datos también recolectados por el Instituto de Enfermedades Infecciosas Matei Balș, centro al que se remite a cualquier persona mordida por un perro en Bucarest- es que más de la mitad de dichas mordeduras no proceden de perros callejeros. Yo mismo, residente en Bucarest desde hace doce años y con un perro traído de España hace tres, he sufrido en todo este tiempo un único caso de mordedura de perro –tuve que acudir a dicho centro-, y fue debida a un perro de raza que paseaba junto a su propietario sin collar.
Se desconoce el porqué de la multitud de los perros callejeros en Bucarest, aunque existe la hipótesis socialmente aceptada que remonta su origen a finales de la década de los años 70 y principios de los 80, cuando la capital rumana sufrió un traumático proceso de reordenación urbana –se arrasaron barrios históricos en su totalidad- para poder construir los miles de bloques de viviendas que dieran cabida a los emigrantes llegados de zonas rurales. Los habitantes de esos barrios demolidos, al no poder trasladarse con sus mascotas a los nuevos –y pequeños- bloques de viviendas soltaron a sus canes, provocando su posterior reproducción en cadena.
En 2001, el entonces alcalde de Bucarest –hoy día Presidente de la República- Traian Basescu quiso llevar a cabo una política de exterminio total de perros callejeros, aunque la presión de oenegés extranjeras y nacionales y de personalidades como Brigitte Bardot -quien llevo a cabo una amplia campaña en Francia contra la medida-, le hicieron reconsiderar su decisión y optar por una combinación de esterilización masiva y sacrificio de perros con alguna patología o enfermedad.
Según la «Autoridad para la Supervisión y Protección de los Animales» (ASPA), entre 2001-08 se sacrificaron en Bucarest 144.339 perros callejeros, con un coste para la administración de 9 millones de euros.
¿Qué ocurrió a partir de 2001 con todos los fondos destinados a la recogida, vacunación y esterilización de perros callejeros? Sencillamente se produjo una inmensa malversación de fondos.
El primer caso de corrupción con fondos destinados a la esterilización de perros vagabundos fue el «caso Liviu Harbuz», veterinario director del Servicio de Recogida de Perros Vagabundos de Bucarest y cercano al entonces alcalde Traian Basescu. Con la financiación pública y de oenegés extranjeras se construyó un moderno hospital veterinario privado.
Otra forma de desviar fondos destinados para ese propósito era recoger a los perros, contabilizarlos y hacer ver que habían sido vacunados y esterilizados, dejándolos posteriormente en el lugar de su captura. Ello agravó el problema, con perros que oficialmente están esterilizados pero que siguen procreando sin medida e impidiendo la diferenciación de aquellos que sí fueron esterilizados correctamente.
Se dio el caso también de ayuntamientos que recibieron fondos para su acogida en perreras municipales, pero que tras recogerlos de las calles los trasladaron a las afueras de las ciudades o en pleno monte; cualquiera que haya tenido la oportunidad de visitar una ciudad rumana podrá dar cuenta de la multitud de cadáveres de perros atropellados en las cunetas.
¿Qué opciones existen ante la proliferación de perros callejeros? Básicamente cuatro: la adopción, la construcción de centros de acogida, la esterilización y vacunación esperando su muerte natural y el sacrificio masivo.
Según comenta Ioana Diaconu, de la asociación A doua șansă (Una segunda oportunidad): «La adopción sólo tiene un éxito parcial, sobre todo por adopciones internacionales de Alemania o Italia. Pero sólo hay unas doscientas adopciones anuales, una gota en un océano de necesidades». La última persona con relevancia pública que adoptó un perro callejero en Bucarest fue el actor Steven Seagal, quien tras rodar su última película en el país decidió adoptar un perro callejero para sensibilizar a la opinión pública.
La segunda opción posible, la construcción de refugios municipales para recoger a la totalidad de los perros callejeros es descartada por su alto coste, pues se calcula que se necesitaría desembolsar un mínimo de 43 de millones de euros de las arcas públicas.
Tal y como nos dice Livia Cimpoeru, de la asociación Vier Pfoten: «Las únicas ciudades que actuaron correctamente a principios de la década anterior fueron Oradea y Lugoj. En estos casos las autoridades locales actuaron bien, desarrollaron los programas correctamente y sin desvío de fondos y ahora pueden verse los resultados». Efectivamente así es, Oradea ha pasado de tener más de 4.000 perros callejeros hace trece años a los escasos 300 actuales. Es el ejemplo perfecto de que se puede acabar con la masiva población canina, en el tiempo razonable de poco más de una década, y sin excesos.
Cuando el pasado dos de septiembre el niño de 4 años Ionut Anghel fue encontrado muerto por las supuestas mordeduras de una jauría de perros –el proceso está bajo secreto de sumario y se apuntaron otras hipótesis todavía no descartadas- en un parque de Bucarest, una sicosis recorrió la ciudad. Los medios de comunicación organizaron múltiples debates televisivos donde políticos -algunos de los cuales habían hecho caja hace una década por el mismo tema- e intelectuales debatían sobre qué hacer. Durante semanas esta sicosis provocó el apaleamiento de perros callejeros por parte de supuestos adalides de la salud y seguridad pública, como fue el caso de Vlad, el perro de la fotografía.
La mayoría de las 78 oenegés rumanas que trabajan con perros vagabundos han denunciado que a raíz de la muerte del pequeño Ionut, las autoridades han aprovechado la hipersensibilización de la sociedad para tratar de acabar con el problema de los perros vagabundos...y de paso un buen negocio económico. La opción del sacrificio se abre como solución final al problema.
La alcaldía decidió reforzar el ASPA. Su presupuesto pasó de 490.000 euros anuales a 3´3 millones. De una manera totalmente opaca se nombró como director adjunto de ASPA a Razvan Bancescu, ex revisor del servicio de transporte público, cuya única explicación para semejante nombramiento sería los buenos contactos con hombres clave del actual alcalde Oprescu.
La asociación Vier Pfoten –un referente en la buena praxis de la esterilización canina- critica el enorme derroche de la administración pública y la externalización de los servicios de recogida de perros callejeros. Las comparaciones son inequívocas: Pfoten percibe 117 lei (26 euros) por la recogida, vacunación y esterilización de cada perro; ASPA 219 lei (49 euros) sólo por la recogida y otros 98 lei (22 euros) por el sacrificio de cada perro. Hay quienes incluso dudan del correcto proceso de sacrificio, pues podrían llegar a «perderse» esos 22 euros si el método fuera más económico (imagínese el lector todas las hipótesis posibles).
Las empresas de recogida de perros callejeros proliferan por todo el país, llegándose a casos surrealistas como el de las empresas Business Ness, Best Marketing o Terra Marque, empresas que el año pasado no sobrepasaban los tres empleados y cuya actividad oficial eran «servicios de consultoría comercial y de gestión, cuidado dental, intermediarios en la venta de muebles, artículos del hogar, cristalería y ferretería» (sic).
El pasado 12 de diciembre el gobierno aprobó que todos los perros vagabundos recogidos en los centros municipales y no reclamados por sus dueños o adoptados hasta el 1 de marzo de 2014 sean sacrificados. Para desanimar la reclamación ficticia de propiedad como hace una década –cuando mucha gente e incluso comunidades de vecinos firmaron la propiedad de los perros que merodeaban en las cercanías de sus bloques-, el gobierno ha aprobado una ley por la cual cualquier propietario está obligado a responsabilizarse de las acciones de su perro, pudiendo acarrearle multas de 1000 lei (225 euros) y penas de 3 meses a 6 años de cárcel.
Como han demostrado las ciudades de Oradea y Lugoj, es posible la esterilización masiva. Tal vez la única solución racional fuera iniciar desde el principio un nuevo proceso masivo y que a las leyes de responsabilidad del propietario se unieran leyes que persiguieran duramente las falsas esterilizaciones.
Por el bien de los perros...y por el nuestro como seres humanos civilizados.