Fue en esta exposición donde nació el concepto de art-déco. Desde el punto de vista artístico surgió como reacción contra los excesos decorativos del art nouveau, y fue esta una de las causas por las que nunca fue admitido en la historia canónica del arte moderno.
Le Corbusier, uno de sus más activos críticos, decía que la expresión arte decorativo era una contradicción en sus propios términos, ya que el arte no había nacido para decorar. Sin embargo, el artista y arquitecto francés realizó dibujos ornamentales, que se pueden ver en esta exposición junto a la famosa chaise longue LC4, un mueble que diseñó con Charlotte Perriand y Charles Jeanneret.
Un estilo más que un movimiento
Ciertamente, el art-déco se define más como un estilo que como una manifestación artística, con toda la carga peyorativa que se le atribuye a los estilos históricos, sobre todo en Francia, donde tradicionalmente llevaban los nombres de los reyes en cuyas cortes se creaban. Los productos del art-déco se conocen también como artes decorativas aplicadas, destinadas por lo tanto a cumplir un propósito práctico, y es este carácter utilitarista el que han utilizado sus críticos para descalificarlo como Arte ya que, según los puristas, la función invalida el valor estético de una verdadera obra de arte. Además el art-déco, frente a las Bellas Artes (pintura, escultura, arquitectura) estaría contaminado por su dependencia de otros valores contingentes, como el mercado (por entonces nadie podía imaginar el espectáculo de las subastas de Christie's y Sotheby's).
Pero para los defensores del art-déco, sin embargo, había llegado el momento de cambiar también el mismo concepto de arte, en un mundo transformado por la industrialización. Impulsado por los cambios sociales, el art-déco se manifestaba como reacción a la austeridad y el conservadurismo y era un llamamiento a disfrutar de la vida. El cosmopolitismo de la nueva sociedad se manifestaba a través de los viajes y los nuevos medios de comunicación: modernos automóviles, aviones, trasatlánticos, zepelines... para los que el art-déco diseñaba carteles y promovía nuevos modelos.
La arquitectura y el diseño podían contribuir también a proporcionar placer y a estimular los sentidos. La nueva estructura social, donde la mujer comenzaba a tener un poder adquisitivo propio que le permitía entre otras cosas una mayor liberación sexual, se manifestaba en la moda fundamentalmente femenina, con la eliminación de los corsés y el diseño de nuevas prendas interiores menos rígidas. El corte de pelo a lo garçon, la conducción de automóviles y la práctica de deportes para mantener un nuevo tipo estético convirtieron a la mujer en protagonista destacada de los cambios sociales, con iconos como la tenista Suzanne Lenglen, la bailarina Isadora Duncan o la cantante Josephine Baker.
El art-déco bebió de fuentes diversas, de influencias nacionales e internacionales, de elementos vanguardistas y de tradiciones vernáculas, de Grecia y de Egipto pero también de China y hasta de México. Y mucho de África: Jacques Doucet encargó a Pierre Legrain piezas de mobiliario inspiradas en sillas, mesas y taburetes africanos. También de las vanguardias de los primeros años del siglo, del cubismo y de las obras de Josef Hoffmann, Joseph Maria Olbrich y Koloman Moser, de la Sezession vienesa.
El art-déco es expresión de las inquietudes de la sociedad europea de la primera mitad del siglo XX. Manifiesta el avance industrial y tecnológico, el progreso de las comunicaciones, las nuevas formas del urbanismo, las modas en el vestir que exhibe una sociedad que ha superado el trauma de la guerra y da muestras de exotismo y seducción a través de la música de jazz, el cine americano y el consumo.
Esta disposición se manifestó en la pintura, la escultura y el arte, pero también, y fundamentalmente, en el mobiliario, la joyería, los papeles pintados que decoraban las paredes de las nuevas mansiones, los biombos lacados, el diseño de los frascos de perfumería, la nueva estética de los escaparates, los carteles publicitarios y las portadas de las nuevas revistas ilustradas, productos que mezclaban el lujo con la funcionalidad.
Y además el art-déco facilitó la permeabilidad con otras manifestaciones artísticas: Picasso diseñó los trajes de los ballets rusos de Diaguilev, Juan Gris dibujó tapicerías para sillas, Robert y Sonia Delaunay pintaron escenarios para el teatro, el ballet y el cine y también pantallas de lámparas y fundas para cojines (un trabajo que realizaron, por cierto, en España, durante su exilio durante la guerra mundial), Magritte hizo carteles art-déco, los hermanos Martel diseñaron tapones para radiadores de automóviles, Man Ray y Germanine Krull hacían fotografías de todos ellos, artistas y productos... Por eso en esta exposición se mezclan los cuadros de Picasso y Juan Gris con los diseños de Coco Chanel y André Groult, los muebles de Jacques-Émile Ruhlmann con los objetos lacados de Eileen Gray y las cerámicas de Jean Dunand...
El recorrido por las ocho secciones en las que está organizada esta exposición traslada al visitante a una época histórica diferente, a un tiempo en el que la belleza y la utilidad comenzaban a manifestar un maridaje que ya no iban a abandonar. Y que en muchos casos propició nuevas manifestaciones artísticas, como el pop-art y buena parte del arte contemporáneo.
TÍTULO. «El gusto moderno. Art déco en París, 1910-1935
LUGAR. Fundación Juan March. Castelló, 77. Madrid
FECHAS. Hasta el 28 de Junio