NACIONES UNIDAS, (IPS) - Tras 20 años de negociaciones sobre la ampliación del Consejo de Seguridad de la ONU, los mandatarios africanos cuestionan que no se responda a su petición de obtener dos asientos permanentes en ese organismo clave del poder mundial.
Cuando los más de 40 gobernantes africanos subieron en septiembre al podio en las sesiones de la Asamblea General de la ONU, una abrumadora mayoría de ellos criticaron que los puestos permanentes del Consejo de Seguridad sigan solo en manos de China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia.
La demanda africana de contar con por lo menos dos escaños permanentes con poder de veto y cinco no permanentes, acordada por sus líderes en marzo de 2005, es un sueño aún muy lejos de ser realidad.
Para Kwame Akonor, profesor adjunto de ciencia política en la Universidad estadounidense de Seton Hall «la estructura y las relaciones de poder del Consejo de Seguridad de la ONU son anacrónicas y desiguales». Para este experto en política y economía del continente africano, «cualquier reforma significativa que aspire a cambiar la constitución de este organismo o sus procedimientos se topará con una feroz resistencia de los cinco miembros permanentes, que tienen poder de veto.
La presidenta de Malawi, Joyce Banda, dijo ante la Asambela General, que África constituye la región más grande dentro de la ONU, y que una proporción muy significativa de los asuntos que se debaten en el Consejo de Seguridad les afectan directamente. Y recordó que la his´torica demaanda de África todavía está en el limbo.
El presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, fue uno de los más enfáticos al reclamar representación en el Consejo de Seguridad. «¿Cuánto tiempo más continuará la comunidad internacional ignorando las aspiraciones de todo un continente de 54 países?», preguntó. «¿Es esto buena gobernanza? ¿Es esto democracia? ¿Es esto justicia?» denunciaba uno de los gobernantes más acusados por corrupción en el continente. Y agregó, «no nos sobornarán con promesas vacías, ni aceptaremos algunos ajustes cosméticos del Consejo de Seguridad disfrazados de reforma».
El presidente de Gambia, Yahya Jammeh, dijo que «nuestra seguridad colectiva continuará siendo perjudicada por consideraciones geopolíticas hasta que encontremos el coraje para reformar el Consejo de Seguridad». Las reclamaciones de representación permanente en el Consejo también formó parte del discurso de otros líderes de África, como los de Guinea Ecuatorial, la República Centroafricana y Tanzania.
En una reunión realizada en marzo de 2005 en Etiopía, la Unión Africana (UA), que representa a prácticamente todos los estados del continente, adoptó una resolución en la que reclamó dos escaños permanentes y cinco no permanentes. Pero la UA no identificó a los dos países que ocuparían los puestos permanentes porque ese era y es hasta ahora un asunto controvertido. Los reclaman Sudáfrica, Nigeria y Egipto, entre otros estados.
La resolución planteó varias condiciones en las que se debería tener en cuenta que aunque África se opone en principio al veto, considera que, mientras el mismo exista y por una cuestión de justicia común, debería estar disponible a todos los miembros permanentes del Consejo de Seguridad.
Además la UA debería ser responsable de la selección de representantes africanos en el Consejo de Seguridad. Y, lo que es más importante, los criterios para la selección de esos delegados deberían ser determinados por esta organización supranacional, teniendo en cuenta la representatividad y la capacidad de los elegidos.
Akonor, también director del Centro para los Estudios Africanos y del Instituto para el Desarrollo Africano, con sede en Nueva York, apunta que para África, el asunto es más tenso porque no parece ponerse de acuerdo sobre qué país o países deberían representarla en el Consejo de Seguridad. «La parálisis entre los dirigentes africanos en lo relativo a cómo será representado el continente ha contribuido a marginarlo en los debates sobre cualquier medida plausible de reforma». Para él una solución, podría estar en que los estados africanos se tomen en serio el concepto de Pax Africana, y dependan de sí mismos a la hora de establecer, aplicar y consolidar su propia paz y seguridad.
Según las negociaciones actuales, hay cuatro países (el G-4) que están en la primera línea para los escaños permanentes: India, Brasil, Alemania y Japón. Un observador político de larga experiencia, que hace un seguimiento de las negociaciones dijo que la respuesta simple es que el G-4 nunca dio a los países africanos un compromiso firme para que hubiera dos escaños africanos (con poder de veto).
Posteriormente, el G-4 abandonó su apuesta por el poder de veto, accediendo a una nueva categoría de «escaños permanentes sin poder de veto». Pero esto no es aceptable para el grupo africano. Para Akonor, si los africanos se hubieran puesto del lado del G-4, habrían tenido la mayoría requerida, de dos tercios en la Asamblea General, para impulsar su reclamo de asientos permanentes.
Gabriel Odima, presidente del Centro de África para la Paz y la Democracia, explica que sin duda Occidente ha marginado al continente africano. Pero también culpa a los líderes africanos por el statu quo. Recuerda que la pobreza y los conflictos son las herramientas básicas y las fuerzas económicas que han sepultado a África durante años. «La corrupción rampante en países como Uganda, Nigeria y Kenia brinda una oportunidad para que los principales actores en el Consejo de Seguridad impidan que África ocupe los dos escaños permanentes».
La falta de democracia, los abusos a los derechos humanos y la mala gobernanza continúan perjudicando los esfuerzos de África por desempeñar un rol importante en el escenario mundial, plantea Odima, y lanza una serie de preguntas «¿Cómo serían posibles (los asientos permanentes en el Consejo de Seguridad) cuando el continente no ha logrado impedir la masacre en la República Democrática del Congo, las violaciones a los derechos humanos en Uganda y la crisis que se avecina en Kenia? ¿Cómo sería posible esto, cuando los líderes africanos no han logrado manejar sus propios asuntos» dentro de sus países?.
La comunidad internacional debería ayudar a África a dejar de lado el estigma del legado colonial para pasar a una sociedad viable donde el hambre ya no sea una amenaza a la existencia humana, donde las listas de votación reemplacen a las armas, y donde los dictadores sean llevados ante la justicia y condenados por las atrocidades que cometieron contra sus pueblos, añade Gabriel Odima.