«Al menos no nos tratan como perros», explica el jornalero Amjad Samara, de 30 años, que vive en la ciudad cisjordana de Naplusa, refiriéndose así a cómo se siente utilizando un nuevo servicio de autobuses exclusivo para palestinos. Él y otro grupo de palestinos se encontraban en un puesto de control cercano a la localidad Qalqilia, esperando su transporte a Israel empezando un día de trabajo a jornal.
Israel lanzó en Cisjordania una nueva línea de autobuses exclusivos para palestinos, con el fin de que los colonos judíos puedan «evitar» la «incomodidad» de compartir el transporte con árabes. El servicio fue creado tras la queja presentada por colonos el año pasado ante las autoridades militares israelíes, denunciando que los palestinos que viajaban en «sus autobuses» suponían una amenaza para su seguridad. El gobierno israelí rechazó las acusaciones de organizaciones de derechos humanos de que el nuevo servicio era racista y de que representa una forma de apartheid (sistema de segregación), y en cambio argumentó que la línea fue «diseñada para mejorar el transporte de los palestinos que entran en Israel».
Pero algunos miembros liberales de la Knesset (parlamento unicameral israelí) no están convencidos. «Esto se parece al apartheid», escribió la presidenta del partido Meretz, Zahava Gal, en su muro de Facebook. Yariv Oppenheimer, del movimiento Peace Now, opositor a las colonias judías, afirmó que la creación del nuevo servicio enviaba un mensaje inadecuado. «En vez de luchar contra el racismo, este gobierno de hecho está colaborando con el sistema racista y crea autobuses diferentes para palestinos y para colonos israelíes». «En Cisjordania no hay una democracia. Se parece más al apartheid que a la democracia», añade.
Funcionarios del Ministerio de Transporte israelí aseguran que los palestinos no están oficialmente excluidos de los autobuses para colonos, pero los jornaleros cuentan experiencias que contradicen esa afirmación. «Antes yo trataba ir en autobuses de colonos, pero por lo general el vehículo no se detenía y seguía de largo. O si se detenía para colonos, el conductor me decía que no podía subir», relata el palestino Adnan Omar, de 28 años, de la localidad de Azzun Atme. Samara añade «y si se nos permitía subir, era una experiencia muy desagradable tener que viajar con los colonos, que nos dejaban muy claro que no éramos bien recibidos. Nos miraban mal y a veces nos insultaban».
Conductores de la compañía de autobuses Afikim aseguraron no ser ellos los que impiden que los palestinos suban a los vehículos, sino los soldados israelíes en los puestos de control. Varios periodistas que han seguido de cerca la situación han informado haber visto a palestinos a los que se les había denegado subir a los autobuses o eran obligados a descender de ellos. Yirsael Maidad, portavoz del Consejo de Colonos Judíos, dijo que la resistencia de los israelíes a compartir autobuses con los palestinos se explicaba por la constante amenaza de los atacantes suicidas.
A pesar de las críticas de activistas, algunos de los 29.000 jornaleros palestinos que viajan a diario a Israel consideran que el nuevo servicio tiene ventajas. «Esos autobuses son más baratos que los minibuses palestinos que usan muchos de mis colegas para atravesar la Línea Verde hacia Israel. También nos sentimos más seguros que en los vehículos con colonos, porque no sufrimos la hostilidad de estos, que a veces incluye ataques físicos», dice Omar. El nuevo servicio de transporte, que funcionarios israelíes -que no quieren ser identificados- admitieron que no fue creado por razones altruistas, alimenta los argumentos de quienes acusan a Israel de adoptar un sistema segregacionista.
Cisjordania está dividida en el área A, bajo teórico control palestino, un área B, bajo control mixto, y un área C (que representa el 60 por ciento del territorio), bajo pleno dominio israelí. Los más de 300.000 colonos judíos en el área C gozan de todos los privilegios que le fueron privados a la población local.
Carroll Bogert, subdirectora ejecutiva para relaciones exteriores de la organización Human Rights Watch (HRW), denuncia que «los palestinos sufren una discriminación sistemática simplemente por su raza, su etnia y su origen nacional. Se les priva de electricidad, de agua, de educación y de acceso a carreteras, mientras que los colonos judíos gozan de todos estos beneficios». «Mientras se multiplican los asentamientos, los palestinos bajo control israelí viven en un túnel del tiempo, no solo separados y en condición desigual, sino además a veces expulsados de sus propias tierras y hogares», lamenta.
E indica que «al hacer sus comunidades prácticamente inhabitables, las políticas discriminatorias de Israel frecuentemente tienen el efecto de obligar a los residentes a abandonarlas». HRW investigó el área C y Jerusalén oriental, y concluyó que la administración israelí provee generosos beneficios financieros e infraestructura a los colonos judíos, mientras que deliberadamente priva de servicios básicos e impone duras condiciones a las comunidades palestinas. Esa discriminación, según HRW, se realiza por criterios raciales, de etnia y de nación, lo que viola el derecho internacional.