El alcalde de Niza dice que hay que «mater» a los gitanos
Lo dice el refrán castellano: «Otro vendrá que santo me hará». Algunos gitanos franceses que en el verano de 2010 acudieron a la cita auspiciada por la Unión Romani española para manifestarse en París contra la política deportadora de Nicolás Sarkozy empiezan a decir ahora: «Contra Sarkozy estábamos mejor», «que vuelva Sarkozy».
Entonces fuimos capaces de sacar a la calle a más de 150.000 franceses que abarrotaron las calles parisinas desde la Plaza de la República hasta la explanada de Notre Dame. Protestábamos contra una política deshumanizada que tronchaba de raíz toda esperanza de una vida mejor a quienes pensaban que encontrarían en Francia un soplo de esperanza que les permitiría vivir como seres humanos.
Y se produjo el cambio de gobierno. Conservamos las declaraciones hechas por Françoise Holande, a la sazón candidato a la presidencia del gobierno, en defensa de los gitanos y nos parecieron palabras llovidas del cielo. Por fin alguien se atrevía a defender a los más débiles y mal afamados aún a sabiendas de que esa defensa solo podría ocasionarle una considerable pérdida de votos.
Sarkozy entendió entonces que aproximarse a las proposiciones xenófobas y racistas del Frente Nacional de Jean Marie Le Pen le daría votos y acrecentaría su maltrecha popularidad. Pero no fue así. Su prestigio se esfumó y perdió las elecciones. La mayoría de los franceses quisieron hacer honor a la bien ganada fama de ser los herederos de la revolución que trajo al mundo la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y un horizonte de esperanza iluminó la vida de miles y miles de gitanos europeos que hasta entonces habían vivido bajo regímenes totalitarios condenados al hambre y la marginación más extremas.
Pero nuestra suerte ha durado bien poco. El presidente francés ha colocado al frente del Ministerio del interior a un barcelonés de 50 años, Manuel Valls, que es el ministro preferido de la derecha conservadora francesa, quien ha manifestado no hace demasiados días en Le Figaró que los gitanos presentes en Francia no quieren adaptarse y que los que residen en los campamentos tampoco lo hacen porque son prisioneros de las redes de mendicidad o de prostitución existentes en el país. Diferentes organizaciones francesas están estudiando demandar al Ministro por incitación al odio racial.
Se estima que la población gitana en Francia, originaria de Rumania y Bulgaria, ronda las 20.000 personas entre hombres, mujeres y niños. La mayoría viven en la más absoluta ilegalidad ocupando unos 400 campamentos, buena parte de ellos instalados en la región parisina.
Hace unos días el magnífico periodista que es Miguel Mora, ha denunciado que este año, el gatillo de la polémica lo ha apretado el alcalde de Niza, Christian Estrosi, que compite en populismo con el Frente Nacional. Hace unos días, Estrosi exhortó a los alcaldes de Francia a hacer lo que hace él: «mater» (una palabra que se puede traducir por domar, reprimir, desalojar, pero también por matar) a esos «delincuentes» que instalan sus caravanas en terrenos ilegales.
«La voix des Roms», importante órgano de divulgación de los gitanos franceses, sostiene que el ministro del interior ha fabricado un concentrado de mentiras que supone un mensaje que arroja oprobio hacia los gitanos. Sus referencias a la delincuencia, al tráfico indiscriminado de drogas y la no aceptación de los gitanos en determinados barrios asolados por la crisis, populariza la imagen de que somos precisamente los gitanos los causantes de la crisis.
Hubo una época en la que algunos segmentos de la sociedad española decían: «Contra Franco vivíamos mejor». Esperemos que no llegue el momento en que también los gitanos franceses lleguen a decir que «contra Sarkozy» vivíamos mejor.