El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, y la Alta comisionada para los Derechos Humanos, Navi Pillay, aconsejan «máxima moderación» después de varios reportajes de medios de comunicación hayn mostrado una violenta ofensiva policial contra manifestantes pacíficos en el parque Gezi de Estambul. «La atmósfera todavía es... altamente combustible, es importante que las autoridades reconozcan que la respuesta inicial a las protestas, extremadamente severa y que ha causado muchos heridos, todavía es una parte importante del problema», señala Pillay en un comunicado.
La Asociación Médica Turca informó la semana pasada de casi 7.500 heridos relacionados con las protestas desde que se inició la ocupación del parque, a finales de mayo, y hasta este momento se han contabilizado seis muertos. Pillay urge al gobierno turco a adoptar «todas las medidas necesarias para garantizar que las fuerzas policiales no recurran al uso excesivo de la fuerza... El objetivo debería ser minimizar los daños y perjuicios, y respetar y preservar la vida humana».
Las protestas empezaron como una queja pacífica por el uso de la tierra en el parque Gezi –una isla verde en medio del cemento de la plaza Taksim-, pero rápidamente se expandió hasta convertirse en un levantamiento contra el gobierno en muchas ciudades de Turquía. Una de los 50 manifestantes originales del parque Gezi, que pidió ser identificada solo por su nombre de pila, Bengi, explica «he sido parte de la protesta desde su inicio mismo. No me sorprende la violencia policial, dado que Turquía tiene una tradición de violencia, represión y brutalidad policial».
Ella reconoce que los intentos de la última década por acercarse a la Unión Europea condujeron a una reducción de la abierta hostilidad estatal, «así que en cierto sentido esta reacción podría verse como algo extraño». Esperada o no, la violencia ha sido extrema y ha captado la atención de los medios de comunicación y los ojos de las principales organizaciones de derechos humanos del mundo: Amnistía Internacional y Human Rights Watch han condenado severamente las acciones de las fuerzas de seguridad contra manifestantes pacíficos.
Bengi ve esta respuesta violenta como resultado directo de la «caprichosa» manera de tomar decisiones del primer ministro Recep Tayyip Erdoğan. «El primer ministro ha mostrado una falta de conducir de forma efectiva de la situación, y simplemente quiere demostrarle al pueblo que lo que él dice se hará». Muchos han cuestionado el uso que ha hecho Erdoğan de la fuerza policial desde que empezaron las protestas, incluido el uso generalizado de latas de gas contra la población.
Dos manifestantes murieron debido a esas latas. Abdullah Comert, de 22 años, integrante de las juventudes del opositor Partido Republicano Popular, falleció tras recibir en la cabeza el golpe de una lata en Hatay, cerca de la frontera siria, en el sur de Turquía, mientras que el trabajador de limpieza Irfan Tuna perdió la vida tras ser sometido a un poderoso gas lacrimógeno en la plaza Kızılay de Ankara. En su comunicado del 18 de junio, la alta comisionada de la ONU llamó específicamente la atención sobre el uso de estas latas por parte de las fuerzas policiales.
Es necesario investigar de modo efectivo, creíble y transparente los informes según los cuales se lanzaron latas de gas y gas pimienta contra personas a una distancia cercana o en espacios cerrados, así como el presunto mal uso de balas de goma, enfatizó. La Asociación Médica Turca indica que muchos de los heridos presentaban desórdenes respiratorios causados por el gas lacrimógeno, y daños en el sistema musculoesquelético (heridas en tejidos blandos, cortes, quemaduras y fracturas), que están relacionados con la escasa distancia desde la que fueron arrojadas las latas y las balas de goma. También informa que se lanzó gas lacrimógeno dentro de una clínica en Ankara.
Kimber Heinz, coordinadora de la campaña «Enfrentando el Gas Lacrimógeno», liderada por la Liga de Resistencia a la Guerra, con sede en Estados Unidos, explica que el gas convencional, el pimienta y otras armas químicas se han vuelto una herramienta popular entre los gobiernos opresores para sofocar levantamientos democráticos. «En 2011 empezamos a oír muchos llamamientos desde lugares como Egipto, sobre cómo la policía estaba usando latas para lastimar personas y eliminar los movimientos de resistencia popular», señala. Muchas de estas latas, explica, llevaban etiquetas de «Hecho en Estados Unidos». «Ahora desde Estambul se informa que latas producidas por NonLethal Technologies, con sede en Homer, Pennsylvania, y Defense Technologies, ubicada en Casper, Wyoming, fueron halladas en el parque Gezi», agrega Heinz.
La campaña «Enfrentando el Gas Lacrimógeno» ha ayudado a promover una petición, redactada por el abogado turco-estadounidense Kerem Gulay, que llama a tres congresistas de Estados Unidos a proponer una legislación que impida la exportación de ese producto a países que reprimen violentamente protestas pacíficas. La petición cita el hecho de que unas 150.000 latas se usaron en toda Turquía entre el 28 de mayo y el 16 de junio, y que, en el mismo período, 12.000 personas recibieron atención médica por su exposición a múltiples formas de gas lacrimógeno.
El senador Patrick Leahy, uno de los congresistas que recibió la petición, no estuvo disponible para ofrecer declaraciones. Pero Bengi no cree que esa iniciativa le importe mucho en este momento a la población turca. «En este preciso momento, la gente está intentando superar la conmoción que le produce el uso constante de gas lacrimógeno. Su ira se centra totalmente en el gobierno turco».