Es la primera vez que enfermos de este tipo se trasladan e ingresan en un hospital español. Antes sólo había habido tres casos sospechosos, dos en Canarias y uno en Valencia, que finalmente fueron descartados, tal y como confirman fuentes del Ministerio de Sanidad.
Miguel Pajares, sacerdote de 75 años y hermano de la Orden de San Juan de Dios, será ingresado en el Hospital madrileño Carlos III, donde ya se encuentra activado el protocolo de actuación correspondiente.
Desde el ministerio de Sanidad informan de que el contagio solo es posible por el contacto directo con los enfermos, por lo que, si el paciente presenta síntomas respiratorios, deberá usarse mascarilla desde el momento de su identificación, traslado y hospitalización. El transporte deberá hacerse en una ambulancia especial cuya cabina del conductor, esté físicamente separada del paciente sospechoso. Finalizado el viaje, se desinfectará el vehículo y los residuos producidos.
El siguiente paso es el aislamiento en una Unidad de Enfermedades Infecciosas. Una habitación individual de acceso restringido al personal estrictamente esencial, protegerá al paciente. La vestimenta médica será impermeable y todo el material utilizado desechable.
Las pruebas que se le realicen serán introducidas en bolsas de plástico selladas y posteriormente en un contenedor a prueba de fugas. En cuanto al personal de aduana, si no va a mantener un contacto físico con el paciente, no tiene por qué tomar las precauciones anteriormente mencionadas, según explican desde el ministerio.
Al no existir un tratamiento específico frente a la enfermedad, se le administraría un «tratamiento intensivo de soporte». Además, se intentará minimizar en todo lo posible procedimientos invasivos que puedan provocar el sangrado excesivo del paciente, ya que una de las mayores formas de transmisión de esta enfermedad es por el contacto con la sangre y otros fluidos corporales.
Con este tratamiento se intentará que el paciente pueda superar la enfermedad creando antivirus por sí mismo, aunque las estadísticas jugarían en su contra; el virus tiene una mortalidad de entre el 50 y el 90%.
La epidemia ya se ha cobrado la vida de 900 personas en África Occidental
Los casos de infectados registrados alcanzan a 1.700 personas desde que en marzo estallase el brote, el más mortífero de la historia y que multiplica por cuatro los efectos del último en 1976.
El foco se centra en Guinea, Nigeria, Sierra Leona y Liberia y aunque los expertos señalan que es muy difícil que la enfermedad salte al Viejo Continente, los primeros casos de europeos infectados, como el religioso español Miguel Pajares, han encendido las alarmas en Occidente.
Tres de los más destacados especialistas en ébola del mundo, han pedido que se ofrezca medicamentos y vacunas experimentales a la población del oeste de África, la misma medicación que están recibiendo los estadounidenses infectados que fueron repatriados a su país.
Aunque los datos son elevados con respecto al último brote, los expertos señalan que no hay que crear alarma, aunque marcan algunas pautas para saber actuar ante la epidemia.
Esta afección está provocada por un virus y es muy contagiosa, pero su transmisión no es por vía aérea. Además del contagio por el contacto con animales, entre las personas se transmite a través de fluidos corporales, como sangre, sudor, saliva o vómitos.
«El virus también sobrevive en objetos por lo que el contagio es posible si se come del mismo plato o con los mismos cubiertos o si se duerme entre las mismas sábanas», dicen los expertos.
¿Qué debe preocuparnos?
Los síntomas iniciales del ébola pueden confundirse con otras dolencias. Los primeros signos son fiebre, dolor de cabeza y muscular, malestar general, vómitos y diarreas. También suelen aparecer hemorragias tanto internas como externas.
Por el momento, no hay tratamiento ni vacuna que erradique el ébola, pero pueden paliarse sus efectos con los medicamentos adecuados, hidratación, higiene y aislando a los enfermos.
La responsable de Médicos sin Fronteras, Miriam Alía, señala que la mayor diferencia que existe entre los países africanos y Europa o Estados Unidos, es que allí es más complicado seguir los protocolos de aislamiento, algo que reduciría los efectos de una manera importante.
Las personas que hayan tenido contacto estrecho con un enfermo deberán permanecer bajo vigilancia durante 21 días.
Alía subraya que «es bastante difícil que la epidemia pudiera llegar a Europa o Estados Unidos, ya que solo las personas con síntomas pueden contagiar y en un país desarrollado, el aislamiento evitaría su expansión».
El Ministerio de Sanidad español también ha asegurado que los riesgos de un posible contagio en España son «muy bajos».