La obesidad y la desnutrición que afectan a 2.000 millones de personas en todo el mundo superan la competencia de los profesionales de salud y exigen una acción integrada de disciplinas y sectores gubernamentales, alertan los asistentes al Congreso Internacional de Nutrición 2012 que tiene lugar en Río de Janeiro.
La opinión, del grupo que ha estudiado los «Desafíos del siglo XXI para la alimentación y la salud colectiva», se basa en la premisa de que el mundo atraviesa una «crisis sistémica», según el brasileño Renato Maluf, que dirige el Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria de Brasil.
Esa crisis es económica, ambiental y energética. Por ello «requiere respuestas interconectadas», desde soluciones económicas para actuar en situaciones como el alza de precios de los alimentos hasta intervenciones en salud y educación para promover una alimentación adecuada, o de los ministerios competentes para reducir el uso de tóxicos en la agricultura que contaminan lo que comemos.
Luiz Alberto Facchini, presidente de la Asociación Brasileña de Posgraduados en Salud Colectiva, una de las organizadoras del congreso, junto a la World Public Health Nutrition Association, puntualiza «Entendemos la salud como desarrollo».
Ese concepto comprende diferentes temas: sistemas alimentarios justos y con diversidad, políticas de nutrición, ambiente y seguridad alimentaria para todos, amenazas a la salud, estrategias de intervención de éxito y fortalecimiento de la nutrición en salud pública, todos se discuten en el Congreso que se lleva a cabo desde este viernes 27 hasta el lunes 30.
«Es inaceptable que el 40 por ciento de la población mundial viva por debajo del nivel de pobreza», dice Facchini para quien el combate a la desigualdad social continúa siendo uno de los principales desafíos para garantizar la seguridad alimentaria. «Para reducir las muertes por obesidad se necesitan normas para la publicidad y soluciones urbanas, como la promoción de espacios de esparcimiento para la población», apunta. Esos nuevos desafíos superan los conocimientos de los nutricionistas.
Hay políticas puntuales en algunos países y mucho más amplias en otros, como los africanos, dijo el ghanés Reggie Annan, de la International Union of Nutritional Sciences. «El principal desafío nutricional es que no existan políticas nutricionales», señala Annan, entre otros problemas, como la extrema dependencia de la financiación externa para programas alimentarios «que, como todos sabemos, no son duraderos».
Marion Nestle, de la Universidad de Nueva York, opina que los dos principales problemas alimentarios son la desnutrición y la obesidad. Cada uno afecta, respectivamente, a 1.000 millones de personas en todo el mundo. La especialista en políticas públicas estima que para afrontar la desnutrición es necesario combatir la desigualdad social con medidas de aumento de la renta familiar.
En relación a los obesos opina que es necesario «enfrentarse a las poderosas fuerzas políticas y económicas de la sociedad», como las empresas de comidas que estimulan modelos insalubres de consumo para lucrarse. «No basta decir 'coman menos' y educar. Hay que enfrentarse a las empresas de alimentos», dice.
En este aspecto, el congreso propone discutir leyes publicitarias que prohíban el estímulo de malos hábitos alimentarios en la infancia. Una de las experiencias presentadas se refiere a una iniciativa de médicos británicos que lanzaron una campaña contra las empresas de «comida basura». La campaña de la Academy of Medical Royal Colleges de Gran Bretaña, que representa a unos 200.000 profesionales del país, pedía que se prohibiera a empresas como McDonald's y Coca Cola patrocinar acontecimientos deportivos como los Juegos Olímpicos y la publicidad de alimentos no saludables con personajes famosos y dibujos animados.
Maluf opina que en términos de dietas saludables debe volverse a los hábitos alimentarios propios de la diversidad racial y cultural. Eso significa, explica, reconocer y valorar a los pueblos originarios, para combatir la «homogeneización» de hábitos impuestos por los actuales modelos de consumo mundial.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 63 por ciento de todas las muertes que ocurren en el mundo están causadas por enfermedades crónicas no transmisibles, y más del 80 por ciento de esas muertes corresponden a países en desarrollo y economías en transición. Así, dolencias crónicas como diabetes, enfermedades cardiovasculares, cáncer y obesidad y sus factores de riesgo han contribuido a la generación y agravamiento de la pobreza.
Al analizar «la cadena de producción de las enfermedades crónicas no transmisibles», aparecen cuatro factores de riesgo que «están íntimamente ligados: presión alta, glucosa sanguínea elevada, sobrepeso u obesidad y colesterol elevado», señala un documento presentado por el Instituto Nacional del Cáncer de Brasil (INCA). La OMS indica que el 28 por ciento de todas las muertes se atribuyen a esos factores.
«Las empresas cuya finalidad es la venta de productos, sea cual sea su naturaleza, tienen la misión de maximizar sus lucros, reduciendo costos de producción y ampliando la demanda», explica Fábio Gomes, de la sección del INCA que estudia la prevención del cáncer a partir de una alimentación saludable. Por su parte Rafael Fernández, de la Fundación brasileña Fiocruz subraya que «Cuando hablamos de alimentación queremos alimentos y agua saludable, sin veneno».
Maluf considera que para hacerle frente a estos asuntos y a los determinantes sociales, económicos, políticos y ambientales de la nutrición, es necesario crear una organización mundial de seguridad alimentaria y concluye diciendo que «la peor herencia del neoliberalismo ha sido la falta de desarrollo de políticas públicas y sus instrumentos».