Durante la primera etapa del acuerdo, Irán reducirá y limitará significativamente su controvertido programa nuclear a cambio de un alivio paulatino de las sanciones. Teherán se comprometió a suspender a partir de este lunes el enriquecimiento de uranio al 20 por ciento (que se puede usar para el desarrollo de armas de destrucción masiva) y a disolver la mitad del material que ya fue enriquecido a ese nivel, para dejarlo en el cinco por ciento. La etapa final para una «completa solución» incluye el desmantelamiento total del régimen de sanciones, según el texto.
Para el analista Mohsen Milani, de la Universidad del Sur de Florida, «resolver el punto muerto en el tema nuclear es la política distintiva del presidente Rohaní». «Si no puede lograr una solución al tema nuclear, no será capaz de alcanzar otras importantes iniciativas internas y externas, y los políticos de línea dura tendrán más posibilidades de obtener una mayoría en las elecciones parlamentarias de 2016, con lo cual su reelección se verá en riesgo», plantea el experto en asuntos iraníes.
«Hay una analogía con lo que le ocurre al presidente Barack Obama con su proyecto de Ley de Cuidado de la Salud Asequible. Si no triunfa en eso, su futuro estará en grandes problemas», añade.
Desde el 24 de noviembre, la administración de Rohaní, que heredó un país aislado y deteriorado económicamente, promueve el acuerdo con bombos y platillos. «El acuerdo de Ginebra significa la rendición de las potencias a la gran nación iraní», dijo el mandatario en un discurso el 14 de enero en Ahvaz, capital de la provincia petrolera de Juzestán. El convenio «rompe la valla de las sanciones injustamente impuestas sobre la querida nación iraní, amante de la paz», declaró este clérigo centrista ante una multitud.
La esperada visita de Rohaní al Foro Económico de Davos, que se celebrará en esa ciudad suiza entre el miércoles 22 y el sábado 25, marca también una nueva era en las relaciones de Teherán con la comunidad internacional. El último líder iraní en asistir a ese encuentro fue el presidente Mohammad Jatami (1997-2001) hace una década. Pero, aunque los inversores extranjeros se puedan mostrar interesados en el mercado iraní, tan restringido hasta ahora por las sanciones, todavía es necesario levantar muchas barreras para generar confianza.
Además de las complejidades logísticas y técnicas en la implementación del monumental acuerdo, este también afronta desafíos externos.
La administración de Obama procura impedir que el Congreso legislativo apruebe una nueva serie de sanciones contra Irán, advirtiendo que ello podría frenar una solución pacífica al conflicto e incluso derivar en una guerra. La «Ley para un Irán Libre de Armas Nucleares 2013» amenaza con imponer fuertes sanciones a Teherán si no cumple con los términos del acuerdo del 24 de noviembre o si no se llega a un tratado final dentro de un año.
Todavía no se ha fijado la fecha para su votación, pero Obama ya lucha duramente contra ella en el Congreso. El 16 de este mes, instó a los legisladores del Partido Demócrata a que se opusieran a las nuevas sanciones. «El presidente habló en forma apasionada sobre cómo tenemos que aprovechar esta oportunidad», dice el senador Jeff Merkley. «Si a la postre Irán no muestra voluntad de tomar las decisiones necesarias, él estará dispuesto a firmar el proyecto de ley para endurecer las sanciones. Pero tenemos que darle seis meses». Tan delicadas son las negociaciones que el gobierno de Obama divulgó apenas nueva páginas con detalles de la implementación del acuerdo, y solo tras una fuerte presión.
Mientras, los políticos de línea dura en Irán, que se oponen a cualquier acercamiento con Washington, están al acecho de cualquier fracaso del acuerdo para acusar a Rohaní de no saber proteger los intereses de Irán. «Basó su campaña en la promesa de levantar las sanciones, poner fin al aislamiento de Irán y resolver de forma honorable y pacífica el impasse nuclear con Occidente», dice Mohsen Milani. «Muchas personas lo votaron precisamente por esa promesa».
Los políticos radicales en Teherán perdieron su dominio desde las elecciones de junio de 2013, para las que no lograron presentar un candidato único y atractivo contra Rohaní. Incluso el líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, que dio varios mensajes públicos de apoyo a los diplomáticos que participaban de las conversaciones en Ginebra, instó a las voces críticas a apoyar los esfuerzos de Rohaní en el tema nuclear.
Pero el ayatolá también dijo repetidamente que no confiaba en Occidente. «Nadie debe hacerse ilusiones de que los enemigos de la Revolución Islámica dejaron de ser rivales», señaló durante un discurso en la ciudad de Qom el 9 de enero. «Por supuesto, es posible que cualquier enemigo a veces no tenga más opción que retroceder, pero el enemigo y el frente enemigo no deben ser ignorados», insistió.
El gobierno de Rohaní advirtió las repercusiones que tendría la aprobación de nuevas sanciones mientras las negociaciones están en proceso. «No tendrían ningún resultado positivo», dijo el ministro de Relaciones Exteriores iraní, Javad Zarif, el 16 de este mes. «Si los legisladores (estadounidenses) radicales hacen un esfuerzo para incrementar las sanciones, no nos van a gustar los resultados», dijo el jefe negociador, que además advirtió que «todo el acuerdo estaría muerto».
«Yo le creo a los iraníes cuando dicen que abandonarán las conversaciones si se imponen más sanciones», dice la analista Barbara Slavin, del independiente Atlantic Council. «Si el Congreso aprueba una legislación así... el impacto será grave, aunque no necesariamente fatal», señala esta experta, que asistió a la toma de posesión de Rohaní en agosto. «Sin embargo, socavará severamente la credibilidad de Obama si este es visto como incapaz de controlar siquiera al Senado, dominado por los demócratas, lo cual tendría implicaciones negativas para negociar un acuerdo final», añade.