España, año 2063. Varios grupos de niños del futuro pasean por lo que fue el Parque de Doñana y una profesora del futuro les explica ante un holograma: «Mirad niños, éso que parece un gato salvaje, pardo, con manchas y bigotes y esas orejas tan particulares, era el Lynx Pardinus, el felino más amenazado del mundo y símbolo de la fauna Ibérica hasta su desaparición». «¿Pero no queda ninguno?¿pero ninguno ninguno?»- pregunta ansioso uno de los estudiantes. «Ni uno», le responde con pena la profesora.
Para quienes conocen la larga trayectoria de programas, proyectos de cría en cautividad, repoblaciones y fondos que se han dedicado en este país para la protección y el cuidado de nuestra especie más emblemática, el Lince Ibérico, esta escena es tan temida como probable.
Actualmente, según el censo de 2011, en Andalucía sobreviven en libertad unos 312 ejemplares de Lince Ibérico. Para la supervivencia y conservación de estos felinos se han invertido hasta la fecha unos 100 millones de euros, un dinero que, según un grupo internacional de científicos, liderado por el investigador del CSIC Miguel Araújo, no servirá para nada si no se replantean los actuales planes de gestión de la especie.
«Nuestros modelos muestran que el cambio climático provocará un rápido y brusco declive del lince ibérico y probablemente extinguirá la especie en 50 años, pese a los actuales esfuerzos para su conservación. Las únicas dos poblaciones que quedan no serán capaces de expandirse ni de adaptarse a tiempo a los cambios», ha explicado Araújo.
Su localización actual, limitada al suroeste de la Península, Doñana y Sierra Morena, conlleva una alta vulnerabilidad frente a los cambios en la calidad del hábitat y en la abundancia de sus presas y, como explica el estudio publicado en la revista Nature Climate Change, los individuos que quedan están amenazados por la caza furtiva, los atropellos, la pérdida de su hábitat y la falta de su alimento fundamental: el conejo. Además, el aumento de temperatura asociado al cambio climático podría convertir en hostiles las zonas donde actualmente se concentran los esfuerzos por reintroducir al lince ibérico, según los investigadores.
Los planes de conservación habituales consisten en mejorar su hábitat, llenar el campo de conejos y minimizar el resto de amenazas. Para el equipo científico, que incluye investigadores de las universidades de Stony Brook (EEUU) y Adelaida (Australia), el aumento reciente en el número de individuos de lince ibérico demuestra que, al menos a corto plazo, las medidas actuales de conservación funcionan. Sin embargo, por el reducido número y la fragilidad de sus poblaciones, estas medidas no son suficientes y es necesario «un programa de reintroducción cuidadosamente planeado, que tenga en cuenta los efectos del cambio climático, la abundancia de presas y la conectividad entre hábitats a largo plazo para evitar la extinción del lince este siglo».
En busca de nuevos hábitats
Para estos científicos, los planes de reintroducción de la especie deben incluir factores de cambio climático, la única manera de aumentar su población.
«Los planes de reintroducción deberían plantearse en otras zonas históricamente asociadas a esta especie que en el futuro presenten las condiciones adecuadas», ha explicado el investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC y director de esta investigación, Miguel Bastos Araújo.
La investigación ha detectado más de 40 áreas en la mitad norte de la península Ibérica, climáticamente susceptibles de albergar al lince ibérico hacia la mitad del siglo XXI. Estas áreas, explican, podrían ofrecer tanto conejos como un hábitat continuo, incluso con el cambio climático. Así, calculan, la población de linces ibéricos podría llegar a 900 ejemplares en el año 2090.
Además del clima, la abundancia del conejo de monte (su única presa), las alteraciones en el uso del suelo o la falta de conectividad entre los hábitats ocupados por este animal son otras de las variables que han tenido en cuenta el equipo de investigación durante los cinco años de estudio.
En cuanto a la conectividad entre los hábitats, Damien Fordham, de la Universidad de Adelaida y primer firmante del artículo, ha subrayado: «Si no se llevan a cabo las medidas de gestión pertinentes, la desconexión entre estas zonas reducirá la viabilidad de las poblaciones reintroducidas».
Para Miguel Ángel Simón, biólogo y director del Proyecto europeo LIFE-Lince en Andalucía, el estudio confirma la nueva línea de trabajo del Proyecto Life Iberlince en el sentido de iniciar reintroducciones en nuevas zonas de la Península Ibérica y Portugal.
«La verdadera limitación es encontrar áreas con densidades aptas de conejo y el conejo suele vivir en zonas áridas y secas... Ya estamos desarrollando trabajos para evaluar las densidades de conejo en toda Iberia», explica Simón.
Según el responsable de LIFE-Lince el programa de conservación del lince ha ido evolucionando por sus pasos lógicos. En una primera fase (2002/2006) iniciaron los trabajos para evitar su extinción con la cría en cautividad y el mantenimiento de hábitats. En una segunda fase (2006/2011) se trató de recuperar territorios perdidos en Andalucía y consiguieron la reintroducción del lince en Guadalmellato (Córdoba) y Guarrizas (Jaén) y, ahora, en una tercera fase del programa (2011) se está intentando recuperar poblaciones más al norte dentro de la Península Ibérica, en Extremadura, Castilla La Mancha y en Portugal.
El objetivo del proyecto LIFE, premiado por la Unión Europea como uno de los mejores proyectos medioambientales, es incrementar la población de este felino en un 66 % en los próximos cinco años disminuyendo el grado de amenaza de la especie. El Proyecto LIFE Iberlince tiene un carácter transnacional donde participan administraciones, empresas, asociaciones y organizaciones no gubernamentales con el objetivo común de aumentar las poblaciones de este felino y de recuperar para la especie territorios de la Península Ibérica, en los que antes tuvo presencia Extremadura, Castilla-La Mancha y Portugal.
Los programas de conservación han sido fundamentales para la recuperación de la especie, que ha triplicado su número de ejemplares desde 2001, cuyo censo contaba poco más de 100 linces entre los dos principales núcleos de población.