El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, ha presentado al presidente del Parlamento Europeo, Jerzy Buzek, y a la conferencia de presidentes de la Eurocámara su propuesta para endurecer el actual código interno de conducta del ejecutivo comunitario.
Hay actuaciones que, por obvias, da vergüenza ajena que tengan que figurar en un código de conducta institucional, pero parecen necesario advertir, como la prohibición de contratar a familiares para puestos de confianza, de aceptar vacaciones o viajes a cargo de multimillonarios empresarios o políticos, «que sobrepasen las normas de la diplomacia y la cortesía», o viajes en aviones privados, o en coches con conductor, o noches de hotel de más de 300 euros, o aceptar regalos por valor superior a los 150 euros. Barroso lo ha presentado como «un reflejo de mejores prácticas en materia de regulación ética».
Sin embargo, hay más y no tan fácil de resolver. El nuevo código de conducta prevé que, tras dejar el cargo, los comisarios no puedan trabajar para grupos de presión o interés durante 18 meses, en actividades de lobby, en el ámbito en el que lo hicieron para el gobierno europeo, si presenta conflicto de intereses.
Pero la propuesta de Barroso evita definir lo que es conflicto de intereses o lobby, de modo que la ambigüedad ha provocado la protesta de algunos eurodiputados que quieren mayor control por parte del Parlamento, tanto en las normas del propio código, como en la composición del comité de ética que deberá resolver los casos que se presenten. También se pide que se modifique la indemnización transitoria de los ex comisarios cuando dejan el cargo, porque ahora pueden cobrar entre un 40 y un 65% de su sueldo durante un periodo de tres años. El grupo de los Verdes ha calificado el proyecto de Barroso como «revisión cosmética».
Algunos miembros del primer equipo de Barroso se han visto envueltos en escándalos por su supuesta vinculación posterior al mundo de los negocios en materias relacionadas con su trabajo en la Comisión. Según denunciaron algunos medios, el alemán Guenther Verheugen trabajó para bancos y lobbies; el maltés Joe Borg, para una consultoría de pesca; el irlandés Charlie McCreevy, para la aerolínea Ryanair; y el belga Louis Michel, para una compañía crediticia.