En la concentración del FSM celebrada del 26 al 30 de marzo en Túnez, donde una revuelta popular puso fin en enero de 2011 al régimen de Zine el Abidine Ben Ali, han confluido, entre otros, partidarios y opositores del presidente de Siria, Bashar al-Assad, y activistas palestinos y de la Red de Judíos Antisionistas. En suma, un crisol de luchas y de búsquedas de bases comunes.
Túnez, reconocido como la cuna de la Primavera Árabe, fue elegido como sede de la edición 2013 del foro, creado hace más de una década en Brasil, como forma de homenaje al fallecido vendedor de frutas Mohamed Buazizi, cuya inmolación fue la chispa que encendió la revuelta. Reunidos en esta ciudad convertida en un icono de la lucha social, los activistas reafirmaron su compromiso con la unidad internacional.
«Nuestra misión es crear una nueva forma de solidaridad, contrapuesta a la competencia y que existe para engendrar igualdades», explica Mamduh Habashi, miembro del Partido Socialista de Egipto y de la Red de Solidaridad Popular Sur-Sur. Esto es el «espíritu» de la cooperación Sur-Sur, remarca. La red está integrada por distintos movimientos de todo el mundo y se considera defensora de la democracia, entendida como poder del pueblo y marco para el progreso social. Para Rita Silva, de la red No-Vox, la solidaridad internacional puede ser el factor decisivo para lograr un movimiento que tenga éxito.
Cuando No-Vox, creada durante el primer Foro Social Europeo en 2002, realiza actividades formidables como evitar el desalojo o demoliciones en países en desarrollo, el apoyo internacional es clave, remarca. Los activistas de Angola o Zimbabwe, por ejemplo, están muy aislados del resto del mundo. «Pueden ser fácilmente asesinados y nadie dice nada, pero si están conectados (con redes internacionales) tienen protección», argumenta Habashi.
En representación de la Asamblea Internacional de los Habitantes, Mike Davies hace hincapié en la necesidad de tener una plataforma desde la cual las comunidades locales puedan hablar al mundo. Suelen surgir problemas con la mediación de organizaciones no gubernamentales del Norte porque las bases deben aprender la jerga del mundo de las ONG o se pierden en el proceso. «Nuestro único objetivo es fortalecer a las comunidades para que puedan ayudarse, y no seguir siendo víctimas de la caridad», remarca Davies.
La Primavera Árabe sirvió de inspiración para muchos movimientos de protesta que abogan por un cambio democrático, pero no todos sus resultados han sido motivo de celebración. La guerra civil de Siria, en la que han muerto por lo menos 60.000 personas según las estimaciones más conservadoras, es un triste recordatorio para los participantes del FSM de que las consecuencias de no encontrar un sustrato común pueden ser catastróficas.
Sara Ajlyakin, participante de la revuelta siria, indica que el resultado del conflicto no está claro, pero ha abierto espacios vitales para la organización y la construcción de unidad. «Es un avance histórico al que no podrán darle la vuelta», apunta Ajlyakin. «Sentimos el poder de la calle, del colectivo, y nadie puede quitarnos eso».
Hasta la Primavera Árabe, la población de Siria no tenía vía de escape para sus frustraciones y pesadumbres. «Pero eso ya pasó, si eres mujer, trabajador, estudiante, integrante de la comunidad LGBT, cualquiera que sea tu procedencia, encuentras una forma de expresar tu opinión de forma colectiva», añade. Si bien reconoce que las visiones y las ideologías encontradas tienen un impacto sobre la naturaleza de un movimiento en conflicto, Ajlyakin niega la noción de «islamistas versus secularistas» como una falsa dicotomía.
La única dualidad que reconoce es la que existe entre la actividad «revolucionaria y la contrarrevolucionaria». «Los islamistas no son el diablo», precisa. «Al aislarlos se fomenta el error histórico de la izquierda árabe, que asemeja secularismo con ateísmo», explica. «Es mi trabajo enviar un mensaje a los islamistas políticos: 'No planeo eliminarte, soy parte de ti y tú eres parte de mí, pero tú tampoco puedes aislarme'», señala, haciéndose eco del lema de la conferencia, Sembrar la unidad en vez de la división.
En el verdadero espíritu de la solidaridad internacional, la causa palestina ocupó un lugar central. La actividad de cierre del FSM consistió en una marcha por Túnez que terminó en la embajada palestina para conmemorar el Día de la Tierra en Palestina. Según Amjad Shawa, director de la red de la sociedad civil palestina, es «totalmente evidente» que los palestinos estaban en la mente y los corazones de los participantes del FSM. «La solidaridad llega de todas partes», explica Shawa, refiriéndose a la presencia de organizaciones como la Red Internacional de Judíos Antisionistas, que llegó al FSM que marchó junto a la numerosa delegación palestina.
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