Cuando Corea del Sur, una de las potencias emergentes de Asia, decidió organizar la muestra internacional Expo 2012 en la ciudad costera de Yeosu, eligió un tema que ha estado en el tope de la agenda de la conferencia Río+20: los océanos.
Toda la Expo 2012, que se desarrolla hasta el 21 de agosto, se concentra en la protección de los recursos marítimos del mundo y en problemas como la sobrepesca, la contaminación química y el calentamiento de los océanos. Por accidente o deliberadamente, este ha sido uno de los pocos temas en los que se ha registrado un cierto avance en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible,
Nathalie Rey, asesora política sobre océanos de la organización Greenpeace Internacional, comenta que uno de los pocos resultados de Río+20 ha sido un consenso para elaborar un plan de rescate de los mares abiertos. «Frente a las señales de alarma que han dado los científicos sobre la necesidad de proteger a los océanos, Río las apagó aceptando una iniciativa para (trabajar por) un acuerdo en el marco de la ONU destinado a proteger la vida marina en alta mar», explica.
El abrumador apoyo de la mayoría de países -incluyendo a Brasil, Sudáfrica, Argentina, las islas del Pacífico y algunos miembros de la Unión Europea- a esta iniciativa no fue suficiente para afrontar la oposición de un puñado de naciones, añade. Esa oposición estuvo liderada por Estados Unidos, con el respaldo de Canadá, Rusia, Japón y Venezuela. Estos países lograron bloquear el acuerdo en Río de Janeiro, dice Rey.
En vez de adoptar un acuerdo en la propia conferencia, los gobiernos pospusieron la decisión para dentro de otros dos años y medio, dejándola en manos de la Asamblea General de la ONU. Rey señala que «Cada día demoramos un acuerdo para rescatar los océanos, y los estamos llevando a puntos críticos, socavando su salud y el futuro de millones de personas que dependen de ellos para comer y para trabajar». Esos países que obstaculizaron el acuerdo en Río de Janeiro deberían dejar de defender intereses económicos de corto plazo y unirse al resto del mundo en los esfuerzos para proteger los mares abiertos y así beneficiar a las futuras generaciones.
En el pabellón de la ONU en Yeosu, unas 20 agencias del foro mundial y organizaciones internacionales exponen su trabajo colectivo para ayudar a proteger los océanos y los recursos marítimos del planeta. Bajo el tema: «Océanos y costas: Conectando nuestras vidas, asegurando nuestro futuro», la ONU subraya las varias contribuciones hechas por la vida marina a los seres humanos, incluyendo la biodiversidad, la seguridad alimentaria y la energía renovable.
El foro mundial alerta «lo que sabemos es que los océanos son frágiles y que hay muchas señales de que los ecosistemas marinos están experimentando un cambio ambiental sin precedentes debido a las actividades humanas y al cambio climático». El recorrido por el pabellón de la ONU termina con el «Muro de las promesas», donde los visitantes pueden dejar constancia de su compromiso para proteger los océanos y las costas de la Tierra.
Mientras, en una declaración emitida al término del encuentro en Río de Janeiro, la Alianza para Alta Mar destaca que los océanos han recibido «un nivel de atención sin precedentes durante la conferencia de Río+20, convirtiéndose en uno de los temas de mayor visibilidad y la última parte del texto en ser resuelta».
En contraste con la Cumbre de la Tierra, celebrada también en Río de Janeiro en 1992, la atención el mes pasado fue significativamente mayor y motivó un acalorado debate en las negociaciones. «Algunos de los resultados sobre océanos han sido positivos, en tanto que otros se han quedado cortos respecto de lo que los científicos marinos y activistas esperaban. No obstante, ha sido un año de avances para la conservación del 70 por ciento de nuestro planeta», destaca la Alianza.
Aunque gran parte del texto es una reafirmación de compromisos preexistentes, Susanna Fuller, coordinadora de la Alianza, señala: «Aunque Río+20 no no haya conseguido nada más, al menos marcará el fin de las promesas vacías y el comienzo de una acción fuerte en materia de océanos».
La Alianza identifica seis acciones clave a nivel nacional e internacional: cumplir una resolución de la ONU contra la pesca de arrastre, poner fin a la sobrepesca, suspender las capturas en algunas zonas hasta que se renueven las existencias, obligar a los organismos regionales de pesca a rendir cuentas ante la ONU, eliminar a nivel nacional los subsidios a la pesca industrial, cerrar puertos donde se realizan capturas ilegales y crear áreas protegidas.
El profesor Alex Rogers, del Programa Internacional sobre el Estado de los Océanos, afirma: «Nunca tendremos el futuro que queremos sin los océanos que necesitamos (...) Tenemos que usar Río+20 para trazar un puente entre el discurso y la acción. Todas esas decisiones son urgentes importantes, y son medidas que cambian el juego y deben ser implementadas de inmediato por los gobiernos».