Ban, junto al presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, y al ex primer ministro británico Gordon Brown (2007-2010), enviado especial de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) para la Educación Primero, preside las reuniones entre este martes 16 y el jueves 18.
El encuentro congrega a ministros de Finanzas y de Educación de países como República Democrática del Congo (RDC), Haití, Sudán del Sur, Yemen, India, Nigeria, Etiopía y Bangladesh.
Hablamos con Josephine Bourne, sobre este encuentro y los desafíos que afronta la enseñanza en el planeta.
En el marco de la iniciativa global Educación Primero, ¿cuál es el papel de Unicef y cómo van a utilizar sus recursos para esta campaña?
Josephine Bourne: La iniciativa da una oportunidad única para promover una mayor voluntad y un mayor compromiso político en varios niveles, convocando a actores clave en el campo de la educación y asegurando fuentes financieras sostenibles.
Unicef ha apoyado y seguirá apoyando los objetivos de la iniciativa a través de una serie de acciones para fortalecer el trabajo con niños y niñas que no van a la escuela, y asegurando que se brinden oportunidades de estudio a los más vulnerables, particularmente las niñas, los menores con discapacidades y los que viven en situaciones de conflicto.
La agencia también trabaja para movilizar a los jóvenes y hacer oír sus voces y opiniones sobre temas de educación, así como sobre asuntos relacionados con el trabajo infantil, el matrimonio temprano y la capacitación de maestros.
¿Cuál es actualmente el gran factor que disminuye las oportunidades de obtener educación?
JB: La combinación de nacer niña, en la pobreza y en un área rural disminuye las chances de recibir educación. Cuando una niña en el Sur en desarrollo cursa siete años de enseñanza, se casa cuatro años más tarde y tiene un promedio de 2,2 hijos menos. Las niñas de grupos en desventaja son por lo general las más marginadas.
Las niñas que han recibido educación por lo general tienen menos hijos, y estos son más sanos y mejor educados, lo que a su vez contribuye a reducir la pobreza a nivel comunitario y a mejorar el crecimiento económico nacional. Esto también permite que haya más lideresas, menos niveles de aumento poblacional y mayor desarrollo sostenible.
¿Cómo pueden trabajar juntos la sociedad civil y el sector privado de forma efectiva en cada país?
JB: Unicef mantiene fuertes relaciones con la sociedad civil y con el sector privado, aunque estas solo se han fortalecido en los últimos años.
Por ejemplo, a través del proyecto Escuelas para África, Unicef trabaja con gobiernos, autoridades locales, comunidades y otros socios en 11 países con el fin de crear las condiciones necesarias para atraer niños a los colegios y mantenerlos allí en un ambiente seguro y protector, en el cual puedan aprender, jugar y crecer.
Otra nueva y única iniciativa es PLAY (acrónimo en inglés de Actividades Lúdicas y de Aprendizaje para los Jóvenes), que distribuye juegos para armar, con el objetivo de que los niños desarrollen su imaginación, curiosidad y expresión, y de que colaboren con sus pares.
Se trata de una asociación entre Unicef, The Walt Disney Company y organizaciones en Haití y Bangladesh para proveer formas seguras de juego para niños y niñas que viven en condiciones de recuperación de desastres y en extrema pobreza.
A los maestros y líderes comunitarios, que trabajan a nivel local, les resulta difícil cuantificar resultados. ¿Estas reuniones en el Banco Mundial les proporcionarán un mapa a seguir?
JB: El progreso en un país por lo general está determinado por las políticas del gobierno y de sus socios para el desarrollo. Todo lo que hacemos, cada decisión que tomamos, cada programa que lanzamos y cada dólar que gastamos debe ser juzgado por cómo impacta en los niños y en las comunidades a las que servimos.
El éxito de las reuniones en el Banco Mundial dependerá de si las acciones prioritarias que se identifiquen allí realmente mejoran las oportunidades educativas de los más vulnerables en cada uno de esos países: las niñas y niños de áreas rurales, que viven en zonas de conflicto o los que padecen discapacidad.
También necesitamos mejorar la forma en que cuantificamos los resultados para los niños más vulnerables. Esto es algo en lo que está trabajando Unicef, a través de su Instituto de Estadísticas.
Los maestros, los líderes comunitarios y los padres deben seguir colaborando en el terreno para hacer que los niños y niñas se inscriban en las escuelas, permanezcan en ellas y aprendan, mientras que los gobiernos y sus socios para el desarrollo deben adoptar políticas que promuevan y protejan el derecho de todos a la educación.
¿Se puede usar el reciente documental estadounidense «Girl Rising», que presenta historias de niñas de diversos países buscando oportunidades educativas, para exponer esta situación en las reuniones de Washington?
JB: Las niñas de grupos en desventaja por lo general son las más marginadas de todas y requieren especial atención.
Ser niña en una familia pobre o de un grupo étnico o lingüístico minoritario, vivir en una región rural, aislada o en un país afectado por conflictos, incrementa enormemente el riesgo de no poder asistir a la escuela.
«Girl Rising» muestra la experiencia de niñas que afrontan barreras para acceder a la educación. El filme presenta una poderosa imagen de la gran promesa que representa la escuela, a la vez que revela la inequidad en la distribución de las oportunidades para millones de niñas en el mundo.
El filme es una importante contribución a la creación de conciencia sobre los temas que conciernen a las niñas y a su empoderamiento. Pero el empoderamiento de las niñas por sí solo no alcanza para el cambio social.
Proteger y promover el derecho humano a la educación para todos los menores, incluyendo a las niñas, requiere que se involucren y se comprometan todos los responsables: individuos, padres, comunidades, instituciones y organismos internacionales, como Unicef y el sistema de Naciones Unidas.