Mientras en Ginebra se llevaban a cabo la semana pasada las conversaciones entre Irán y el llamado P5+1 (China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia más Alemania), Netanyahu pasaba revista a un regimiento en la frontera con Siria, en los ocupados Altos del Golán.
«Sería un error histórico aliviar la presión sobre Irán sin que antes desmantele su capacidad nuclear»,
Yuval Steinitz, ministro de Asuntos Estratégicos y de Inteligencia israelí, «Cuanta más presión se haga sobre Irán, mayores posibilidades tendrá la diplomacia, así que sería estúpido aliviar las sanciones antes de concretar una solución satisfactoria».
La primera ronda de conversaciones en Ginebra ha tenido un resultado positivo haciendo caso omiso del llamamiento de Netanyahu a endurecer las sanciones contra Teherán. «Hay un principio de acuerdo para adoptar un enfoque gradual», señala el analista Shlomo Bron, del Instituto para los Estudios de Seguridad Nacional, con sede en Tel Aviv.
Nos explica que «Irán quiere una eliminación sustancial de las sanciones en la etapa inicial y está dispuesto a hacer solo unas pocas concesiones. El P5+1 pide exactamente lo opuesto. Las negociaciones consistirán en la creación de un proceso lo suficientemente sabio para jugar entre esos dos polos».
De allí la insistencia de Israel en que el P5+1 no baje la guardia, sobre todo cuando los negociadores estarían considerando un alivio de las sanciones a cambio de que Teherán se comprometa a reducir su plan de enriquecimiento de uranio.
Para el ministro de Asuntos Estratégicos y de Inteligencia israelí, Yuval Steinitz «Cuanta más presión se haga sobre Irán, mayores posibilidades tendrá la diplomacia, así que sería estúpido aliviar las sanciones antes de concretar una solución satisfactoria».
«Nuestra petición, nuestra demanda, nuestra política y la forma en que intentamos convencer a nuestros aliados se resumen así: 'Ustedes han ejercido una efectiva presión sobre Irán. No dejen que colapse», nos dijo el legislador israelí Tsahi HaNegbi, del Comité de Asuntos Exteriores y Defensa, y estrecho colaborador de Netanyahu.
Pero lejos están los días en los que Israel amenazaba a Irán para que no enriqueciera uranio al 20 por ciento, el nivel necesario para fabricar armas atómicas.
Teherán se comprometió a no enriquecer más de 250 kilogramos de uranio al 20 por ciento, que sería la cantidad necesaria para una bomba.
Irán ha instalado más de 1.000 centrifugadoras avanzadas con las que quintuplicó su capacidad de enriquecer uranio, pero siempre a un nivel inferior al 20 por ciento. La línea roja trazada por Netanyahu se volvió irrelevante.
El primer ministro entonces acudió a la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas y volvió a su reclamación básica: que Irán desmantele toda su infraestructura de desarrollo atómico.
Consciente de que no es parte negociadora, Netanyahu fortaleció el papel de Israel adoptando una postura más intransigente, pesimista y moralista. «Si Israel se ve forzado a quedarse solo, resistirá por sí solo», dijo a la Asamblea General a comienzos de este mes. «Y estando solo, sabrá que estará defendiendo a muchos otros».
Las conversaciones de Ginebra se reiniciarán pronto, y se maneja un plazo de entre seis y 12 meses para concluir un acuerdo. El tiempo es esencial para Israel, como subraya HaNegbi: «El plazo se ha vuelto eterno para nosotros. Las negociaciones con Irán nos han llevado más de una década. Ya nos hemos quedado sin tiempo. No vamos a esperar por otros, digamos, nueve meses», señala.
Steinitz tampoco es optimista. «Los iraníes pueden fácilmente suspender el enriquecimiento de uranio por un tiempo y luego recomenzar», afirma. No obstante, se muestra dispuesto a esperar un poco más. «Si mientras tanto los iraníes congelan alguna actividad, el plazo será razonable».
Bron mantiene que «un Irán cauteloso no provocará a las partes durante ese periodo». «Así que no importa si las conversaciones duran uno o incluso dos años, siempre y cuando el resultado sea un acuerdo satisfactorio. No se suspenderá pero sí se congelará el desarrollo atómico (de Irán), y por lo tanto habrá más tiempo para negociar», añadie.
El tiempo también es importante para Israel porque desea a toda costa impedir que Teherán alcance el nivel tecnológico que le permitiría, si lo decidiera, fabricar un arma nuclear.
Lo que tarde Irán en llegar a ese nivel dependerá del número y de la eficacia de las centrifugadoras que posea y de la cantidad y calidad del material nuclear que acumule, además de la forma en que maneje las inspecciones de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA). Los negociadores deben asegurar un acuerdo que incluya una serie de parámetros para impedir que Irán alcance ese desarrollo tecnológico.
«Netanyahu no obtendrá todo lo que quiere. Desmantelar por completo el programa nuclear de Irán le llevará cinco años, precisamente lo mismo que necesita un país para producir un arma nuclear de la nada. Eso no sucederá», dice Brom.
Pero un acuerdo «que le permita a Irán poseer una bomba, aunque no en unos meses, sí dentro de dos o cinco años, no es un logro», responde HaNegbi. «Mientras, se eliminarán las sanciones, cuya puesta en marcha ha llevado años, y renovarlas será imposible. No quedará ninguna forma de presión», se queja.
A comienzos de este mes, la Fuerza Aérea Israelí realizó un ejercicio sobre aguas griegas, con simulacros de combate y recarga de combustible en el aire. Pero es un secreto a voces que expertos y altos mandos militares israelíes dudan sobre la eficacia de una ofensiva contra Irán.
Un ataque preventivo israelí solo postergaría unos pocos años el progreso de Irán hacia la capacidad nuclear, pero no lo detendría, subraya Brom. «El objetivo es impedir que Irán se convierta en una potencia nuclear. Es bien sabido que un acuerdo es mejor que una operación militar si vas a obtener los mismos resultados», añade.
«Además, un acuerdo viene acompañado de compromisos para realizar inspecciones y la adopción de sistemas de verificación. Netanyahu no tendrá otra opción que aceptar un acuerdo así».