La evidencia histórica, los datos antropológicos y arqueológicos dicen que entre los restos encontrados algunos podrían pertenecer a Miguel de Cervantes y a su mujer Catalina pero la evidencia absoluta se tendría analizando el ADN.
Se da la circunstancia de que el autor del Quijote no tuvo hijos, así que la única evidencia genética se podría encontrar comparando los restos con los de su hermana. Pero estos son también pequeños fragmentos conservados en el osario de un convento de Alcalá de Henares. Lo que ha llevado a los expertos a aplazar la decisión.
La única descendencia actual de la familia de Cervantes proviene de su hermano Rodrigo «y después de doce generaciones el ADN que pudiera tener en común con Cervantes es mínimo», dijo el historiador Fernando de Pardo al comienzo de las excavaciones.
«A la vista de toda la información, es posible considerar que entre los fragmentos (...) se encuentren algunos restos de Miguel de Cervantes», ha dicho el antropólogo forense Francisco Etxeberria, jefe del equipo que ha hecho una llamada a la prudencia al no existir una certeza absoluta.
«Las coincidencias y las no discrepancias nos llevan a considerar que allí estaría Cervantes en términos razonables», añade el experto, que ha indicado que ninguno de los restos tienen rasgos de las patologías traumáticas sufridas por el escritor en la batalla de Lepanto en 1571, ya que se trata de restos muy pequeños, en muchos casos esquirlas de hueso.
La vida como soldado del autor de «El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha», dejó marcas en su cuerpo. En la batalla naval de Lepanto, que la Santa Liga formada principalmente por España, Venecia y la Santa Sede ganó a los turcos en 1571, Cervantes recibió dos heridas de arcabuz en el pecho y una en la mano izquierda, que le quedó inútil. Lo que le valió el sobrenombre de «el manco de Lepanto».
Según la información aportada por los historiadores, Cervantes fue enterrado en la primitiva iglesia madrileña de San Ildefonso un día después de su fallecimiento el 22 de abril de 1616.
En algún momento entre 1698 y 1730, y según los documentos históricos, un total de 17 cuerpos fueron inhumados de esa iglesia para ser trasladados a la cripta del templo del convento de las Trinitarias. Entre ellos estaban los de Cervantes y su mujer, Catalina de Salazar.
Los trabajos de búsqueda de los restos del gran escritos en los sótanos del convento se iniciaron el 24 de enero de 2014. Se han utilizado técnicas de georradar y cámaras endoscópicas que indicaron la existencia de seis filas de nichos en una de las paredes, así como tres niveles de enterramientos en el suelo.
En el nivel más profundo, a 1,35 metros, se encontraron restos muy deteriorados compatibles con los del grupo de personas que habían sido enterradas en la cripta primitiva y trasladados a la nueva en forma de osario, ha explicado García Rubio.
A diferencia de otros genios literarios, como su coetáneo británico William Shakespeare, el alemán Göthe o el francés Molière, Miguel de Cervantes el insigne autor de El Quijote carece de una tumba que lo recuerde.