Por ejemplo, cuando a mediados de agosto de 2002, W. Bush en su rancho de Crawford, Tejas, bromeaba a con su secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, ante las preguntas de los periodistas sobre si habría guerra contra Irak, cuando la decisión estaba ya tomada y llevaría a los Estados Unidos y a sus aliados occidentales al desastre que hemos visto-y seguimos viendo- con aquella invención de las armas de destrucción masiva en la que colaboró descaradamente The New York Times y el pobre Colin Powell, mostrando en la ONU fotos de un avión que perdía aceite. Patético.
Siento náuseas cuando veo los abrazos hipócritas de los dirigentes occidentales con los sátrapas-nombre de origen persa- de turno, sean árabes o más orientales. Arabia Saudí es amigo, simplemente, porque deja que le controlen el petróleo. Irán es enemigo porque el régimen islámico -al que no vamos defender- se niega a que le den un golpe de Estado como el que derrocó a Mossadegh en 1953 orquestado por el Reino Unido y los EEUU -el pobre había nacionalizado el petróleo- para implantar al payaso del trono del pavo real que creía que el peligro era el comunismo y mataba a rojos a mansalva con la aquiescencia de Washington, mientras los islamistas hacían su trabajo en la sombra.
Siento náuseas cuando veo que nuestros dirigentes apoyan hasta el último momento a los dirigentes de Libia, Túnez, Marruecos o Egipto, mientras las moscas cubren la cara de los niños en Ouerzazate, o en Tebessa, o en Bengazi, o en Luxor, hasta que las «masas» toman la calle y piden democracia.
Siento náuseas ahora cuando veo la algarabía -término de origen árabe, multitud vociferante- las imágenes de un ser humano rodeado de una panda de mawlas -los desheredados- bestias gritonas que, primero le capturan vivo gracias a un bombardeo de la Alianza Atlántica, y en pocos minutos danzan alrededor del cadáver. Hasta los más horribles dictadores o sus secuaces han merecido un juicio justo, los cabecillas del régimen nazi o Sadam Hussein. Eso es lo que prometió Occidente hace décadas.
Siento náuseas cuando la Otan, que lanzó ¿recuerdan? una operación para «proteger a los civiles de Bengazi» de la previsible masacre a manos de Gadafi, bombardea con toda impunidad en los últimos meses las ciudades libias y hace oídos sordos a las continuas denuncias de las ultimas semanas sobre las tropelías y violaciones de los derechos humanos que han llevado a cabo los «rebeldes libertadores».
Siento náuseas, cuando ante estas imágenes vergonzosas, los ¿líderes? occidentales solo dicen ¡wow! o que comienza una nueva era en Libia. Claro que comienza una nueva era que puede ser igual o peor si los «administradores» son estos mawlas e impera el domino del Kalashnikov. ¿Van a dejar las armas ahora estas pandillas o van a dedicarse a hacer la guerra, cábila contra cábila, con el apoyo de Occidente, claro?
El más organizado ya sabemos quién es, ese oscuro dirigente islámico que controla Trípoli, mal encarado y con mirada terrible. ¿Será el nuevo Gadafi? Es posible.
Justo horas antes de que viéramos esas imágenes pornográficas, la revista Time anunciaba que el presidente en ejercicio del Consejo Nacional Transitorio del país, Mahmoud Jibril, un economista educado en Estados Unidos, anunciaba que estaba a punto de dimitir ante al caos imperante. El «nuevo» régimen del CNT no ha conseguido implantar el orden en Trípoli; sigue permitiendo que grupos de mawlas paseen por las calles en los pick ups lanzando tiros al aire -la ocupación nacional- y que cada cábila controle un barrio. Mientras, la economía sigue paralizada y el puerto y el aeropuerto de la capital están vacíos e inoperantes.
Siento náuseas cuando veo lo bajo que ha caído el equipo de Obama, a la altura de los peores tiempos del sórdido Rumsfeld, como dice un comentarista en Al Jazeera - cadena poco sospecha de ser antioccidental- por el invento del supuesto atentado iraní contra el embajador saudí en Washington. Lo han puesto en duda numerosos medios occidentales, The New Yorker, Der Spiegel, Time, o la misma Al Jazeera. ¿A santo de qué tiene que atentar Irán ahora contra el embajador saudí a través de un «chorizo», vendedor de coches de segunda mano, que se pone en contracto con las mafias de la drogas mejicanas, que no tienen idea de qué es Washington y que están infiltradas por la DEA y el FBI. Pleeeeeasee!!!!!, que diría un afamado comentarista estadounidense.
Después de la desastrosa guerra de Afganistán- diez años ya -de apoyo a la población civil según nuestros sumisos dirigentes, una guerra que jamás podremos ganar recordaba esta semana Newsweek en portada, ¿pretenden lanzar ahora una ofensiva contra el viejo imperio persa...? O es otra nauseabunda cortina de humo -se pregunta Al Jazeera- para oscurecer lo que esta pasando, el OcupaWallStreet, la ira de los ciudadanos árabes o occidentales contra sus dirigentes, como sucedió en las calles de Túnez, de Egipto, de Libia, de Siria o de Yemen; o de Barcelona, o Madrid.
La pornografía, en definitiva la hacen adultos y la ven o no la ven adultos, si quieren. Pero estas vergonzosas imágenes, la pornográfica algarabía de los mawlas de Sirte, se han emitido en horario infantil, como información y como símbolo de una «revuelta popular victoriosa».
Vendrán más revueltas.