La prefectura de policía ha cifrado la participación en 340.000 personas, cantidad que los organizadores multiplican hasta 800.000. Cinco trenes de alta velocidad y 900 autobuses han llevado hasta París a muchos opositores a las bodas gays, convocados por el colectivo «Manif pour tous», que no define una orientación política clara.
Una de sus organizadoras, la extravagante cómica Frigide Barjot, ha descrito la marcha como «multicultural, multirreligiosa y multisexual». De hecho ha contado con el apoyo de la Iglesia católica, pero también de musulmanes, evangélicos y ortodoxos. A la movilización se han unido representantes de la UMP , del Frente Nacional y la asociación de extrema derecha Civitas. Se ha repetido que no era una marcha contra los homosexuales, sino a favor del matrimonio tradicional. En general, la marcha ha transcurrido dentro de los cauces habituales, aunque no han faltado exaltados que han comparado a Hollande con Hitler.
El matrimonio homosexual, que ya es legal en once países, fue una de las promesas electorales del presidente, François Hollande, que su ministra de Justicia, describió como «un cambio en la civilización». Las encuestas han demostrado que la sociedad francesa está dividida sobre la cuestión, sobre todo, sobre el derecho a adoptar de las parejas homosexuales.
Una de las críticas de los manifestantes se refería al poco debate público que ha tenido el proyecto antes de ser enviado a la Asamblea Nacional. «François Hollande quiere imponer una reforma con 'forceps' pisoteando el debate», ha dicho Jean-François Copé, líder de la UMP en la Asamblea.
Desde el Elíseo se ha difundido un comunicado que reconoce la «consistencia «de la participación en la protesta y que «expresa una sensibilidad que debe ser respetada, pero que no modifica la voluntad del gobierno de abrir un debate en el Parlamento para permitir que se vote la ley».