El vicesecretario general de la ONU, Jan Eliasson, sorprendió a todos al presentar los siguientes números: de los 7.000 millones de habitantes del planeta, 6.000 millones tienen teléfonos móviles, pero solo 4.500 millones acceden a sitios adecuados para defecar. «Eso significa que hay unas 2.500 millones de personas, mayoritariamente en áreas rurales, sin saneamiento».
El mundo está saturado con una abundancia de teléfonos móviles pero necesita desesperadamente más retretes. Una viñeta en el calendario 2013 del Banco Mundial pone los números en una perspectiva más divertida y concreta. El dibujo muestra a un aldeano de algún rincón del mundo portando un rollo de papel higiénico en una mano y un móvil en la otra, procurando encontrar una letrina a través de su GPS. La pantalla del teléfono reza: «Retrete más cercano a dos kilómetros de distancia».
De todas formas, ese personaje podría considerarse afortunado, ya que unas 1.100 millones de personas (de las 2.500 millones que carecen de saneamiento adecuado) directamente no tienen otra opción que defecar al aire libre, explica Eliasson. En este contexto, el Banco Mundial intenta ayudar a afrontar los problemas de saneamiento del mundo con tecnología digital y aplicaciones para teléfonos móviles (Apps).
La semana pasada, el organismo anunció los tres ganadores del Hackathon sobre Saneamiento y Desafío de Apps, un proyecto de un año de duración para desarrollar aplicaciones innovadoras y localmente relevantes para afrontar el problema. «Hackathon» es un término usado para referirse a un encuentro de programadores de ordenadores.
Manobi, firma de servicios de Internet y de teléfonos móviles con sede en Dakar, desarrolló una herramienta de sms (servicio de mensajes cortos) que permite a estudiantes, padres y profesores seguir de cerca e informar sobre la situación de saneamiento en instalaciones escolares. Sun-Clean, desarrollada por un equipo de estudiantes de la Universidad de Indonesia, es una aplicación diseñada para enseñarle a niños y niñas buenas prácticas de saneamiento e higiene. La aplicación incluye dos juegos: «Disposición de basura» y «Lavado de mano para niños». Taarifa, creada por un equipo de desarrolladores de Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos y Tanzania, es una fuente abierta de aplicaciones web que permite a funcionarios públicos responder quejas de ciudadanos sobre la provisión de servicios sanitarios.
Consultado sobre este enfoque digital de los problemas del saneamiento, Joseph Pearce, asesor técnico de la organización internacional WaterAid, con sede en Londres, explica que «esas aplicaciones son grandes ejemplos de la riqueza de las innovaciones en TIC (tecnologías de la información y la comunicación) para mejorar la supervisión y la educación sobre agua, saneamiento e higiene». Además, defiende que esas simples ideas tienen el potencial de transformar las vidas. Sin embargo, reconoce que existen desafíos técnicos y de gobernanza claves para traducir esos proyectos en soluciones duraderas.
Pearce añade que «las aplicaciones jugarán un papel cada vez más importante en la difusión de información para la toma de decisiones», pero esto por sí solo no alcanza. Recoger información también cuesta dinero, y se necesita voluntad política para financiar y actuar de acuerdo con las conclusiones a las que se lleguen. Convertir la información en decisiones y en acciones concretas para mejorar el acceso al agua y al saneamiento, alerta, es quizá la parte más difícil.
Clarissa Brocklehurst, exjefa de agua, saneamiento e higiene en el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), señala que la falta de acceso a retretes era un problema grande y hasta ahora intratable. «Tenemos que innovar todo lo que se pueda», sostiene. Esto significa buscar innovaciones en tecnología, transformaciones a nivel institucional y cambios en las costumbres y en las formas de financiación.
Andy Narracott, subjefe ejecutivo de la organización Water and Sanitation for the Urban Poor (WSUP), cree que la tecnología por sí sola no puede resolver la crisis global de saneamiento. «Pero combinándola con expertos en negocios, estrategas, sociólogos e ingenieros, la innovación real puede llegar».
Las innovaciones tecnológicas pueden jugar un papel fundamental en muchos desafíos relacionados con el saneamiento. Para Narracott se puede cambiar el comportamiento de los ciudadanos con algunos ejemplos como realizando rastreos sobre las necesidades, identificando las brechas en la cobertura, reuniendo comentarios de los clientes y difundiendo mensajes de higiene. «Pero el desafío clave es usar esta información para actuar», añade.
Narracott sostiene que el sector necesita suficiente capacidad y financiación para traducir esa información en beneficios reales para las personas, especialmente aquellas que viven en áreas de bajos ingresos en ciudades y pueblos del Sur en desarrollo. «El desafío apenas ha comenzado», indica, las herramientas solo son efectivas si las personas saben cómo usarlas, y si están interesadas en ver cómo funcionan». «Nos gustaría que esta iniciativa ahora se extienda a una plataforma colaborativa global, donde muchas personas puedan usarla y replicarla», sostiene.
Consultado sobre las críticas de que se le presta más atención al agua que al saneamiento, Brocklehurst cree que «en el pasado, la comunidad internacional sí le prestó más atención al agua, y es por eso que vemos tales diferencias en los progresos». «Alcanzamos la meta referida al agua (en los Objetivos de Desarrollo de la ONU para el Milenio), y 89 por ciento de la población mundial usa al menos una fuente mejorada de agua, aun cuando alguna puede ser de dudosa calidad». «Mientras, solo el 63 por ciento de la población mundial ha mejorado el saneamiento, y más de 1.000 millones todavía defecan al aire libre».